Publicaciones Diarias

abril 19, 2024 in Evangelios

Evangelio del 20 de abril del 2024

Sábado de la III semana de Pascua

Lectionary: 278

Primera lectura

Hch 9, 31-42
En aquellos días, las comunidades cristianas gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaria, con lo cual se iban consolidando, progresaban en la fidelidad a Dios y se multiplicaban, animadas por el Espíritu Santo.

Pedro recorría toda la región y una vez fue a visitar a los fieles que vivían en Lida. Ahí encontró a un hombre, llamado Eneas, que tenía ya ocho años de estar en cama, paralítico. Pedro le dijo: “Eneas, Jesucristo te da la salud. Levántate y tiende tu cama”. Eneas se levantó inmediatamente; y todos los habitantes de Lida y de la llanura de Sarón que lo vieron, se convirtieron al Señor.

Había en Jafa, entre los discípulos, una mujer llamada Tabitá (que significa “gacela”), la cual hacía infinidad de obras buenas y repartía limosnas. En aquellos días cayó enferma y murió. Lavaron su cadáver y lo tendieron en una habitación del segundo piso. Como Lida está cerca de Jafa, los discípulos, sabiendo que Pedro estaba allá, enviaron dos hombres para suplicarle que fuera a Jafa sin tardar. Pedro fue con ellos. Tan pronto como llegó, lo condujeron a la habitación del segundo piso. Allí lo rodearon todas las viudas, llorando y mostrándole las túnicas y los vestidos que Tabitá les había hecho, cuando aún vivía.

Pedro mandó salir a todos, se postró de rodillas y se puso a orar; luego, dirigiéndose a la muerta, dijo: “Tabitá, levántate”. Ella abrió los ojos y al ver a Pedro, se incorporó. Él la tomó de la mano y la levantó; llamó a los fieles y a las viudas y se la entregó viva. Esto se supo por toda Jafa y muchos creyeron en el Señor.

Salmo Responsorial

Salmo 115, 12-13. 14-15. 16-17
R. (12) ¿Cómo le pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho? Aleluya.

¿Cómo le pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Levantaré el cáliz de salvación
e invocaré el nombre del Señor.
R. ¿Cómo le pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho? Aleluya.

Cumpliré mis promesas al Señor
ante todo su pueblo.
A los ojos de Dios es muy penoso
que mueran sus amigos.
R. ¿Cómo le pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho? Aleluya.

De la muerte, Señor, me has librado,
a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava.
Te ofreceré con gratitud un sacrificio
e invocaré tu nombre.
R. ¿Cómo le pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho? Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Jn 6, 63. 68
R. Aleluya, aleluya.
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
Tú tienes palabras de vida eterna.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 6, 60-69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús dijeron al oír sus palabras: “Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?”

Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen”. (En efecto, Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo habría de traicionar). Después añadió: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”.

Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?” Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.

Reflexión

En Juan 6, 60-69, nos enfrentamos a un momento de discernimiento crítico para los seguidores de Jesús. Las palabras que Él ofrece, saturadas de profundidad espiritual y desafío, provocan una crisis de fe entre sus discípulos. Este episodio destila un principio esencial para cualquier diálogo sobre la fe auténtica: la aceptación de la enseñanza divina, a menudo en conflicto con la lógica humana. Jesús presenta un discurso que excede lo meramente racional o evidente, invitando a sus oyentes a una comprensión que trasciende lo tangible.

La reacción de deserción de algunos discípulos ilustra una verdad perturbadora sobre la naturaleza humana y su frecuente resistencia a lo divinamente revelado cuando esto contradice las expectativas o el confort personal. La insistencia de Jesús en que las palabras que ha hablado son “espíritu y vida” sugiere una llamada a mirar más allá de lo inmediato y lo fácilmente comprensible. Es un llamamiento a reconocer la verdadera fuente de vida en el logos divino, que aunque desafiante, es también redentor.

Pedro, contrastando con los que se alejan, afirma su fidelidad a Cristo reconociendo que solo Él tiene palabras de vida eterna. Este acto no solo subraya la fe de Pedro, sino que también resalta un elemento esencial del caminar cristiano: la perseverancia en la fe frente a enseñanzas que desafían tanto la mente como el espíritu. La respuesta de Pedro encapsula la aceptación del misterio divino que, aunque intrincado, es el único camino hacia la salvación y la plenitud espiritual.

Este pasaje, entonces, no solo narra un episodio histórico, sino que también actúa como una alegoría perpetua sobre la elección entre lo superficialmente atractivo y lo profundamente verdadero. Nos impulsa a considerar cómo nuestras propias elecciones reflejan una respuesta a la llamada divina, especialmente en tiempos de incertidumbre o desafío espiritual. La enseñanza de Jesús, impregnada de eternidad, nos invita a adoptar una perspectiva que valora lo duradero sobre lo fugaz, la verdad sobre la complacencia.




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