Lecturas del 14 de diciembre del 2023
Memoira de San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia
Lectionary: 184
Primera lectura
y yo mismo soy el que te ayuda.
No temas, gusanito de Jacob,
descendiente de Israel,
que soy yo, dice el Señor,
el que te ayuda;
tu redentor es el Dios de Israel.Mira: te he convertido en rastrillo nuevo de dientes dobles;
triturarás y pulverizarás los montes,
convertirás en paja menuda las colinas.
Las aventarás y se irán con el viento
y el torbellino las dispersará.
Tú, en cambio, te regocijarás en el Señor,
te gloriarás en el Dios de Israel.Los miserables y los pobres buscan agua, pero es en vano;
tienen la lengua reseca por la sed.
Pero yo, el Señor, les daré una respuesta;
yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.
Haré que broten ríos en las cumbres áridas
y fuentes en medio de los valles;
transformaré el desierto en estanque
y el yermo, en manantiales.
Pondré en el desierto cedros,
acacias, mirtos y olivos;
plantaré juncos en la estepa,
cipreses, oyameles y olmos;
para que todos vean y conozcan,
adviertan y entiendan de una vez por todas,
que es la mano del Señor la que hace esto,
que es el Señor de Israel quien lo crea”.
Salmo Responsorial
Dios y rey mío, yo te alabaré,
bendeciré tu nombre siempre y para siempre.
Bueno es el Señor para con todos
y su amor se extiende a todas sus creaturas.
R. Bueno es el Señor para con todos.
Que te alaben, Señor, todas tus obras
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
R. Bueno es el Señor para con todos.
Que muestren a los hombres tus proezas,
el esplendor y la gloria de tu reino.
Tu reino, Señor, es para siempre
y tu imperio, por todas las generaciones.
R. Bueno es el Señor para con todos.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Dejen, cielos, caer su rocío
y que las nubes lluevan al Justo;
que la tierra se abra
y haga germinar al Salvador.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: “Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán. Porque todos los profetas y la ley profetizaron, hasta Juan; y si quieren creerlo, él es Elías, el que habría de venir. El que tenga oídos que oiga”.
Reflexión
En la conmemoración de San Juan de la Cruz, presbítero y doctor, recordamos a un místico excepcional, cuya vida estuvo marcada por una profunda unión con lo divino a través de la poesía y el amor a Dios. Su legado, impregnado de una búsqueda incansable de la verdad espiritual, nos conduce a contemplar las Escrituras con mayor profundidad. Su enseñanza, centrada en la ascensión del alma hacia la unión con lo divino, nos invita a explorar la riqueza del Evangelio de Mateo 11:11-15.
Este pasaje evangélico se sitúa en un momento importante del ministerio de Jesús. Aquí, Jesús declara con firmeza: “En verdad les digo que entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.” Este enunciado nos lleva al misterio de la gracia divina y la humildad. A través de estas palabras, Jesús no solo reconoce la grandeza de Juan, sino que también revela cómo el reino de los cielos reconfigura nuestra comprensión de la grandeza y la importancia.
La figura de Juan el Bautista, como precursor, se presenta con una autoridad singular. Él preparó el camino para Jesús, llamando al arrepentimiento y a la conversión del corazón. Su papel es fundamental en la historia de la salvación, como puente entre los profetas del Antiguo Testamento y el cumplimiento de las profecías en Cristo. Jesús afirma que, aunque Juan es el más grande de los nacidos de mujer, incluso el más pequeño en el reino de los cielos le supera. Esto indica la novedad radical del Evangelio: en el reino de Dios, las jerarquías humanas se ven trastocadas, y la verdadera grandeza se mide por la fidelidad y la humildad.
Además, Jesús menciona que “desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”. Estas palabras podrían interpretarse como una referencia a las luchas y tensiones que surgieron con la irrupción del reino de Dios en la historia humana. La llegada del Evangelio trajo consigo una revolución espiritual, desafiando las estructuras establecidas y llamando a una renovación radical del corazón y del espíritu.
En este contexto, la figura de San Juan de la Cruz se constituye como un testigo elocuente de esta transformación interior. Su camino de purificación y su búsqueda incansable de una relación más íntima con Dios resuenan con el llamado de Juan el Bautista a la conversión. Así como Juan el Bautista preparó el camino para Jesús, San Juan de la Cruz nos invita a adentrarnos en el misterio del amor divino, superando las barreras que nos separan de una comunión más profunda con Dios.
Por tanto, este pasaje evangélico, iluminado por la memoria de San Juan de la Cruz, nos interpela a reflexionar sobre nuestra propia jornada espiritual. Nos llama a reconocer que la verdadera grandeza radica en la humildad y en la disposición a ser transformados por la gracia de Dios. Nos anima a abrir nuestros corazones a la acción transformadora del Espíritu, que nos conduce a una mayor plenitud en el amor y el servicio al prójimo.
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