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diciembre 21, 2023 in Evangelios

Lecturas del 29 de diciembre del 2023 :: Quinto día dentro de la octava de Navidad

Quinto día dentro de la octava de Navidad

Lectionary: 202

Primera lectura

1 Jn 2, 3-11
Queridos hermanos: En esto tenemos una prueba de que conocemos a Dios, en que cumplimos sus mandamientos. El que dice: “Yo lo conozco”, pero no cumple sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado a su plenitud, y precisamente en esto conocemos que estamos unidos a él. El que afirma que permanece en Cristo debe de vivir como él vivió.

Hermanos míos, no les escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que ustedes tenían desde el principio. Este mandamiento antiguo, es la palabra que han escuchado, y sin embargo, es un mandamiento nuevo éste que les escribo; nuevo en él y en ustedes, porque las tinieblas pasan y la luz verdadera alumbra ya.

Quien afirma que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien odia a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

Salmo Responsorial

Sal 95, 1-2a. 2b-3. 5b-6
R.(11a) Cantemos la grandeza del Señor.
Cantemos al Señor un nuevo canto,
que le cante al Señor toda la tierra;
cantemos al Señor y bendigámoslo.
R. Cantemos la grandeza del Señor.
Proclamemos su amor día tras día,
su grandeza anunciemos a los pueblos;
de nación en nación, sus maravillas.
R. Cantemos la grandeza del Señor.
Ha sido el Señor quien hizo el cielo;
hay gran esplendo en su presencia
y lleno de poder está su templo.
R. Cantemos la grandeza del Señor.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
Tú eres, Señor, la luz que alumbra a las naciones
y la gloria de tu pueblo, Israel.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 2, 22-35
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,
según lo que me habías prometido,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
al que has preparado para bien de todos los pueblos;
luz que alumbra a las naciones
y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Reflexión

El relato del Evangelio de Lucas 2:22-35 nos introduce en un momento trascendental de la vida temprana de Jesús: su presentación en el Templo. Este episodio, cargado de significado, ofrece una ventana a las costumbres y creencias del judaísmo del siglo I, así como profundas lecciones sobre la fe y la revelación divina.

La presentación en el Templo refleja la observancia judía de la purificación según la Ley de Moisés y la consagración del primogénito a Dios. Estas prácticas eran fundamentales en la vida religiosa judía y demuestran la fidelidad de María y José a sus tradiciones y creencias. Esta escena, situada en el corazón del judaísmo, también señala la integración de Jesús en su herencia religiosa y cultural desde su nacimiento.

El  pasaje es significativo por la revelación de Jesús como luz para las naciones y gloria de su pueblo Israel. Simeón, un hombre justo y devoto, esperaba la consolación de Israel y, guiado por el Espíritu, llega al Templo en este momento crucial. La profecía de Simeón al ver al niño Jesús no solo reconoce su identidad mesiánica sino que también predice el impacto de su vida y ministerio tanto para judíos como para gentiles. La designación de Jesús como luz para revelación a los gentiles enfatiza el alcance universal de su misión y el plan de salvación de Dios.

La figura de Simeón es también un modelo de fe y esperanza. Su vida de espera y su reconocimiento inmediato de Jesús como el Mesías marcan una profunda conexión espiritual y una confianza incondicional en las promesas de Dios. Su cántico, conocido como el Nunc Dimittis, es un testimonio de la fidelidad de Dios y un reflejo de la alegría y paz que vienen de encontrar a Cristo.

La narración invita a la reflexión sobre la importancia de la fe y la revelación en la vida cristiana. La presentación en el Templo nos muestra que los momentos sagrados a menudo ocurren en medio de rituales y prácticas cotidianas. Revela cómo Dios se encuentra y se revela a sí mismo en los contextos y tradiciones que forman nuestra vida diaria.

Además, la profecía de Simeón sobre María, que una espada traspasará su propia alma, anticipa el sufrimiento y el dolor que acompañarán el papel de Jesús como el Salvador. Este aspecto del relato nos recuerda que la fe a menudo implica enfrentar dificultades y desafíos, y que el camino de seguimiento a Cristo puede llevar al sacrificio y al sufrimiento personal.

El evangelio nos enseña sobre la importancia de las tradiciones y prácticas religiosas, la revelación divina en momentos ordinarios y la universalidad de la misión y mensaje de Jesús. Al reflexionar sobre este pasaje, somos invitados a reconocer y celebrar la presencia de Dios en nuestras propias vidas, a mantener la fe y la esperanza en sus promesas, y a abrir nuestros corazones a la luz que Cristo trae al mundo.




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