Publicaciones Diarias

febrero 8, 2024 in Evangelios

Lecturas del 9 de febrero del 2024

Viernes de la V semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 333

Primera lectura

1 Reyes 11, 29-32; 12, 19
En aquel tiempo, Jeroboam, siervo de Salomón, salió de Jerusalén y se encontró por el camino al profeta Ajías, de Siló, que llevaba puesto un manto nuevo.

Estaban los dos solos en el campo. Ajías tomó su manto, lo rasgó en doce pedazos y le dijo a Jeroboam: “Toma diez pedazos, pues el Señor, Dios de Israel, te manda decir: ‘Voy a desgarrar el reino de Salomón. A ti te daré diez tribus, y a Salomón solamente le dejaré una en consideración a David, mi siervo, y a Jerusalén, la ciudad que elegí entre todas las tribus de Israel'”.

Y desde entonces hasta el día de hoy, Israel se separó de la casa de David.

Salmo Responsorial

Salmo 80, 10-11ab. 12-13. 14-15

R. (cf. 11a y 9a) Israel, yo soy tu Dios: cumple mis mandatos.
No tendrás otro Dios fuera de mí,
ni adorarás a dioses extranjeros.
Pues yo, el Señor, soy el Dios tuyo,
el que te sacó de Egipto, tu destierro.
R. Israel, yo soy tu Dios: cumple mis mandatos.
Pero Israel no oyó mi voz
y mi pueblo no quiso obedecerme.
Los entregué, por eso, a sus caprichos
y los dejé vivir como quisiesen.
R. Israel, yo soy tu Dios: cumple mis mandatos.
¡Ojalá que mi pueblo escuchara
y cumpliera Israel con mis mandatos!
Yo, al punto, humillaría a sus enemigos
y sentirían mi mano sus contrarios.
R. Israel, yo soy tu Dios: cumple mis mandatos.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Hechos 16, 14
R. Aleluya, aleluya.
Abre, Señor, nuestros corazones,
para que aceptemos las palabras de tu Hijo.
R. Aleluya.

Evangelio

Mc 7, 31-37
En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Reflexión

El episodio de la curación del sordo y mudo por Jesús, detallado en Marcos 7:31-37, no es meramente un relato de un milagro más; encierra una rica fuente de simbolismo y mensaje para la actualidad. Este acto de Jesús trasciende el hecho milagroso, sirviendo como una poderosa metáfora de la transformación y el despertar espiritual.

En una época dominada por el constante bombardeo de información y la comunicación superficial a través de las redes sociales, este pasaje nos confronta con la esencialidad de “escuchar” en un sentido más profundo. El milagro no solo habilita al hombre para oír y hablar sino que, simbólicamente, lo reintegra a la comunidad, restituyendo la capacidad de participar plenamente en la vida social y espiritual.

Esta narrativa nos interpela directamente, invitándonos a reflexionar sobre nuestras propias incapacidades de “escuchar” y “hablar” en el contexto de nuestra relación con los demás y con Dios. Vivimos en un mundo donde el arte de la escucha activa se ha devaluado, donde a menudo somos sordos a las necesidades y sufrimientos ajenos, y donde nuestras palabras frecuentemente carecen de la profundidad y la sinceridad necesarias para construir puentes genuinos de entendimiento.

La invitación del “Effetá” es, por tanto, un llamado a cada uno de nosotros a abrir no solo nuestros oídos, sino nuestros corazones, a la verdad, al dolor, a la esperanza y al amor que nos rodea. Es un desafío a ser más conscientes de nuestra propia sordera espiritual y mudez, a reconocer dónde hemos fallado en escuchar verdaderamente y en expresar nuestras verdades más profundas.

En términos de aplicación práctica, este pasaje nos motiva a buscar la sanación de nuestras propias incapacidades comunicativas y de escucha. Nos anima a fomentar una cultura de la escucha activa y empática, donde realmente nos esforcemos por entender a los demás antes de buscar ser entendidos. Nos impulsa a utilizar nuestras palabras para sanar, unir, y edificar, en lugar de dividir o herir.

Por último, este relato nos recuerda que, en el corazón de la fe cristiana, está el llamado a ser comunidad, a vivir en relación unos con otros de manera auténtica y amorosa. La sanación del sordo y mudo  es un testimonio del deseo de Dios de que todos seamos plenamente participativos en la vida de la comunidad, capaces de escuchar su voz y de comunicar su amor incondicional al mundo.

En este  mundo que a menudo valora la eficiencia sobre la empatía, y la cantidad sobre la calidad de nuestras interacciones, el mensaje de Marcos resuena con un poder renovado, invitándonos a redescubrir el valor sagrado de la comunicación genuina y la conexión humana.




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