Lecturas del día 28 de Octubre de 2021
Primera Lectura
Hermanos: Ya no son ustedes extranjeros ni advenedizos; son conciudadanos de los santos y pertenecen a la familia de Dios, porque han sido edificados sobre el cimiento de los apóstoles y de los profetas, siendo Cristo Jesús la piedra angular.
Sobre Cristo, todo el edificio se va levantando bien estructurado, para formar el templo santo del Señor, y unidos a él también ustedes se van incorporando al edificio, por medio del Espíritu Santo, para ser morada de Dios.
Salmo Responsorial
R. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Los cielos proclaman la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día comunica su mensaje al otro día
y una noche se lo transmite a la otra noche.
R. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Sin que pronuncien una palabra,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra llega su sonido
y su mensaje hasta el fin del mundo.
R. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles.
R. Aleluya.
Evangelio
Por aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón. Habían venido a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
Palabra de Dios, te alabamos Señor.
Reflexión
Hermanas y hermanos
Hoy celebramos la fiesta de san Simón y san Judas Tadeo. Dos santos poco conocidos, pero no menos importantes que los otros que formaban parte del grupo de los Doce Apóstoles. Y en este contexto, la liturgia nos propone el evangelio que hemos escuchado, lleno de símbolos y un profundo mensaje. Podemos destacar de él muchos aspectos, pero sólo pondremos la atención en tres puntos: Jesús sube a la montaña a orar (oración), elige a los Doce apóstoles de entre sus discípulos (elección) y prosigue después su trabajo misionero (misión).
Jesús fue un hombre de oración. Aquí comienza la enseñanza de hoy. Cuando decimos que debemos seguir los pasos de Jesús, debemos comenzar por este pequeño pero fundamental detalle: su relación con el Padre. Jesús era un hombre-para-los-demás y un hombre-para-Dios. Con mucha frecuencia los evangelios nos dicen que pasó la noche orando, o que se levantó de madrugada a orar, o que se retiró a un lugar solitario a orar. Su relación con el Padre fue permanente y aún en medio de las múltiples ocupaciones, pues a veces no tenían tiempo ni para comer, saca el tiempo y el espacio para esto que es indispensable en su vida.
Y con más razón en esta ocasión: “se retiró al monte a orar y pasó la noche en oración con Dios”. Iba a tomar una decisión y debía consultarla con el Padre. Antes de sus acciones más importantes se retiraba a orar largamente. Es una buena costumbre, recomendada por muchos santos y cultivada por muchos cristianos, la de rezar antes de comenzar un trabajo. Como creyentes, decimos que nuestra vida está en las manos de Dios; pues al menos deberíamos consultarle las decisiones que vamos a tomar; pedir su luz y su gracia para aquello que vamos a realizar.
La elección de los Doce Apóstoles, aquellos hombres que representaban al nuevo pueblo de Dios. La elección de los apóstoles es uno de los momentos centrales de la historia de Jesús. Casi nadie se enteró, pero aquel puñado de hombres normales, débiles y llenos de defectos, fue la chispa que más tarde se convirtió en fuego que hizo arder al mundo. Elegir y llamar fue una importante praxis de Jesús. Pero ese servicio es hoy olvidado por muchos. Lo confunden con el proselitismo (propio de fariseos y no de seguidores de Jesús) y, además, resulta frustrante los frecuentes rechazos y resistencias que encuentra. Por esas y otras razones, muchos justifican su inhibición y no llaman a otros a encontrarse con Jesús. Muchos no serán sus discípulos si nadie se atreve humildemente y con mucha valentía a llamarles.
Llamó a doce hombres normales, como nosotros. Llenos de cualidades, pero también de debilidades y defectos. Los llamó y les dio un nombre, una identidad. Así también nos llama a nosotros, por nuestro nombre. En el momento de nacer, cuando nos toman en brazos y nos llaman por nuestro nombre, en ese momento somos ya alguien especial, nos convertimos en un ser concreto, no somos uno más, ya tenemos un nombre, unos apellidos, una identidad. Y también una misión. No somos “masa” inútil, sino personas con una tarea que realizar en la vida.
Finalmente, nos dice el evangelio que “Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón”. Era una muchedumbre necesitada, pobres y enfermos, y Jesús los acoge y los atiende. Esa es su misión: comunicar y concretizar el amor del Padre para con los más débiles y necesitados. Había pasado la noche en oración con el Padre; ahora pasará el día con la gente. Oración y acción íntimamente unidas. Así también debe ser nuestra vida como discípulos y discípulas de Jesús, que también hemos sido llamados por Él.
Que Dios los bendiga y los proteja.
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