Publicaciones Diarias

abril 18, 2024 in Evangelios

Evangelio del 19 de abril del 2024

Viernes de la III semana de Pascua

Lectionary: 277

Primera lectura

Hch 9, 1-20
En aquellos días, Saulo, amenazando todavía de muerte a los discípulos del Señor, fue a ver al sumo sacerdote y le pidió, para las sinagogas de Damasco, cartas que lo autorizaran para traer presos a Jerusalén a todos aquellos hombres y mujeres seguidores del Camino.

Pero sucedió que, cuando se aproximaba a Damasco, una luz del cielo lo envolvió de repente con su resplandor. Cayó por tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Preguntó él: “¿Quién eres, Señor?” La respuesta fue: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate. Entra en la ciudad y allí se te dirá lo que tienes que hacer”.

Los hombres que lo acompañaban en el viaje se habían detenido, mudos de asombro, pues oyeron la voz, pero no vieron a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía abiertos los ojos, no podía ver. Lo llevaron de la mano hasta Damasco y allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.

Había en Damasco un discípulo que se llamaba Ananías, a quien se le apareció el Señor y le dijo: “Ananías”. Él respondió: “Aquí estoy, Señor”. El Señor le dijo: “Ve a la calle principal y busca en casa de Judas a un hombre de Tarso, llamado Saulo, que está orando”. Saulo tuvo también la visión de un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para que recobrara la vista.

Ananías contestó: “Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus fieles en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para poner presos a todos los que invocan tu nombre”. Pero el Señor le dijo: “No importa. Tú ve allá, porque yo lo he escogido como instrumento, para que me dé a conocer a las naciones, a los reyes y a los hijos de Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi causa”.

Ananías fue allá, entró en la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo: “Saulo, hermano, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me envía para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo”. Al instante, algo como escamas se le desprendió de los ojos y recobró la vista. Se levantó y lo bautizaron. Luego comió y recuperó las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos en Damasco y se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús era el Hijo de Dios.

Salmo Responsorial

Salmo 116, 1. 2
R. (Mc 16, 15) Que aclamen al Señor todos los pueblos. Aleluya.
Que alaben al Señor, todas las naciones,
que lo aclamen todos los pueblos.
R. Que aclamen al Señor todos los pueblos. Aleluya.
Porque grande es su amor hacia nosotros
y su fidelidad dura por siempre.
R. Que aclamen al Señor todos los pueblos. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 6, 56
R. Aleluya, aleluya.
El que come mi carne y bebe mi sangre,
permanece en mí y yo en él, dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 6, 52-59
En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.

Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.

 

Reflexión

Los versículos del Evangelio según Juan, capítulos 6, versículos 52 al 59, nos presentan un diálogo intenso entre Jesús y los judíos acerca del pan de vida. Este pasaje invita a una comprensión más allá de lo literal, hacia una dimensión espiritual profunda que sigue resonando en nuestro contexto contemporáneo.

En estos versículos, Jesús anuncia que su cuerpo es verdadero alimento y su sangre verdadera bebida, desafiando a los presentes a trascender su comprensión materialista de la vida y encontrar en Él la verdadera sustancia que sustenta. En tiempos actuales, saturados de inmediatez y materialismo, este mensaje desafía a la sociedad a buscar no solo lo que es tangible y perecedero, sino a nutrirse de lo espiritual y eterno.

La invitación de Jesús a “comer su carne y beber su sangre” se presenta como un llamado a una comunión íntima con él, a internalizar sus enseñanzas y a vivir conforme a ellas. Este proceso de internalización es crucial en un mundo donde los valores a menudo se ven desplazados por el pragmatismo y el individualismo.

Por lo tanto, este pasaje nos impulsa a reflexionar sobre nuestra propia búsqueda de significado y sobre cómo nuestras acciones y creencias están alineadas con valores más elevados y perdurables. Nos llama a considerar la importancia de la espiritualidad en nuestra vida diaria y a reconocer que la verdadera sustancia que nos sustenta y enriquece no siempre se puede medir, pesar o comprar.

En suma, estos versículos nos desafían a repensar nuestras prioridades y a cultivar una relación más profunda y significativa con lo divino, entendiendo que es en esta relación donde podemos encontrar la verdadera nutrición que sostiene nuestras almas y enriquece nuestra existencia.

Este pasaje también resalta la importancia de la comunidad y la compartición, principios esenciales en el tejido de relaciones humanas. Jesús, al ofrecerse como el pan de vida, nos enseña sobre el altruismo y la generosidad, valores que fomentan la cohesión y fortalecen los lazos comunitarios. Hoy, en una sociedad frecuentemente dividida por diferencias y conflictos, este mensaje nos urge a reconocer nuestra interdependencia y a trabajar juntos por el bienestar común, recordando que es en el dar donde verdaderamente recibimos.

Además, este segmento del evangelio nos invita a una transformación personal, a una renovación del corazón y del espíritu. Al asimilar las enseñanzas de Jesús y vivir conforme a ellas, se nos ofrece la posibilidad de una vida plena y significativa, libre de las limitaciones que impone el egoísmo. La esencia de este mensaje es particularmente relevante en una era marcada por la búsqueda de satisfacción inmediata y superficial, impulsándonos a buscar una profundidad que solo se encuentra en el amor y el sacrificio por los demás.




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