Publicaciones Diarias

noviembre 7, 2023 in Evangelios

Lecturas del día 11 de noviembre de 2023

Primera lectura

Rom 16, 3-9. 16. 22-27
Hermanos: Saluden a Prisca y a Aquila, colaboradores míos en el servicio de Cristo Jesús, que por salvar mi vida arriesgaron la suya. A ellos no sólo yo, sino también todas las comunidades cristianas del mundo pagano les debemos gratitud. Saluden también a la comunidad que se reúne en casa de ellos.

Saluden a mi querido Epéneto, el primero que en la provincia de Asia se hizo cristiano. Saluden a María, que ha trabajado tanto por ustedes. Saluden a Andrónico y a Junías, mis paisanos y compañeros de prisión, que se han distinguido en predicar el Evangelio y en el apostolado, y que se hicieron cristianos antes que yo. Saluden a Ampliato, a quien tanto quiero en el Señor. Saluden a Urbano, colaborador nuestro en el servicio de Cristo, y a mi querido Estaquio.

Salúdense los unos a los otros con el saludo de paz. Todas las comunidades cristianas los saludan.

Yo, Tercio, el escribano de esta carta, también les mando un saludo en el Señor. Los saluda Gayo, que me hospeda a mí y a esta comunidad. Los saludan Erasto, administrador de la ciudad, y Cuarto, nuestro hermano.

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes. Amén.

A aquel que puede darles fuerzas para cumplir el Evangelio que yo he proclamado, predicando a Cristo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos, y que ahora, en cumplimiento del designio eterno de Dios, ha quedado manifestado por las Sagradas Escrituras, para atraer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios único, infinitamente sabio, démosle gloria, por Jesucristo, para siempre. Amén.

Salmo Responsorial

Salmo 144, 2-3. 4-5. 10-11

R. (1b) Dichosos los que aman al Señor.
Un día tras otro bendeciré tu nombre
y no cesará mi boca de alabarte.
Muy digno de alabanza es el Señor,
por ser su grandeza incalculable.
R. Dichosos los que aman al Señor.
Cada generación, a la que sigue
anunciará tus obras y proezas.
Se hablará de tus hechos portentosos,
del glorioso esplendor de tu grandeza.
R. Dichosos los que aman al Señor.
Que te alaben, Señor, todas tus obras
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
R. Dichosos los que aman al Señor.

Aclamación antes del Evangelio

2 Cor 8, 9
R. Aleluya, aleluya.
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre,
para enriquecernos con su pobreza.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 16, 9-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo. El que es fiel en las cosas pequeñas, también es fiel en las grandes; y el que es infiel en las cosas pequeñas, también es infiel en las grandes. Si ustedes no son fieles administradores del dinero, tan lleno de injusticias, ¿quién les confiará los bienes verdaderos? Y si no han sido fieles en lo que no es de ustedes, ¿quién les confiará lo que sí es de ustedes?

No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se apegará al primero y despreciará al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.

Al oír todas estas cosas, los fariseos, que son amantes del dinero, se burlaban de Jesús. Pero él les dijo: “Ustedes pretenden pasar por justos delante de los hombres; pero Dios conoce sus corazones, y lo que es muy estimable para los hombres es detestable para Dios”.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Hoy, al recordar la vida y obra de San Martín de Tours, un obispo que se destacó por su humildad y su compromiso con los más necesitados, nos volcamos hacia las Sagradas Escrituras para encontrar guía y luz en nuestras propias vidas. San Martín, quien en el siglo IV después de Cristo compartió su manto con un mendigo en un acto de caridad que resonaría a lo largo de los siglos, nos invita a meditar sobre la generosidad y la rectitud de corazón.

En este contexto de conmemoración y veneración, nos acercamos al Evangelio según San Lucas, capítulo 16, versículos del 9 al 15, donde Jesús nos entrega una enseñanza que despliega múltiples niveles de comprensión. Esta porción de la Escritura, impregnada de sabiduría divina, confronta nuestros valores y nuestra administración de los bienes terrenales.

El pasaje apunta sobre las “riquezas injustas” para ganar amigos que nos reciban en las moradas eternas. Aquí, Jesucristo no está aplaudiendo la injusticia, sino destacando la astucia y la previsión. Es una llamada a la prudencia, no solo en el manejo de nuestros recursos, sino en la construcción de relaciones que trascienden lo material y temporario. La perspectiva teológica aquí es profunda: el uso de los bienes materiales debe estar en servicio de la solidaridad y la fraternidad, reflejando el amor divino que se desvive por el otro.

Además, el evangelio nos advierte sobre la fidelidad en lo poco y en lo mucho. Si en las pequeñas cosas somos deshonestos, en las grandes actuaciones de la vida no seremos dignos de confianza. Aquí se revela una verdad espiritual: la integridad del alma no se mide en la magnitud de los actos, sino en la honestidad y coherencia de los mismos.

La lectura prosigue hablando de la imposibilidad de servir a dos señores, Dios y el dinero. En una época donde la acumulación de riquezas se veía como un signo de bendición divina, Jesús cuestiona esta noción y coloca a Dios como el único señor digno de servicio absoluto. Este concepto resuena con fuerza en la actualidad, donde el materialismo a menudo intenta ocupar el lugar central en las vidas humanas.

El pasaje finaliza con Jesús señalando la justicia propia que los fariseos proclamaban, afirmando que lo que es estimado entre los hombres es abominación delante de Dios. Aquí la enseñanza trasciende la moral popular y social para situarse en la moral divina, que ve más allá de las apariencias y juzga según la verdad del corazón.

El mensaje de este evangelio era revolucionario en la sociedad de la época, donde la estratificación social y la riqueza estaban a menudo ligadas a la percepción de la rectitud. La enseñanza de Jesús rompe con esta asociación y llama a una evaluación más profunda de las acciones y las intenciones humanas, una evaluación que San Martín de Tours encarnó en su vida y ministerio.

En la confluencia de lo histórico, lo teológico y lo espiritual, este mensaje nos lleva a revisar nuestra relación con los bienes terrenales, nuestra fidelidad en las responsabilidades cotidianas, y nuestra devoción a Dios por encima de todo lo material. La vida de San Martín, al igual que el mensaje de Lucas, nos alienta a vivir de manera que nuestros actos reflejen un corazón centrado en Dios y compasivo hacia el prójimo.

Al reflexionar sobre este pasaje, somos llamados a una mirada interna, a evaluar cómo nuestras acciones reflejan nuestras prioridades espirituales. En el espíritu de San Martín, somos invitados a compartir no solo nuestras posesiones materiales, sino también nuestra fe y esperanza, haciendo de nuestra existencia un reflejo del amor y la generosidad que fluyen de un compromiso genuino con los valores del Evangelio.




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