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octubre 23, 2023 in Evangelios

Lecturas del día 30 de octubre de 2023

Primera lectura

Rom 8, 12-17
Hermanos: Nosotros no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán.

Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. No han recibido ustedes un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo, sino un espíritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios.

El mismo Espíritu Santo, a una con nuestro propio espíritu, da testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él para ser glorificados junto con él.

Salmo Responsorial

Salmo 67, 2 y 4. 6-7ab. 20-21
R. Bendito sea el Señor, que nos salve.
Cuando el Señor actúa,
sus enemigos se dispersan
y huyen ante su faz los que lo odian.
Ante el Señor, su Dios,
gocen los justos y salten de alegría.
R. Bendito sea el Señor, que nos salve.
Porque el Señor, desde su templo santo.
a huérfanos y viudas da su auxilio;
él fue quien dio a los desvalidos casa,
libertad y riqueza a los cautivos.
R. Bendito sea el Señor, que nos salve.
Bendito sea el Señor, día tras día,
que nos lleve en sus alas y nos salve.
Nuestro Dios es un Dios de salvación,
porque puede librarnos de la muerte.
R. Bendito sea el Señor, que nos salve.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Jn 17, 17
R. Aleluya, aleluya.
Tu palabra, Señor, es la verdad;
santifícanos en la verdad.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 13, 10-17
Un sábado, estaba Jesús enseñando en una sinagoga. Había ahí una mujer que llevaba dieciocho años enferma por causa de un espíritu malo. Estaba encorvada y no podía enderezarse. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad”. Le impuso las manos y, al instante, la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiera hecho una curación en sábado, le dijo a la gente: “Hay seis días de la semana en que se puede trabajar; vengan, pues, durante esos días a que los curen y no el sábado”.

Entonces el Señor dijo: “¡Hipócritas! ¿Acaso no desata cada uno de ustedes su buey o su burro del pesebre para llevarlo a abrevar, aunque sea sábado? Y a esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo atada durante dieciocho años, ¿no era bueno desatarla de esa atadura, aun en día de sábado?”

Cuando Jesús dijo esto, sus enemigos quedaron en vergüenza; en cambio, la gente se alegraba de todas las maravillas que él hacía.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

¡Abba, Padre!

San Pablo afirma rotundamente que “estamos en deuda”. Pero esa condición de endeudados la vivimos desde nuestra realidad de ser hijos de Dios. Hemos recibido “un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba Padre!”. Nuestra condición de cristianos la vivimos desde estas dos realidades. Somos unos endeudados y a la vez hijos de Dios.

Todo cristiano es un endeudado. No de dinero, sino de amor. “No estéis en deuda con nadie, a no ser en el amaros unos a otros”. “A nadie le debáis nada, más que amor”. De por vida, estamos endeudados de amor con los demás. Nunca podemos decir a ninguna persona que ya la hemos amado bastante, y que no tenemos que amarla más. Nunca amaremos lo suficiente. En el amar siempre estaremos en deuda.

Pero esta deuda perenne en el amor la debemos de vivir desde nuestra condición de hijos de Dios. Lo de ser hijos de Dios tiene sabrosas consecuencias para nosotros. Por ser hijos de hijos de Dios, recibimos la herencia ni más ni menos que de Dios, somos coherederos con Cristo… y aunque en esta tierra nos toque sufrir con él, después de nuestra muerte seremos también con él glorificados.

Demos gracias a nuestro Dios por habernos hecho endeudados, pero endeudados en el amor, y por habernos hecho hijos suyos.

¿No había que soltarla en sábado?

De nuevo en este evangelio aparece la cuestión del sábado. Bien sabemos la importancia del sábado para los judíos. Era un día especial para dedicarlo por entero al Señor y, por eso, tenía numerosas prohibiciones, no se podían hacer muchas cosas, que estaban permitidas el resto de días de la semana, para no distraer la glorificación de Dios.

Pero Jesús, a propósito del sábado, afirma que no puede hacer ninguna ley que prohíba hacer el bien a cualquier persona humana. El bien de un hombre, el curar a una persona de su enfermedad está por encima de cualquier prohibición sabática. Amar al hombre es amar y glorificar a Dios.

El jefe de la sinagoga no entendía la acción curativa de Jesús en sábado, afirmando que ya tenían el resto de la semana para hacer curaciones. A lo que Jesús, con su habitual agudeza, le responde: “Hipócritas: cualquiera de vosotros ¿no desata del pesebre al buey o al burro, y lo lleva a abrevar, aunque sea en sábado?”. Pues también a esta persona se la puede desatar de su mal en sábado.




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