Lecturas del día 26 de Febrero de 2023
Primera lectura
Después de haber creado el cielo y la tierra, el Señor Dios tomó polvo del suelo y con él formó al hombre; le sopló en la nariz un aliento de vida, y el hombre comenzó a vivir. Después plantó el Señor un jardín al oriente del Edén y allí puso al hombre que había formado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, de hermoso aspecto y sabrosos frutos, y además, en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
La serpiente era el más astuto de los animales del campo que había creado el Señor Dios. Un día le dijo a la mujer: “¿Es cierto que Dios les ha prohibido comer de todos los árboles del jardín?”
La mujer respondió: “Podemos comer del fruto de todos los árboles del jardín, pero del árbol que está en el centro, dijo Dios: ‘No comerán de él ni lo tocarán, porque de lo contrario, habrán de morir’ “.
La serpiente replicó a la mujer: “De ningún modo. No morirán. Bien sabe Dios que el día que coman de los frutos de ese árbol, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como Dios, que conoce el bien y el mal”.
La mujer vio que el árbol era bueno para comer, agradable a la vista y codiciable, además, para alcanzar la sabiduría. Tomó, pues, de su fruto, comió y le dio a su marido, que estaba junto a ella, el cual también comió. Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entrelazaron unas hojas de higuera y se las ciñeron para cubrirse.
Salmo Responsorial
Por tu inmensa compasión y misericordia,
Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas.
Lávame bien de todos mis delitos
y purifícame de mis pecados
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Puesto que reconozco mis culpas,
tengo siempre presentes mis pecados.
Contra ti sólo pequé, Señor,
haciendo lo que a tus ojos era malo.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Crea en mí, Señor, un corazón puro,
un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de ti,
ni retires de mí tu santo espíritu.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Devuélveme tu salvación, que regocija,
mantén en mí un alma generosa.
Señor, abre mis labios,
y cantará mi boca tu alabanza.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Segunda lectura
Hermanos: Así como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado entró la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.
Antes de la ley de Moisés ya existía el pecado en el mundo y, si bien es cierto que el pecado no se castiga cuando no hay ley, sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron como pecó Adán, cuando desobedeció un mandato directo de Dios. Por lo demás, Adán era figura de Cristo, el que había de venir.
Ahora bien, el don de Dios supera con mucho al delito. Pues si por el delito de uno solo hombre todos fueron castigados con la muerte, por el don de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos la abundancia de la vida y la gracia de Dios. Tampoco pueden compararse los efectos del pecado de Adán con los efectos de la gracia de Dios. Porque ciertamente, la sentencia vino a causa de un solo pecado y fue sentencia de condenación, pero el don de la gracia vino a causa de muchos pecados y nos conduce a la justificación.
En efecto, si por el pecado de un solo hombre estableció la muerte su reinado, con mucho mayor razón reinarán en la vida por un solo hombre, Jesucristo, aquellos que reciben la gracia superabundante que los hace justos.
En resumen, así como por el pecado de un solo hombre Adán, vino la condenación para todos, así por la justicia de un solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida. Y así como por la desobediencia de uno, todos fueron hechos pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos serán hechos justos.
O bien:
En resumen, así como por el pecado de un solo hombre, Adán, vino la condenación para todos, así por la justicia de un solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida. Y así como por la desobediencia de uno, todos fueron hechos pecadores, así por la obediencia de uno solo, todos serán hechos justos.
Aclamación antes del Evangelio
No sólo de pan vive el hombre,
sino también de toda palabra
que sale de la boca de Dios.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Jesús le contestó: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.
Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.
Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles para servirle.
Reflexión
oy celebramos el primer domingo de Cuaresma, y este tiempo litúrgico “fuerte” es un camino espiritual que nos lleva a participar del gran misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo. Nos dice san Juan Pablo II que «cada año, la Cuaresma nos propone un tiempo propicio para intensificar la oración y la penitencia, y para abrir el corazón a la acogida dócil de la voluntad divina. Ella nos invita a recorrer un itinerario espiritual que nos prepara a revivir el gran misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, ante todo mediante la escucha asidua de la Palabra de Dios y la práctica más intensa de la mortificación, gracias a la cual podemos ayudar con mayor generosidad al prójimo necesitado».
La Cuaresma y el Evangelio de hoy nos enseñan que la vida es un camino que nos tiene que llevar al cielo. Pero, para poder ser merecedores de él, tenemos que ser probados por las tentaciones. «Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo» (Mt 4,1). Jesús quiso enseñarnos, al permitir ser tentado, cómo hemos de luchar y vencer en nuestras tentaciones: con la confianza en Dios y la oración, con la gracia divina y con la fortaleza.
Las tentaciones se pueden describir como los “enemigos del alma”. En concreto, se resumen y concretan en tres aspectos. En primer lugar, “el mundo”: «Di que estas piedras se conviertan en panes» (Mt 4,3). Supone vivir sólo para tener cosas.
En segundo lugar, “el demonio”: «Si postrándote me adoras (…)» (Mt 4,9). Se manifiesta en la ambición de poder.
Y, finalmente, “la carne”: «Tírate abajo» (Mt 4,6), lo cual significa poner la confianza en el cuerpo. Todo ello lo expresa mejor santo Tomás de Aquino diciendo que «la causa de las tentaciones son las causas de las concupiscencias: el deleite de la carne, el afán de gloria y la ambición de poder».
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