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julio 4, 2023 in Evangelios

Lecturas del día 5 de Julio de 2023

Primera lectura

Gn 21, 5. 8-20
Abraham tenía cien años, cuando nació su hijo Isaac. Creció el niño y lo destetaron; ese día Abraham dio un gran banquete.

Sara vio jugando con su hijo Isaac al hijo que Agar, la egipcia, le había dado a Abraham, y le dijo a éste: “Despide a esa esclava y a su hijo, pues el hijo de esa esclava no va a compartir la herencia con mi hijo Isaac”.

Abraham lo sintió mucho, por tratarse de su hijo, pero Dios lo consoló, diciéndole: “No te aflijas ni por el niño ni por tu esclava. Hazle caso a Sara en lo que te dice, porque es Isaac quien continuará tu descendencia. Aunque al hijo de la esclava lo convertiré en un gran pueblo, por ser descendiente tuyo”.

Se levantó, pues, Abraham de mañana, tomó pan y un odre de agua y se lo puso a Agar en los hombros, le entregó al niño y la despidió. Ella se fue y anduvo errante por el desierto de Berseba. Cuando se le acabó el agua, Agar dejó al niño bajo un matorral y fue a sentarse enfrente, a distancia como de un tiro de arco, pues decía: “No quiero ver morir al niño”.

Entonces el niño rompió a llorar y Dios oyó el llanto del niño. El ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: “¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, porque Dios ha oído el llanto del niño que está ahí. Levántate, toma al niño y llévalo de la mano, porque voy a convertirlo en un gran pueblo”. Entonces Dios le abrió los ojos y vio un pozo con agua. Fue, llenó el odre y le dio a beber al niño. Dios asistió al niño, que creció, vivió en el desierto y llegó a ser un gran tirador de arco.

Salmo Responsorial

Salmo 33, 7-8. 10-11. 12-13
R. (7a) El Señor escucha el clamor de los pobres.
El Señor escucha el clamor de los pobres
y los libra de todos sus angustias.
Junto a aquellos que temen al Señor
el ángel del Señor acampa y los protege.
R. El Señor escucha el clamor de los pobres.
Que amen al Señor todos sus fieles
pues nada faltará a los que lo aman;
el rico empobrece y pasa hambre;
a quien busca al Señor, nada le falta.
R. El Señor escucha el clamor de los pobres.
Escúchame, hijo mío:
voy a enseñarte como amar al Señor,
para que puedes vivir
y disfrutar la vida.
R. El Señor escucha el clamor de los pobres.

Aclamación antes del Evangelio

Sant 1, 18
R. Aleluya, aleluya.
Por su propia voluntad el Padre nos engendró
por medio del Evangelio,
para que fuéramos, en cierto modo,
primicias de sus creaturas.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 8, 28-34
En aquel tiempo, cuando Jesús desembarcó en la otra orilla del lago, en tierra de los gadarenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y fueron a su encuentro. Eran tan feroces, que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Los endemoniados le gritaron a Jesús: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?”

No lejos de ahí había una numerosa piara de cerdos que estaban comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús: “Si vienes a echarnos fuera, mándanos entrar en esos cerdos”. El les respondió: “Está bien”.

Entonces los demonios salieron de los hombres, se metieron en los cerdos y toda la piara se precipitó en el lago por un despeñadero y los cerdos se ahogaron.

Los que cuidaban los cerdos huyeron hacia la ciudad a dar parte de todos aquellos acontecimientos y de lo sucedido a los endemoniados. Entonces salió toda la gente de la ciudad al encuentro de Jesús, y al verlo, le suplicaron que se fuera de su territorio.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Dios le abrió los ojos

Algunos aspectos que podemos contemplar en la primera lectura de hoy:

En primer lugar, el aspecto de la fidelidad de Dios, que cumple siempre sus promesas; y fruto de la promesa de Dios, nacerá de Abraham y Sara, el hijo deseado: Isaac. Estas promesas van dirigidas en favor de la vida, en favor del ser humano. Pero el tiempo de Dios, no es nuestro tiempo. Aprendamos a esperar, a confiar en que Dios actúa y acompaña todas nuestras búsquedas y esperanzas. Dios nunca nos abandona. Sintámonos invitados a escuchar, a través de la Palabra, la promesa de Dios y también a descubrir su cumplimiento a lo largo de nuestra vida; descubrir cómo el Señor nos ha dado más de lo que esperábamos en formas totalmente sorprendentes.

Un segundo aspecto del relato, tiene relación con el conflicto que surge entre Sara y Agar, con el nacimiento de Isaac. Sara, siente celos, quizás también miedo, y mira a Ismael, el hijo de Agar, como alguien que puede competir con su hijo por la herencia del padre. Y por ello quiere que desaparezca, que deje la casa. ¡Cuántas veces reaccionamos como Sara! Y nos apropiamos de aquello que Dios nos da como si fuera algo que tuviéramos que defender, en lugar de compartir con los otros.

Para Abraham fue doloroso ceder a la petición de Sara y sin embargo la acoge. Seguramente a muchos de nosotros nos parece injusta la postura de Abraham. Pero lo importante del texto es lo que Dios le dice a Abraham: Ciertamente, en los planes del Señor, Isaac, será quien continúe la descendencia de Abraham, y por tanto el que será, junto a Abraham, padre del futuro pueblo de Israel.  Pero Dios, también dará a Ismael su parte; también Ismael se convertirá en padre de un pueblo. Una vez más, descubrimos el misterio insondable de Dios, cómo sus caminos no son nuestros caminos, y de qué maneras tan insospechadas y sorprendentes se vale el Señor para realizar sus planes.

Un último aspecto importante en el que me gustaría detenerme es en relación a la situación de vulnerabilidad extrema en que quedan Hagar e Ismael al ser expulsados de la casa de Abraham y sobre todo en la respuesta de Dios a esta situación. Porque cuando el horizonte humano que se vislumbra es de sufrimiento y de muerte, Dios abre pozos donde encontrar el agua que hace posible el resurgir de la vida.

El gran protagonista del relato de hoy es Dios: el Dios fiel a sus promesas, el Dios que nos abre los ojos para poder ver en los acontecimientos aparentemente contradictorios e incluso teñidos por el pecado, la presencia salvadora de Dios, el Dios que está siempre cerca del que sufre, protegiéndolo, tomándolo de la mano y poniéndolo en pie, El Dios que abre caminos de esperanza, cuando todo parece perdido. El Dios que nos muestra dónde encontrar el agua de la vida.

¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios?

Todo el Evangelio tiene un fuerte carácter simbólico:

Jesús llega a “la otra orilla, a la región de los gadarenos” es decir cruza las fronteras, más allá del judaísmo, para salir al encuentro del mundo pagano, alejado de la fe.

Al llegar salen a su encuentro dos endemoniados, dos personas atrapadas por el mal. Se nos dibuja un contexto (viven el cementerio, nadie se atreve a transitar por aquel camino) que nos habla de lo que implica ese mal: una vida de violencia, muerte, oscuridad. Su manera de dirigirse a Jesús indica que reconocen en aquel hombre poder sobre el mal, pero están tan atrapados por él, que no pueden acoger el bien que viene de Jesús y podría salvarlos (“¿Has venido a atormentarnos?”); por eso se ponen a la defensiva. Al mismo tiempo saben que ese bien acabará venciendo, como indica ese “antes de tiempo”.

Frente a la actitud de estas personas, las fuerzas del mal, personificadas en los demonios, se rinden ante Jesús, y aceptan su sitio y su final: su lugar, representado por el cerdo que en el mundo judío era considerado como impuro y su final, ser “precipitados al mar”, es decir su desaparición absoluta.

El Evangelio de este día nos invita a reconocer en nuestras vidas y en nuestro mundo el mal que nos habita y sus efectos sobre nuestra vida personal y las relaciones con los otros, con el mundo, con Dios. Pero también nos llena de esperanza, porque el amor de Cristo es capaz de liberarnos del pecado; sólo Él puede destruir el mal que nos oprime y hacer de nosotros personas nuevas.

Esto que debería alegrarnos, choca con la reacción del pueblo que, ante lo que cuentan los porquerizos, rechazan a Jesús. La pérdida de los cerdos, y por tanto de aquello que les aporta el sustento económico, es para ellos más importante que la curación de dos personas. Son las contradicciones que tantas veces vivimos nosotros mismos: ese querer estar al servicio de la vida y de los otros y al mismo tiempo querer defender el propio interés; dos deseos que a veces entran en conflicto y que nos invitan a tomar postura, a definir qué es para nosotros lo importante, sabiendo que en esa toma de postura, al mismo tiempo, acogemos o rechazamos al Señor.




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