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julio 8, 2023 in Evangelios

Lecturas del día 9 de Julio de 2023

Primera lectura

Zac 9, 9-10
Esto dice el Señor:
“Alégrate sobremanera, hija de Sión;
da gritos de júbilo, hija de Jerusalén;
mira a tu rey que viene a ti,
justo y victorioso,
humilde y montado en un burrito.Él hará desaparecer de la tierra de Efraín los carros de guerra,
y de Jerusalén, los caballos de combate.
Romperá el arco del guerrero
y anunciará la paz a las naciones.
Su poder se extenderá de mar a mar
y desde el gran río hasta los últimos rincones de la tierra”.

Salmo Responsorial

Salmo 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14
R. (1) Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
Dios y rey mío, yo te alabaré,
bendeciré tu nombre siempre y para siempre.
Un día tras otro bendeciré tu nombre
y no cesará mi boca de alabarte.
R. Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
Bueno es el Señor para con todos
y su amor se extiende a todas sus creaturas.
R. Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
El Señor es siempre fiel a sus palabras,
y lleno de bondad en sus acciones.
Da su apoyo el Señor al que tropieza
y al agobiado alivia.
R. Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
Que te alaben, Señor, todas tus obras,
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
R. Acuérdate, Señor, de tu misericordia.

Segunda lectura

Rom 8, 9. 11-13

Hermanos: Ustedes no viven conforme al desorden egoísta del hombre, sino conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.

Por lo tanto, hermanos, no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 11, 25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.

El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

“…has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25)

Jesucristo nos invita a no quedarnos en las atrayentes apariencias que la vida nos propone sino más bien a buscar la razón de las cosas, gracias a la cual las cosas tienen peso e importancia para la vida personal. No quiere el Señor la superficialidad, enfermedad contagiosa del tiempo que nos toca vivir, sino que nos invita y nos apremia para que tratemos de descubrir el verdadero sentido de la vida y de todo aquello que tiene que ver con nuestra realidad personal.

Según la mentalidad humana, las palabras de Jesucristo son despreciadas, porque lo que cuenta es el triunfo personal, la apariencia, el quedar bien, aunque todo esto sea a costa de ignorar o de pisotear a las demás personas para alcanzar lo que se pretende, por más que sea el egoísmo el que mueva a obrar así.

Jesucristo es el buen Maestro y de él tenemos que aprender a servirnos de una visión alejada de la superficialidad, buscando la realidad de las cosas, el sentido verdadero de la vida diaria. Para esto nos sirve la historia de la salvación, la Palabra de Dios, tal como la liturgia de la Palabra nos propone es este domingo.

De nuevo nos encontramos directamente con el contraste entre la Palabra de Dios y lo que el mundo y la sociedad en general nos ofrecen: lo permanente frente a lo pasajero y trivial. Jesucristo respeta nuestra libertad a la hora de decidir, pero nos apremia para que nuestra elección sea la adecuada, superando la apariencia de lo que, con engaño, se presenta con tanto atractivo. Vayamos, pues, a lo esencial, porque de esto depende nuestra vida humana y cristiana. Lo esencial es lo que está al alcance de “los pequeños”, de las personas sencillas.

¿Lo hacemos así en nuestro vivir diario? ¿Tomamos en consideración lo que nos dice Jesucristo, el buen Maestro? ¿Cuánto atractivo ejercen sobre nosotros quienes se creen doctos cuando en realidad no pasan de ser presuntuosos? Por favor: no nos dejemos engañar, escuchemos al Maestro y sigamos sus pasos.




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