Publicaciones Diarias

mayo 20, 2024 in Evangelios

Evangelio del 21 de mayo del 2024

Martes de la VII semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 342

Primera lectura

San 4, 1-10

Hermanos míos: ¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra. Y si no lo alcanzan, es porque no se lo piden a Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres.

Gente infiel, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por lo tanto, quien decide ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. No piensen que la Escritura dice en vano: Dios ama celosamente a nuestro espíritu y nos da su gracia con generosidad. Por eso dice también la Escritura: Dios aborrece a los soberbios y concede su gracia a los humildes.

Por consiguiente, sométanse a Dios; resistan al diablo y se alejará de ustedes. Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Que los pecadores se purifiquen las manos y se decidan por Dios los indecisos. Comiencen ya a lamentar y a llorar su miseria. Que su risa se convierta en llanto y su alegría en tristeza. Humíllense ante el Señor y él los enaltecerá.

Salmo Responsorial

Salmo 54, 7-8. 9-10a. 10b-11a. 23

R. (23a) Descarga en el Señor lo que te agobia.
En la angustia me dije: “Si tuviera,
como la paloma, alas, yo me iría
volando por el desierto,
para poder vivir libre de intrigas.
R. Descarga en el Señor lo que te agobia.
A salvo me pondría
del viento huracanado,
de las voces que dan mis enemigos
y de sus opresiones “.
R. Descarga en el Señor lo que te agobia.
Sólo veo en la ciudad
violencias y discordias,
que da día y de noche
por sus murallas rondan.
R. Descarga en el Señor lo que te agobia.
Descarga en el Señor lo que te agobia
y él te aliviará.
La derrota del justo para siempre
jamás permitirá.
R. Descarga en el Señor lo que te agobia.

Aclamación antes del Evangelio

Gál 6, 14

R. Aleluya, aleluya.
No permita Dios que yo me gloríe en algo
que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por el cual el mundo está crucificado para mí
y yo para el mundo.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”.

Reflexión

El evangelio de hoy de Marcos 9, 30-37 nos presenta una enseñanza profunda y desafiante de Jesús a sus discípulos. Viajando juntos, Jesús comparte nuevamente el destino que le espera: será entregado, sufrirá y resucitará al tercer día. Los discípulos, sin entender completamente, se sienten confundidos y temerosos de preguntar más detalles.

Al llegar a Cafarnaúm, Jesús percibe que han estado discutiendo en el camino. Les pregunta sobre el tema de su conversación y descubre que han estado debatiendo quién de ellos es el más importante. Esta preocupación por la jerarquía y el estatus revela su incomprensión sobre el verdadero significado del discipulado.

Jesús, con su característica sabiduría, aprovecha este momento para enseñarles una lección esencial sobre la naturaleza del Reino de Dios. Les explica que en su reino, la grandeza no se mide por el poder o la autoridad, sino por la humildad y la disposición a servir a los demás. Para ilustrar este punto, pone a un niño en medio de ellos, resaltando que la verdadera grandeza radica en acoger y cuidar a los más vulnerables y dependientes.

En el contexto de la época, los niños no tenían estatus ni derechos significativos; eran considerados como los más bajos en la escala social. Al usar a un niño como ejemplo, Jesús marca la importancia de acoger a aquellos que no tienen nada que ofrecer a cambio, de servir sin buscar reconocimiento o recompensa.

Esta enseñanza desafía nuestras propias aspiraciones y ambiciones. Nos invita a reflexionar sobre qué significa realmente ser grande a los ojos de Dios. En lugar de buscar posiciones de poder o reconocimiento, Jesús nos llama a vivir con humildad, a servir con amor y a valorar a cada persona, especialmente a los más pequeños y desprotegidos.

En nuestro mundo actual, donde la búsqueda de éxito y prestigio es predominante, este mensaje es contracultural y profundamente transformador. Nos invita a reorientar nuestras vidas hacia el servicio desinteresado y el amor genuino hacia los demás, reflejando así el corazón de Jesús en nuestras acciones cotidianas.

Vivir esta enseñanza implica un cambio de perspectiva: ver la grandeza no como una meta de autoexaltación, sino como una vida dedicada al bien de los demás. Al hacerlo, nos acercamos más al verdadero espíritu del evangelio y nos convertimos en auténticos discípulos de Cristo, llevando su luz y amor al mundo.




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