Lecturas del día 22 de Diciembre de 2021
Primera Lectura
En aquellos días, Ana llevó a Samuel, que todavía era muy pequeño, a la casa del Señor, en Siló, y llevó también un novillo de tres años, un costal de harina y un odre de vino.
Una vez sacrificado el novillo, Ana presentó el niño a Elí y le dijo: “Escúchame, señor: te juro por mi vida que yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti, en este lugar, orando al Señor. Éste es el niño que yo le pedía al Señor y que él me ha concedido. Por eso, ahora yo se lo ofrezco al Señor, para que le quede consagrado de por vida”. Y adoraron al Señor.
Salmo Responsorial
R.(2a) Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador.
Mi corazón se alegra en el Señor,
en Dios me siento yo fuerte y seguro.
Ya puedo responder a mis contrarios,
pues eres tú, Señor, el que me ayuda.
R. Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador.
El arco de los fuertes se ha quebrado,
los débiles se ven de fuerzas llenos.
Se ponen a servir por un mendrugo
los antes satisfechos;
y sin tener que trabajar,
pueden saciar su hambre los hambrientos.
Siete veces da a luz la que era estéril
y la fecunda ya dejó de serlo.
R. Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador.
Da el Señor muerte y vida,
deja morir y salva de la tumba;
él es quien empobrece y enriquece,
quien abate y encumbra.
R. Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador.
El levantara del polvo al humillado,
al oprimido saca de su oprobio,
para hacerlo sentar entre los príncipes
en un trono glorioso.
R. Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Rey de las naciones y piedra angular de la Iglesia,
ven a salvar al hombre, que modelaste del barro.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, dijo María:
“Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre,
y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen.
Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,
como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia,
para siempre’’.
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra de Dios, te alabamos Señor.
Reflexión
Hermanas y hermanos
Las protagonistas de las lecturas de hoy son Ana, María y… también nosotros. Ana, fervorosa creyente, había llorado ante su Dios y Señor su esterilidad y le había suplicado le concediese un hijo con la promesa de conságraselo a Él. El Señor escuchó a Ana y Ana cumplió su promesa, que es lo que nos relata la primera lectura. Ofrece su hijo al Señor: “El Señor me ha concedido lo que pedía; por eso yo también se lo cedo al Señor y quedará cedido al Señor mientras viva”. Ciertamente cabe destacar que para Ana era Dios a quien había que rendir todo el corazón, a quien había que adorar, a quien había que amar.
La historia de Ana es una historia entrañable, muy humana y actual; con lágrimas, gozos, plegarias y fiestas que nos sumerge en un clima de admiración, piedad, disgusto y alegría. La debilidad de esta mujer afligida sirve para hacernos comprender que todo hijo es un don de Dios. La maternidad no es un “derecho”, como muchos piensan hoy, sino un regalo de Dios. ¡Cuántas veces estamos los cristianos adormecidos y somos estériles como Ana!
“Es de bien nacidos ser agradecidos”, dice el dicho popular. Y así lo hizo Ana entregando a Samuel al Señor para toda la vida. Después postrándose ante Él lo adoraron. Ana siente el profundo y sincero agradecimiento a Dios al reconocer que todo procede de Él, que el Señor es generoso y compasivo, que el Señor escucha las súplicas de los humildes.
La Protagonista del evangelio es María, que exulta de gozo y agradecimiento al Señor. Probablemente, después del “susto” inicial ante el anuncio del ángel Gabriel y haber aceptado la propuesta de Dios, responde “he aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra”. Y, como en la escena de la anunciación, muchas veces su corazón quedaría rendido a Dios y le daría continuas gracias “porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.
El evangelio de hoy nos relata la expresión verbalizada de su agradecimiento al Señor. Es el conocido cántico del “Magníficat”, donde le da gracias, no sólo por lo que le ha hecho a ella, sino por lo que nos ha hecho a todos nosotros, haciendo llegar su misericordia “a sus fieles de generación en generación”. Misericordia que llega también a “Israel, su siervo”. Y nos recuerda su postura ante los soberbios, los ricos, los poderosos, los humildes, los hambrientos…
La actitud y el canto de Ana, en la primera lectura, alcanza su plenitud en la actitud y canto de María. El canto de Ana parece servirle de base al cántico de la María, en el evangelio de hoy, no obstante en San Lucas hay muchas referencias a textos de los profetas y a los salmos. El Magníficat es un compendio de virtudes. María canta su salvación por Dios. María canta la salvación de Dios a los pobres, a los humildes, a los hambrientos. Es el canto de todo el pueblo de Dios, heredero de las promesas hechas a Abraham.
La sociedad en que vivimos está llena de incongruencias; mientras hay zonas en que la gente se muere de hambre en otras se tira la comida; los humildes pasan inadvertidos y parece que sólo tienen cabida los poderosos y prepotentes; muchas personas huyen de sus países para buscar una vida mejor y se quedan por el camino sin conseguir su sueño; todo son prisas y las cosas son para el momento; sin reloj ni sin celular hay quién no puede vivir. Viendo este caos el ejemplo de María nos debe hacer tocar de pies al suelo y comprender que muchas cosas son innecesarias y lo más importante es el amor, a Dios y al prójimo.
Los terceros protagonistas somos nosotros. En este adviento y siempre, debemos imitar a Ana y a María en los aspectos destacados en las lecturas de hoy. Debemos imitar a Ana teniendo siempre a Dios como lo que es, nuestro único Dios y Señor, con lo que eso lleva consigo. Debemos imitar a María dando continuas gracias a nuestro Dios por las maravillas que ha hecho y sigue haciendo en nosotros, empezando por el regalo de su Hijo.
Que Dios los bendiga y los proteja.
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