Publicaciones Diarias

mayo 4, 2024 in Evangelios

Evangelio del 5 de mayo del 2024

VI Domingo de Pascua

Lectionary: 56

Primera lectura

Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48

En aquel tiempo, entró Pedro en la casa del oficial Cornelio, y éste le salió al encuentro y se postró ante él en señal de adoración. Pedro lo levantó y le dijo: “Ponte de pie, pues soy un hombre como tú”. Luego añadió: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere”.

Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo descendió sobre todos los que estaban escuchando el mensaje. Al oírlos hablar en lenguas desconocidas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes judíos que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los paganos.

Entonces Pedro sacó esta conclusión: “¿Quién puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?” Y los mandó bautizar en el nombre de Jesucristo. Luego le rogaron que se quedara con ellos algunos días.

Salmo Responsorial

Salmo 97, 1. 2-3ab. 3cd-4

R. (cf. 2b) El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Aleluya.
Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
Su diestra y su santo brazo
le han dado la victoria.
R. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Aleluya.
El Señor ha dado a conocer su victoria
y ha revelado a las naciones su justicia.
Una vez más ha demostrado Dios
su amor y su lealtad hacia Israel.
R. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Aleluya.
La tierra entera ha contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Que todos los pueblos y naciones
aclamen con júbilo al Señor.
R. El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Aleluya.

Segunda lectura

1 Jn 4, 7-10
Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.
El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 14, 23
R. Aleluya, aleluya.
El que me ama, cumplirá mi palabra, dice el Señor;
y mi Padre lo amará y vendremos a él.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 15, 9-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros”.

Reflexión

En Juan 15, 9-17, Jesús profundiza en la esencia del amor que debe caracterizar la vida de sus seguidores. Comienza con una declaración poderosa sobre su amor hacia ellos, un amor que refleja la relación perfecta y perpetua entre Él y su Padre. “Permanezcan en mi amor”, les insta, señalando la importancia de una conexión constante y consciente con su enseñanza y su esencia.

Este llamado a permanecer en su amor va acompañado de una instrucción clara: guardar sus mandamientos. Esta no es una obediencia mecánica, sino una elección que brota del amor y busca profundizar la relación con el Divino. Es en esta obediencia donde la alegría de Jesús se vuelve completa en nosotros, transformando la obediencia en una fuente de gozo profundo y no de carga.

Jesús también revela que no ve a sus seguidores meramente como siervos, sino como amigos. Esta elevación de estatus es significativa porque rompe las barreras formales de la relación y la transforma en una de intimidad y apertura mutua. Los amigos comparten secretos, y Jesús comparte con ellos todo lo que ha oído de su Padre, subrayando la confianza y la cercanía que caracteriza esta amistad.

Además, Jesús enfatiza que la elección ha sido suya: “No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes”. Esta elección divina viene con un propósito específico: que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así, la vida del creyente debe estar marcada no solo por la profundidad del amor recibido, sino también por la generosidad y el impacto de ese amor en el mundo.

Este mandato de amar se culmina con el mandamiento supremo: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Este amor sacrificial, que busca el bien sin esperar nada a cambio, es el núcleo del mensaje de Jesús y el corazón de la vida cristiana.

Reflexionar sobre este pasaje nos impulsa a examinar la calidad de nuestro amor y nuestra disposición para vivir en una obediencia que brota del amor genuino. Nos invita a valorar nuestras relaciones desde la perspectiva de la amistad con Cristo, impulsándonos a amar de manera activa y transformadora, buscando siempre el bienestar y el crecimiento de los demás, tal como Él ha hecho con nosotros.




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