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diciembre 21, 2023 in Evangelios

Evangelio del 30 de diciembre del 2023 :: Sexto día dentro de la octava de Navidad

Sexto día dentro de la octava de Navidad

Lectionary: 203

Primera lectura

1 Jn 2, 12-17
Les escribo a ustedes, hijitos, porque han sido perdonados sus pecados en el nombre de Jesús. Les escribo a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les escribo a ustedes, jóvenes, porque han vencido al demonio. Les he escrito a ustedes, hijitos, porque conocen al Padre. Les he escrito a ustedes, padres, porque conocen al que existe desde el principio. Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y han vencido al demonio.

No amen al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo: las pasiones desordenadas del hombre, las curiosidades malsanas y la arrogancia del dinero, no vienen del Padre, sino del mundo. El mundo pasa y sus pasiones desordenadas también. Pero el que hace la voluntad de Dios tiene vida eterna.

Salmo Responsorial

Sal 95, 7-8a. 8b-9. 10

R.(11a) Alaben al Señor, todos los pueblos.
Alaben al Señor, pueblos del orbe,
reconozcan su gloria y su poder
y tribútenle honores a su nombre.
R. Alaben al Señor, todos los pueblos.
Ofrézcanle en sus atrios sacrificios.
Caigamos en su templo de rodillas.
Tiemblen ante el Señor los atrevidos.
R. Alaben al Señor, todos los pueblos.
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos.
El afianzó con su poder el orbe,
gobierna a las naciones con justicia.
R. Alaben al Señor, todos los pueblos.

Aclamación antes del Evangelio

R. Aleluya, aleluya.
Un día sagrado ha brillado para nosotros.
Vengan, naciones, y adoren al Señor,
porque hoy ha descendido una gran luz sobre la tierra.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño,) se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Reflexión

En  Lucas 2, 36-40, la figura central, Ana, una profetisa anciana, simboliza la devoción y la fe perseverante. Esta sección del evangelio no solo relata un suceso, sino que también encierra lecciones espirituales trascendentales.

La presencia de Ana en el Templo de Jerusalén revela aspectos importantes de la religiosidad judía. Su constancia en el templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día, resalta la importancia del culto y la devoción personal en la vida judía. Este comportamiento ejemplifica la piedad en una época donde la presencia de Dios se buscaba intensamente en lo cotidiano.

Este pasaje refleja la anticipación mesiánica que permeaba la sociedad judía de aquel entonces. Ana, al reconocer al niño Jesús como la redención de Jerusalén, personifica la esperanza mesiánica largamente anhelada por el pueblo judío. Su reconocimiento de Jesús como el Mesías prefigura la revelación de Dios en la figura de Cristo, un punto central en la teología cristiana.

La vida de Ana nos ofrece una rica enseñanza sobre la importancia de la fe y la espera activa. Su ejemplo nos impulsa a reflexionar sobre nuestra propia vida espiritual, invitándonos a vivir una fe que no solo espera pasivamente, sino que se activa en la oración, la meditación y el servicio. Asimismo, su acto de dar gracias a Dios y hablar del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén nos muestra cómo la fe personal debe traducirse en un testimonio activo.

Esta narrativa también nos invita a considerar la sabiduría que viene con la edad y la experiencia. Ana, una mujer de edad avanzada, representa la sabiduría que se adquiere a través de una vida de devoción y fe. Su reconocimiento del Mesías habla de una percepción espiritual afinada por años de servicio y oración.

La historia de Ana y su encuentro con Jesús nos impulsa a mantener una relación constante con Dios. Nos recuerda que la presencia de Dios se encuentra en los momentos más inesperados y que nuestra fe debe ser una búsqueda continua y un diálogo constante con lo sagrado.

Es un pasaje que nos muestra la riqueza de la tradición judeocristiana y la relevancia eterna de sus enseñanzas. En Ana, encontramos un modelo de fe y esperanza que sigue siendo pertinente en nuestro propio viaje espiritual. Su historia es un recordatorio de que la espiritualidad es un camino de constante búsqueda, servicio y testimonio.




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