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diciembre 31, 2023 in Evangelios

Lecturas del 4 de enero del 2024 :: Memoria de Santa Isabella Ana Seton, religiosa

Memoria de Santa Isabella Ana Seton, religiosa

Lectionary: 207

Primera lectura

1 Jn 3, 7-10
Hijos míos: No dejen que nadie los engañe. Quien practica la santidad es santo, como Cristo es santo. Quien vive pecando, se deja dominar por el diablo, ya que el diablo es pecador desde el principio. Pues bien, para eso se encarnó el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo. Ninguno que sea hijo de Dios sigue cometiendo pecados, porque el germen de vida que Dios le dio permanece en él. No puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: todo aquel que no practica la santidad, no es de Dios; tampoco es de Dios el que no ama a su hermano.

Salmo Responsorial

Salmo 97, 1. 7-8. 9
R.(3a) Toda la tierra ha visto al Salvador. 
Cantemos al Señor un canto nuevo,
pues ha hecho maravillas.
Su diestra y su santo brazo
le han dado la victoria. R.
R. Toda la tierra ha visto al Salvador.
Alégrense el mar y el mundo submarino,
el orbe y todos los que en él habitan.
Que los ríos estallen en aplausos
y las montañas salten de alegría. R.
R. Toda la tierra ha visto al Salvador. 
Regocíjese todo ante el Señor,
porque ya viene a gobernar el orbe.
Justicia y rectitud serán las normas
con las que rija a todas las naciones. R.
R. Toda la tierra ha visto al Salvador.

Aclamación antes del Evangelio

Heb 1, 1-2
R. Aleluya, aleluya. 
En distintas ocasiones y de muchas maneras
habló Dios en el pasado a nuestros padres,
por boca de los profetas.
Ahora, en estos tiempos,
nos ha hablado por medio de su Hijo.
R. Aleluya. 

Evangelio

Jn 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: “Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?” Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?” (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo: “Vengan a ver”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías” (que quiere decir ‘el Ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que significa Pedro, es decir, ‘roca’).

Reflexión

En el pasaje de Juan 1:35-42, nos encontramos ante un texto de profundo significado. El Evangelio según San Juan relata el momento en que Jesús comienza a llamar a sus primeros discípulos, un evento que marca el inicio de una transformación no solo en la vida de estos individuos, sino en el curso de la historia religiosa.

Se sitúa en un contexto judío del primer siglo, en una época en la que la expectativa mesiánica era palpable. La aparición de Juan el Bautista, como precursor, establece un escenario de anticipación y cambio. Al señalar a Jesús como el “Cordero de Dios”, Juan el Bautista no solo identifica a Jesús como la figura central de la redención, sino que también conecta con el rico simbolismo del sacrificio en la tradición judía.

El título “Cordero de Dios” adquiere una profundidad importante, no solo evoca la imagen del sacrificio expiatorio, sino que también prefigura el sacrificio de Jesús en la cruz. Este acto de identificación por parte de Juan el Bautista revela la naturaleza de Jesús no como un líder político o militar, sino como un salvador espiritual, cuyo reino no es de este mundo.

El encuentro de Jesús con sus primeros discípulos es también un momento de profunda transformación espiritual. Andrés, uno de los discípulos de Juan, sigue a Jesús y pronto lleva a su hermano Simón ante él. Jesús, al mirar a Simón, le da un nuevo nombre: Pedro, que significa ‘roca’. Este cambio de nombre no es meramente simbólico, sino que representa una transformación interior y una nueva identidad en relación con la misión que Jesús está comenzando.

Espiritualmente, este pasaje nos habla del poder de la transformación personal a través del encuentro con lo divino. Así como Jesús llamó a sus primeros discípulos a seguirle, dejando atrás sus vidas anteriores para embarcarse en un viaje de fe, también nosotros estamos invitados a experimentar una transformación similar. En la búsqueda espiritual contemporánea, este relato nos impulsa a meditar sobre nuestra propia identidad y nuestro propósito, invitándonos a considerar cómo el encuentro con lo sagrado puede cambiar profundamente nuestras vidas.

El relato no es solo  parte de la historia de los primeros seguidores de Jesús, sino también una motivación a experimentar la transformación personal y espiritual. Nos recuerda que el camino espiritual de continuo crecimiento y descubrimiento, donde cada encuentro con Dios tiene el potencial de cambiar nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos. En este sentido, el Evangelio de Juan nos ofrece un mensaje de fe, de guía para nuestro propio viaje espiritual en busca de significado y propósito.




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