Publicaciones Diarias

abril 28, 2024 in Evangelios

Evangelio del 29 de abril del 2024

Memoria de Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia

Lectionary: 285

Primera lectura

Hch 14, 5-18
En aquellos días, los paganos y los judíos de Iconio, apoyados por las autoridades, comenzaron a agitarse con la intención de maltratar y apedrear a Pablo y a Bernabé. Pero ellos se dieron cuenta de la situación y huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y predicaron el Evangelio en toda la región.

Había en Listra un hombre tullido de los pies desde su nacimiento que se pasaba la vida sentado y nunca había podido andar. El tullido escuchaba el discurso de Pablo, y éste, mirándolo fijamente, advirtió que aquel hombre tenía fe suficiente como para ser curado, y le ordenó en voz alta: “Levántate y ponte derecho sobre tus pies”. De un salto el hombre se puso en pie y comenzó a caminar. Cuando la gente vio lo que Pablo había hecho, empezaron a gritar en la lengua de Licaonia: “¡Dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos!” Decían que Bernabé era el dios Júpiter y Pablo el dios Mercurio, porque éste era el que hablaba.

El sacerdote del templo de Júpiter, situado a la entrada de la ciudad, llevó a las puertas unos toros adornados con guirnaldas, y junto con la muchedumbre, quería ofrecerles un sacrificio. Al darse cuenta de todo esto, los apóstoles Bernabé y Pablo se rasgaron las vestiduras e irrumpieron por entre la multitud, gritando:

“Ciudadanos, ¿por qué hacen semejante cosa? Nosotros somos hombres mortales, lo mismo que ustedes. Les predicamos el Evangelio que los hará dejar los falsos dioses y convertirse al Dios vivo, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo cuanto contienen. En épocas pasadas, Dios dejó que cada pueblo siguiera su camino, aunque siempre se dio a conocer por sus beneficios, mandando la lluvia y la cosecha a su tiempo, dándoles así comida y alegría en abundancia”. Y diciendo estas palabras, consiguieron impedir, a duras penas, que la multitud les ofreciera un sacrificio.

Salmo Responsorial

Salmo 113 B, 1-2. 3-4. 15-16

R. (1) Que todos te alaben sólo a ti, Señor. Aleluya.
No por nosotros, Señor, no por nosotros,
sino por ti mismo, manifiesta tu grandeza,
porque eres fiel y bondadoso.
Que no nos pregunten los paganos:
¿Dónde está el Dios de Israel?”
R. Que todos te alaben sólo a ti, Señor. Aleluya.
Nuestro Dios está en el cielo,
y él ha hecho todo lo que quiso.
En cambio, los ídolos de los paganos son oro y plata,
son dioses hechos por artesanos.
R. Que todos te alaben sólo a ti, Señor. Aleluya.
Que los llene de bendiciones el Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El Señor se ha reservado para sí el cielo
y a los hombres les ha entregado la tierra.
R. Que todos te alaben sólo a ti, Señor. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 14, 26
R. Aleluya, aleluya.
El Espíritu Santo les enseñará todas las cosas
y les recordará todo cuanto yo les he dicho, dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 14, 21-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

Entonces le dijo Judas (no el Iscariote): “Señor, ¿por qué razón a nosotros sí te nos vas a manifestar y al mundo no?” Le respondió Jesús: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.

Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho”.

Reflexión

En la liturgia de hoy, el Evangelio de Juan 14:21-26 nos abre las puertas a una comprensión más íntima y profunda del amor que Jesús nos tiene y la promesa del Espíritu Santo. Este pasaje nos habla directamente sobre la reciprocidad en nuestra relación con Dios: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”.

Aquí, Jesús no solo enfatiza la importancia de conocer sus enseñanzas, sino que pone el foco en vivirlas. No basta con saber qué es lo correcto; la verdadera medida de nuestro amor se muestra en nuestras acciones. En este sentido, la fe se convierte en algo vivo, algo que nos mueve y nos transforma desde dentro.

El Espíritu Santo juega un papel crucial en este proceso de transformación. Jesús lo llama el “Defensor” y promete que el Padre lo enviará para enseñarnos todo y recordarnos lo que Él nos ha dicho. Esta promesa es especialmente reconfortante porque nos asegura que no estamos solos en nuestro esfuerzo por vivir el evangelio. Tenemos un guía constante, un maestro que no solo reside en los textos sagrados, sino en lo más profundo de nuestros corazones.

En el día de hoy, también recordamos a Santa Catalina de Siena, una mujer que vivió intensamente la profundidad de estas verdades. Catalina fue una laica dominica que, a pesar de no ser monja, tuvo una influencia notable en la Iglesia de su tiempo. Su amor apasionado por Cristo y su intensa vida de oración le permitieron ejercer una especie de diplomacia espiritual en una época marcada por conflictos y reformas eclesiásticas. Catalina es un modelo de cómo la fe, nutrida por la oración y la acción, puede llevarnos a influir en nuestra comunidad y más allá.

Conectando esto con nuestra realidad, podemos preguntarnos: ¿Cómo estamos respondiendo al llamado a vivir y amar como Jesús nos enseñó? ¿Cómo el Espíritu Santo nos está guiando en nuestro día a día para ser testigos de la fe en nuestras familias, trabajos y comunidad?

Así como Santa Catalina transformó su entorno con su fervor y dedicación, nosotros también estamos llamados a ser luz en nuestra comunidad, mostrando con nuestras vidas el amor y la misericordia de Dios. Que el ejemplo de Santa Catalina nos inspire a vivir nuestra fe de manera activa y consciente, buscando siempre la guía del Espíritu Santo en cada paso que damos.




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