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marzo 27, 2024 in Evangelios

Evangelio del 28 de marzo del 2024

Jueves Santo
Misa vespertina de la Cena del Señor

Lectionary: 39

Primera Lectura

Ex 12, 1-8. 11-14

En aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: ‘El día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.

Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor.

Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto.

Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua’ ”.

Salmo Responsorial

Salmo 115, 12-13. 15-16bc. 17-18

R. (cf. 1 Co 10, 16) Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
¿Cómo le pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Levantaré el cáliz de salvación,
e invocaré el nombre del Señor.
R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
A los ojos del Señor es muy penoso
que mueran sus amigos.
De la muerte, Señor, me has librado,
a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava.
R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
Te ofreceré con gratitud un sacrificio
e invocaré tu nombre.
Cumpliré mis promesas al Señor
ante todo su pueblo.
R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.

Segunda Lectura

1 Cor 11, 23-26

Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he trasmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.

Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él”.

Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 13:34

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor,
que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Jn 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.

Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: ‘No todos están limpios’.

Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”.

Reflexión

El Jueves Santo, es un llamado a la entrega y el servicio

En el Evangelio de Juan 13, 1-15 nos presenta un momento crucial en la historia de la humanidad: la víspera de la Pasión de Jesús. En este contexto, se desarrolla un acto cargado de simbolismo y significado: el lavatorio de los pies.

Jesús, el Maestro y Señor, se arrodilla ante sus discípulos y les lava los pies, una tarea que normalmente realizaba un sirviente. Este acto, impensable para la época, refleja la profunda humildad de Jesús y su amor incondicional por sus seguidores.

Al lavar los pies, Jesús no solo demuestra su amor, sino que también enseña una lección fundamental: el llamado al servicio. Nos invita a seguir su ejemplo, a despojarnos de nuestras vanidades y egos, y a servir con amor a nuestros hermanos, especialmente a los más vulnerables.

El lavatorio de los pies también anticipa la Eucaristía, el sacramento en el que Jesús se entrega como alimento y bebida para la vida eterna. En este gesto de entrega total, Jesús nos invita a participar de su amor y a convertirnos en instrumentos de su gracia en el mundo.

El lavatorio de los pies tiene una profunda raíz teológica. En el Antiguo Testamento, era un símbolo de purificación y preparación para el culto. Jesús, al realizar este acto, se presenta como el nuevo Sumo Sacerdote que nos purifica de nuestros pecados y nos abre el camino a la vida eterna.

En un mundo marcado por el individualismo y la indiferencia, el mensaje del Jueves Santo cobra especial relevancia. Hoy, más que nunca, necesitamos escuchar el llamado de Jesús al servicio, a la entrega y al amor por los demás.

Imaginemos que Jesús nos lava los pies hoy. ¿Qué sentimientos nos embargan? ¿Qué cambios nos invita a realizar en nuestra vida? ¿Cómo podemos convertirnos en servidores de la alegría y el amor en nuestro entorno?

Que este Jueves Santo sea un momento de profunda reflexión y transformación. Que el ejemplo de Jesús nos inspire a vivir una vida de entrega y servicio, y a construir un mundo más fraterno y solidario.




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