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enero 23, 2024 in Evangelios

Lecturas del 24 de enero del 2024 :: Memoria de San Francisco de Sales

Memoria de San Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia

Lectionary: 319

Primera lectura

2 Sm 7, 4-17
En aquellos días, el Señor le habló al profeta Natán y le dijo: “Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto: ‘¿Piensas que vas a ser tú el que me construya una casa, para que yo habite en ella? Desde que saqué a Israel de Egipto hasta el presente, no he tenido casa, sino que he andado en una tienda de campaña, por dondequiera que han ido los hijos de Israel. ¿Acaso en todo ese tiempo le pedí a alguno de los jueces, a quienes puse como pastores de mi pueblo, Israel, que me construyera una casa de cedro?’

Di, pues, a mi siervo David: ‘Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas, para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo lo que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los hombres más famosos de la tierra.

Le asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré allí para que habite en su propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no lo oprimirán más, como lo han venido haciendo desde los tiempos en que establecí jueces para gobernar a mi pueblo, Israel. Y a ti, David, te haré descansar de tus enemigos. Además, yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Él me construirá una casa y yo consolidaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Si hace el mal, yo lo castigaré con vara fuerte y con azotes, pero no le retiraré mi favor, como lo hice con Saúl, a quien quité de tu camino. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’ “.

Natán comunicó a David todas estas palabras, conforme se las había revelado el Señor.

Salmo Responsorial

Salmo 88, 4-5. 27-28. 29-30
R. (29a) Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
“Un juramento hice a David, mi servidor,
una alianza pacté con mi elegido:
‘Consolidaré tu dinastía para siempre
y afianzaré tu trono eternamente’.

El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre,
el Dios que mi protege y que mi salva’.
Y yo lo nombraré mi primogénito
sobre todos los reyes de la tierra.

Yo jamás le retiraré mi amor
No volaré el juramento que le hice.
Nunca se extinguirá su descendencia
y su trono durará igual en el cielo”.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo;
todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 4, 1-20
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago, y se reunió una muchedumbre tan grande, que Jesús tuvo que subir en una barca; ahí se sentó, mientras la gente estaba en tierra, junto a la orilla. Les estuvo enseñando muchas cosas con parábolas y les decía:

“Escuchen. Salió el sembrador a sembrar. Cuando iba sembrando, unos granos cayeron en la vereda; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, donde apenas había tierra; como la tierra no era profunda, las plantas brotaron enseguida; pero cuando salió el sol, se quemaron, y por falta de raíz, se secaron. Otros granos cayeron entre espinas; las espinas crecieron, ahogaron las plantas y no las dejaron madurar. Finalmente, los otros granos cayeron en tierra buena; las plantas fueron brotando y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por uno”. Y añadió Jesús: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Cuando se quedaron solos, sus acompañantes y los Doce le preguntaron qué quería decir la parábola. Entonces Jesús les dijo: “A ustedes se les ha confiado el secreto del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera, todo les queda oscuro; así, por más que miren, no verán; por más que oigan, no entenderán; a menos que se arrepientan y sean perdonados”.

Y les dijo a continuación: “Si no entienden esta parábola, ¿cómo van a comprender todas las demás? ‘El sembrador’ siembra la palabra.

‘Los granos de la vereda’ son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero cuando la acaban de escuchar, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.

‘Los que reciben la semilla en terreno pedregoso’, son los que, al escuchar la palabra, de momento la reciben con alegría; pero no tienen raíces, son inconstantes, y en cuanto surge un problema o una contrariedad por causa de la palabra, se dan por vencidos.

‘Los que reciben la semilla entre espinas’ son los que escuchan la palabra; pero por las preocupaciones de esta vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás, que los invade, ahogan la palabra y la hacen estéril.

Por fin, ‘los que reciben la semilla en tierra buena’ son aquellos que escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha: unos, de treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento por uno”.

Reflexión

San Francisco de Sales, cuya memoria celebramos hoy, fue un destacado obispo y doctor de la Iglesia, conocido por su profunda sabiduría y amor a Dios. Viviendo en un período de grandes turbulencias religiosas en Europa, San Francisco se destacó por su enfoque gentil y amoroso, enfatizando la bondad de Dios y la accesibilidad de la vida espiritual para todos. Su legado, marcado por la convicción y la paciencia, nos recuerda la importancia de la perseverancia y la gentileza en nuestra fe.

Este espíritu de paciencia y comprensión se refleja bellamente en el Evangelio según San Marcos 4:1-20, conocido como la Parábola del Sembrador. En este pasaje, Jesús comparte la historia de un sembrador que esparce semillas en diferentes tipos de terreno, cada uno representando una respuesta diferente a la Palabra de Dios. 

Esta parábola es una rica fuente de enseñanzas sobre la recepción de la Palabra de Dios. Las semillas que caen en el camino, en terreno rocoso, entre espinos y en buena tierra, simbolizan las diversas maneras en que las personas acogen el mensaje divino. Esta parábola nos enseña que, aunque la Palabra de Dios es poderosa y vivificante, su fructificación en nosotros depende en gran medida de la disposición de nuestro corazón y mente.

En la época de Jesús, la agricultura era una parte fundamental de la vida cotidiana y las parábolas que utilizaban imágenes agrícolas eran inmediatamente comprensibles para su audiencia. Jesús utiliza esta familiaridad para impartir enseñanzas espirituales, empleando lo cotidiano para revelar verdades trascendentales.

La conexión con San Francisco de Sales es evidente en la paciencia del sembrador. Al igual que San Francisco, quien difundió incansablemente el mensaje cristiano a pesar de los desafíos, la parábola nos anima a ser perseverantes en nuestra fe. Nos impulsa  a preparar nuestro corazón, como un terreno fértil, para acoger la semilla de la Palabra, permitiendo que eche raíces profundas y produzca frutos abundantes.

En nuestra realidad actual, esta parábola nos invita a reflexionar sobre cómo recibimos y nutrimos la Palabra de Dios en nuestras vidas. ¿Somos como el camino, el terreno rocoso, los espinos, o la buena tierra? ¿Cómo podemos cultivar un corazón receptivo, que no solo escuche la Palabra, sino que también permita que transforme nuestras vidas?

Concluyendo, el mensaje de la Parábola del Sembrador, enriquecido por la memoria de San Francisco de Sales, nos llama a una profunda introspección y compromiso espiritual. Nos recuerda ser pacientes y persistentes en nuestra fe, abiertos a la transformación y el crecimiento espiritual. Así como un agricultor cuida su campo, estamos invitados a cuidar nuestra vida espiritual, siendo receptivos y abiertos a la acción transformadora de la Palabra de Dios en nuestras vidas.




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