mayo 1, 2024 in Evangelios

Evangelio del 1 de mayo del 2024

Miércoles de la V semana de Pascua

Lectionary: 287

Primera lectura

Hch 15, 1-6
En aquellos días, vinieron de Judea a Antioquía algunos discípulos y se pusieron a enseñar a los hermanos que si no se circuncidaban conforme a la ley de Moisés, no podrían salvarse.

Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; al fin se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más fueran a Jerusalén para tratar el asunto con los apóstoles y los presbíteros. La comunidad cristiana los proveyó para el viaje, y ellos atravesaron Fenicia y Samaria, contando a los hermanos cómo se convertían los paganos, y los llenaban de gozo con esta noticia.

Al llegar a Jerusalén, fueron recibidos por la comunidad cristiana, los apóstoles y los presbíteros, y ellos refirieron todo cuanto Dios había hecho por su medio. Pero algunos de los fariseos convertidos intervinieron, diciendo: “Hay que circuncidar a los paganos y exigirles que cumplan la ley de Moisés”.

Entonces se reunieron los apóstoles y los presbíteros para examinar el asunto.

Salmo Responsorial

Salmo 121, 1-2. 3-4a. 4b-5
R. (cf 1) Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Aleluya.
¡Qué alegría sentí, cuando me dijeron:
“Vayamos a la casa del Señor”!
Y hoy estamos aquí, Jerusalén,
Jubilosos, delante de tus puertas.
R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Aleluya.
A ti, Jerusalén, suben las tribus,
las tribus del Señor,
según lo que a Israel se le ha ordenado,
para alabar el nombre del Señor.
R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Aleluya.
Por el amor que tengo a mis hermanos,
voy a decir: “La paz esté contigo”.
Y por la casa del Señor, mi Dios,
Pediré para ti todos los bienes.
R. Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 15, 4. 5
R. Aleluya, aleluya.
Permanezcan en mí y yo en ustedes, dice el Señor;
el que permanece en mí da fruto abundante.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 15, 1-8
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.

Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.

Reflexión

En el relato que nos presenta el evangelista Juan , Jesús emplea la metáfora de la vid y los sarmientos para ilustrar una profunda verdad espiritual que ha resonado a través de los siglos. La imagen de la vid era significativa en el contexto judío, no solo por su importancia económica, sino también por su simbolismo en las Escrituras, donde Israel es a menudo representada como una viña plantada y cuidada por Dios. Aquí, Jesús se revela como la verdadera vid, una imagen que reconfigura la antigua identidad de Israel alrededor de su persona y misión.

“Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador”, declara Jesús. Esta afirmación no solo identifica su relación única con el Padre, sino que también destaca el papel activo de Dios como el cuidador que poda y limpia. La poda, aunque pueda parecer severa, tiene como objetivo fomentar un crecimiento más vigoroso y una abundante fructificación. Así, cada discípulo es invitado a una dependencia total en Cristo para llevar fruto, lo cual implica una vida de fe activa y comprometida.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestra propia conexión con Cristo. En nuestra vida diaria, ¿nos mantenemos unidos a él, permitiendo que su vida fluya a través de nosotros? La promesa de Jesús es clara: apartados de él, nada podemos hacer. Esto resuena en nuestra vida contemporánea al recordarnos la importancia de la conexión espiritual y comunitaria. Actualmente se valora la independencia y el éxito individual, el llamado a permanecer en Cristo y a depender de Él parece contracultural.

Además, el fruto que Jesús menciona no se limita a logros visibles o cuantificables. Es un fruto del espíritu que se manifiesta en amor, alegría, paz, paciencia, y otras virtudes que enriquecen nuestras relaciones y comunidades. Este proceso de fructificación es gradual y requiere tiempo, atención y dedicación, al igual que el cuidado de una viña.

Asimismo, este pasaje nos alienta a examinar nuestras propias vidas a la luz de la verdad y el amor de Dios. La poda divina puede implicar renunciar a aspectos de nuestra vida que no contribuyen a nuestro crecimiento espiritual o al bienestar común. Este proceso, aunque doloroso, es esencial para nuestra transformación y para alcanzar una mayor plenitud en nuestra relación con Dios y con los demás.

Para resumir Juan nos reta a reevaluar nuestra fidelidad y nuestro compromiso con seguir a Cristo. Nos recuerda que nuestra verdadera fuerza y capacidad de impactar positivamente el mundo provienen no de nosotros mismos, sino de nuestra unión con él, que es la fuente de toda vida y amor.




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