octubre 21, 2021 in Evangelios

Lecturas del día 21 de Octubre de 2021

Primera Lectura

Rom 7, 18-25

Hermanos: Bien sé yo que nada bueno hay en mí, es decir, en mi naturaleza humana deteriorada por el pecado. En efecto, yo puedo querer hacer el bien, pero no puedo realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero; y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado, que habita en mí.

Descubro, pues, en mí esta realidad: cuando quiero hacer el bien, me encuentro con el mal. Y aunque en lo más íntimo de mi ser me agrada la ley de Dios, percibo en mi cuerpo una tendencia contraria a mi razón, que me esclaviza a la ley del pecado, que está en mi cuerpo.

¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, esclavo de la muerte? ¡La gracia de Dios, por medio de Jesucristo, nuestro Señor!

Salmo Responsorial

Salmo 118, 66. 68. 76. 77. 93. 94

R. Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Enséñame a gustar y a comprender, tus preceptos,
pues yo me fío de ellos.
Tú, que eres bueno y haces beneficios,
instrúyeme en tus leyes.
R. Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Señor, que tu amor me consuele,
conforme a las promeses que me has hecho.
Muéstrame tu ternura y viviré,
porque en tu ley he puesto mi contento.
R. Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Jamás olvidaré tus mandamientos,
pues con ellos me diste vida.
Soy tuyo, sálvame,
Pues voy buscando tus leyes.
R. Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Mt 11, 25

R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 12, 54-59

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Cuando ustedes ven que una nube se va levantando por el poniente, enseguida dicen que va a llover, y en efecto, llueve. Cuando el viento sopla del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Si saben interpretar el aspecto que tienen el cielo y la tierra, ¿por qué no interpretan entonces los signos del tiempo presente? ¿Por qué, pues, no juzgan por ustedes mismos lo que les conviene hacer ahora?

Cuando vayas con tu adversario a presentarte ante la autoridad, haz todo lo posible por llegar a un acuerdo con él en el camino, para que no te lleve ante el juez, el juez te entregue a la policía, y la policía te meta en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de ahí hasta que pagues el último centavo’’.

Palabra de Dios, te alabamos Señor

Reflexión

Hermanas y hermanos

Probablemente la primera vez que escuchamos este pasaje del evangelio nos chocó y nos desconcertó.  Y si no fue así, tal vez no le pusimos mucha atención.  Porque si ponemos atención a cada una de las palabras y afirmaciones de Jesús, en un primer momento quedamos desconcertados.  Pero ahondando y profundizando en estas palabras caemos en la cuenta de que dicen la verdad y que Jesús acierta.

De entrada, estas palabras nos dan una imagen de Jesús completamente distinta a la que tradicionalmente tenemos.  Es frecuente que nuestra imagen de Jesús sea la de un hombre paciente, dulce, bondadoso, sencillo… El arte ha reforzado esta imagen y muchas veces hasta la ha distorsionado presentándonos una imagen con rasgos femeninos.  Es verdad que Jesús es el hombre compasivo y misericordioso; la “imagen de Dios invisible”; el príncipe de la paz.  Pero también es verdad que Jesús es un hombre hecho y derecho; que no se anda con medias tintas, ni dando tantos rodeos; es recio y valiente, capaz de producir lo que sus palabras de hoy nos dicen.

Jesús sabe que su mensaje dirigido a todos los hombres y mujeres es un mensaje que les alegra el corazón, que les lleva a vivir la vida con sentido y esperanza. Es como un fuego, y claro que Jesús desea que ese fuego, su mensaje iluminador y felicitante, llegue cuanto antes a todo el mundo, y les haga disfrutar de la vida.  También es cierto que Jesús ha venido a traer división y no paz. Lo que ha venido es a traer la buena noticia de su evangelio que nos lleva a la alegría de vivir; un proyecto del Reino de Dios que transforma nuestro mundo y nuestra historia. Por eso Jesús provoca división, porque habrá personas que no aceptan su mensaje ni su persona ni su proyecto del Reino.

Jesús es consciente de esto y por eso habla hoy del “fuego que ha venido a traer a la tierra” y del “bautismo de su muerte”. No hay contradicción alguna en las imágenes de Jesús compasivo y misericordioso. Cierto que el fuego puede ser y, con frecuencia es, lo más negativo y devastador para la persona humana y para la misma naturaleza.  Pero Jesús no se refiere a eso. Con esa imagen, expresa el deseo ardiente de su corazón de que el Reino de Dios que ha venido a instaurar sea, cuanto antes, una realidad.

Si la paz significa sólo la ausencia de guerra, de lucha, de fricción y división, Jesús no la quiere. Esa es la paz de los cementerios. Jesús, al implantar el Reino de Dios, no hizo otra cosa que humanizar, dar vida. Y no cualquier clase de vida, sino una calidad de vida de la que carecían muchos de sus seguidores y que quería fuera impronta de su Reino. Un estilo nuevo de ser y de existir, pacífico y pacificador, compatible con el empeño y la lucha por la justicia y el bienestar integral de la persona. Este es el fuego que vino a traer Jesús y que no tiene otro deseo más que arda y no se apague.

Este fuego provocará divisiones. La paz también es compatible con esta “desunión”. Se lo anunció a María el anciano Simeón en el Templo: “Este niño (Jesús) será signo de contradicción…”. Y así fue a lo largo de su vida y de su muerte. Y así ha seguido y sigue siendo en la vida y muerte de sus seguidores. Optar por Jesús, por su estilo de vida, por su Reino, trae la paz, la auténtica paz del corazón y de lo más auténtico de la persona. Pero, a veces, trae también división, incomprensión, descalificación y persecución.

Acercarse a Jesús es acercarse al Reino de Dios, a una experiencia inigualable, capaz de encender el corazón humano para siempre. Vivir esta incombustible experiencia nos hace capaces de abrasar y encender otros corazones y nos convierte en misioneros evangelizadores. Así se transmite la fe y se contagia la pasión por el Reino de Dios. Y esta pasión se traduce inevitablemente en pasión por los demás, por los más necesitados, por aquellos por los que Dios se apasiona y se compadece. No hay otro camino para la nueva evangelización de la que tanto hablamos. Sin Jesús y su reino no hay evangelización posible. No hay otro camino. El mundo de hoy quiere vivir nuevamente esa experiencia abrasadora capaz de encender de nuevo el corazón de la humanidad y llevarla hacia una situación más alta de justicia. Acerquémonos al fuego, sin miedo. Tomar partido por Jesús es agarrarse a la mejor bandera.

Que Dios los bendiga y los proteja.




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