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diciembre 28, 2023 in Evangelios

Lecturas del 3 de enero del 2024 :: Miércoles del tiempo de Navidad

Miércoles del tiempo de Navidad

Lectionary: 206

Primera lectura

1 Jn 2, 29–3, 6

Queridos hijos: Si ustedes saben que Dios es santo, tienen que reconocer que todo el que practica la santidad ha nacido de Dios.

Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a él.

Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Y todo el que tiene puesta en él esta esperanza, procura ser santo, como Jesucristo es santo. Todo el que comete pecado quebranta la ley, puesto que el pecado es quebrantamiento de la ley. Y si saben ustedes que Dios se manifestó para quitar los pecados, es porque en él no hay pecado. Todo el que pemanece en Dios, no peca. Todo el que vive pecando, es como si no hubiera visto ni conocido a Dios.

Salmo Responsorial

Salmo 97:1, 3CD-4, 5-6

R.(3a) Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.

Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
Su diestra y su santo brazo
le han dado la victoria.
R. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.

La tierra entera ha contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Que todos los pueblos y naciones
aclamen con júbilo al Señor
R. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.

Cantemos al Señor al son del arpa,
suenen los instrumentos.
Aclamemos al son de los clarines
al Señor, nuestro rey.
R. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.

Aclamación antes del Evangelio

JN 1, 14A. 12A

R. Aleluya, aleluya.
Aquel que es la Palabra se hizo hombre
y habitó entre nosotros.
A todos los que lo recibieron
les concedió poder llegar a ser hijos de Dios.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 1,29-34

Al día siguiente, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”.

Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ese es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios”.

Reflexión del evangelio según San Juan 1, 29-34

Este fragmento de las Escrituras en Juan 1, 29-34 relata el momento en el que Juan el Bautista reconoce a Jesús como el Cordero de Dios, aquel que quita el pecado del mundo.

Es fundamental entender el contexto de la época. El concepto de “Cordero de Dios” tiene raíces profundas en la tradición judía, especialmente en las prácticas de sacrificio del Antiguo Testamento. En el judaísmo, el sacrificio de corderos era una práctica común para la expiación de pecados. La figura de Jesús como el Cordero simboliza la culminación y superación de estos rituales antiguos, ofreciendo un sacrificio definitivo y eterno.

Este pasaje es un pilar fundamental en la comprensión cristiana de la redención y la gracia. Al identificar a Jesús como el “Cordero de Dios”, Juan el Bautista está anunciando no solo la llegada del Mesías esperado, sino también la inauguración de una nueva era en la relación entre Dios y la humanidad. Jesús es presentado como aquel que asume sobre sí los pecados del mundo, abriendo un camino de salvación y reconciliación con el Padre.

Esta narrativa nos lleva a una reflexión espiritual profunda. En la figura de Jesús, encontramos un modelo de humildad y entrega total. Su designación como el Cordero de Dios invita a los creyentes a contemplar la magnitud del amor y la misericordia divina. En Jesús, Dios se hace tangible y accesible, brindando esperanza y consuelo a la humanidad.

Este pasaje también resalta la importancia del reconocimiento y testimonio. Juan el Bautista, al identificar a Jesús, actúa como un puente entre las profecías del Antiguo Testamento y su cumplimiento en el Nuevo. De este modo, Juan se convierte en un modelo para todos los creyentes, llamados a reconocer y dar testimonio de la presencia salvífica de Dios en el mundo.

En la actualidad, este mensaje sigue siendo importante. En un mundo a menudo cargado de retos y sufrimientos, la imagen del Cordero de Dios ofrece una fuente de esperanza y fortaleza. Nos recuerda que, a pesar de nuestras imperfecciones y errores, existe un amor divino que nos acoge y redime. La invitación es a abrir nuestros corazones a este amor, permitiendo que transforme nuestras vidas y nos guíe hacia un camino de paz y plenitud.

Este pasaje nos alienta a buscar una relación más profunda y personal con lo divino, encontrando en ella un refugio y una guía en nuestro viaje espiritual.

 




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