mayo 17, 2024 in Evangelios

Evangelio del 17 de mayo del 2024

Viernes de la VII semana de Pascua

Lectionary: 301

Primera lectura

Hch 25, 13-21
En aquellos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para saludar a Festo. Como se detuvieron algún tiempo allí, Festo expuso al rey el caso de Pablo con estas palabras:

“Tengo aquí un preso que me dejó Félix, cuya condenación me pidieron los sumos sacerdotes y los ancianos de los judíos, cuando estuve en Jerusalén. Yo les respondí que no era costumbre romana condenar a ningún hombre, sin carearlo antes con sus acusadores, para darle la oportunidad de defenderse de la acusación.

Vinieron conmigo a Cesarea, y sin dar largas al asunto, me senté en el tribunal al día siguiente y mandé que compareciera ese hombre. Los acusadores que se presentaron contra él, no le hicieron cargo de ninguno de los delitos que yo sospechaba. Se trataba sólo de ciertas discusiones acerca de su religión y de un tal Jesús, ya muerto, que Pablo asegura que está vivo.

No sabiendo qué determinación tomar, le pregunté a Pablo si quería ir a Jerusalén para que se le juzgara allá de esos cargos; pero como él pidió ser juzgado por el César, ordené que siguiera detenido hasta que yo pudiera enviárselo”.

Salmo Responsorial

Salmo 102, 1-2. 11-12. 19-20ab

R. (19a) Bendigamos al Señor, que es el rey del universo. Aleluya.
Bendice, al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice, al Señor, alma mía,
y no te olvides de sus beneficios.
R. Bendigamos al Señor, que es el rey del universo. Aleluya.
Como desde la tierra hasta el cielo,
así es de grande su misericordia;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
R. Bendigamos al Señor, que es el rey del universo. Aleluya.
En el cielo el Señor puso su trono,
y su reino abarca el universo.
Bendigan al Señor todos los ángeles,
ejecutores fieles de sus órdenes.
R. Bendigamos al Señor, que es el rey del universo. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 14, 26
R. Aleluya, aleluya.
El Espíritu Santo les enseñará todas las cosas
y les recordará todo cuanto yo les he dicho,
dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 21, 15-19
En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.

Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.

Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.

Reflexión

En la vida cotidiana, todos enfrentamos momentos de duda y error, situaciones donde fallamos y sentimos que hemos decepcionado a quienes nos importan. Este pasaje del Evangelio de Juan 21,15-19, en el que Jesús dialoga con Pedro, resuena profundamente en nuestras vidas actuales, pues aborda temas de perdón, redención y compromiso.

Pedro había negado a Jesús tres veces, un acto de cobardía y miedo. Sin embargo, después de la resurrección, Jesús busca a Pedro no para reprocharle, sino para restaurarlo y darle una nueva misión. Este acto de Jesús es un recordatorio poderoso de que nuestros errores no nos definen. En cambio, lo que realmente importa es cómo respondemos al llamado a redimirnos y crecer a partir de nuestras experiencias.

Hoy, este pasaje nos invita a considerar nuestras propias vidas. ¿Cuántas veces nos hemos sentido indignos o incapaces debido a nuestras faltas? Jesús nos muestra que siempre hay espacio para la reconciliación y el crecimiento. Nos llama a transformar nuestros fallos en oportunidades para mostrar amor y compromiso.

La pregunta “¿Me amas?” que Jesús le hace a Pedro es también una pregunta para nosotros hoy. Es un llamado a examinar la profundidad de nuestro amor y nuestra fe. No se trata solo de palabras, sino de acciones que reflejan ese amor en nuestro día a día. En nuestras familias, trabajos y comunidades, somos invitados a demostrar este amor a través de gestos de bondad, comprensión y servicio.

Asimismo, la misión que Jesús le confía a Pedro, “Apacienta mis ovejas”, se convierte en una misión para cada uno de nosotros. Estamos llamados a cuidar, apoyar y guiar a quienes nos rodean. Este cuidado no se limita a lo material, sino que también implica estar presentes, escuchar y acompañar en los momentos difíciles.

En el mundo de hoy, donde tantas personas se sienten perdidas y desconectadas, el mensaje de este pasaje es más relevante que nunca. Somos llamados a ser faros de esperanza y amor, reflejando la misericordia y la gracia que hemos recibido. Nuestro desafío es vivir de manera que nuestro amor por Cristo sea evidente en cada interacción, en cada decisión y en cada acto de servicio.

En resumen, el pasaje de Juan nos motiva a ver nuestras vidas como una continua oportunidad de redención y servicio. Nos recuerda que, a pesar de nuestros errores, somos llamados a un amor auténtico y un compromiso sincero. Sigamos el ejemplo de Pedro, transformando nuestras caídas en testimonios de fe y amor en acción, siendo pastores de esperanza y compasión en nuestro entorno.




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