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julio 7, 2023 in Evangelios, Uncategorized

Lecturas del día 8 de Julio de 2023

Primera lectura

Gn 27, 1-5. 15-29
Isaac había envejecido y ya no veía por tener debilitados los ojos. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: “¡Hijo mío!” Esaú le respondió: “Aquí estoy”. Isaac le dijo: “Mira, ya soy viejo y no sé cuándo voy a morir. Así pues, toma tus flechas, tu aljaba y tu arco, sal al campo y caza algo para mí. Luego me preparas un buen guiso, como a mí me gusta, y me lo traes para que me lo coma y te bendiga antes de morir”.

Pero Rebeca estaba escuchando la conversación de Isaac con Esaú. Cuando Esaú se fue al campo a cazar algo para su padre, Rebeca tomó la ropa más fina de Esaú, su hijo mayor, y se la puso a Jacob, su hijo menor. Luego, con la piel de unos cabritos, le cubrió a Jacob los brazos y la parte lampiña del cuello y le entregó el guisado y el pan que había preparado.

Jacob entró a donde estaba su padre y le dijo: “¡Padre!” Isaac le respondió: “Aquí estoy. ¿Quién eres, hijo?” Jacob le dijo a su padre: “Soy tu primogénito, Esaú. Ya hice lo que me dijiste. Levántate, siéntate y come de lo que he cazado, para que me bendigas”.

Isaac le dijo: “¡Qué pronto encontraste algo para cazar, hijo!” Respondió Jacob: “Sí; es que el Señor, tu Dios, me lo puso delante”. Isaac le dijo a Jacob: “Acércate, hijo, para que te toque y vea si realmente eres o no mi hijo Esaú”. Jacob se acercó a su padre, Isaac, el cual lo palpó y dijo: “La voz es de Jacob, pero los brazos son de Esaú”. Y no reconoció a Jacob porque sus brazos estaban velludos como los de su hermano mayor, y se dispuso Isaac a bendecirlo.

Entonces le dijo: “¿Eres tú de veras mi hijo Esaú?” Respondió Jacob: “Sí, yo soy”. Le dijo Isaac: “Acércame lo que has cazado para que coma y después te bendiga”. Jacob le acercó el guisado y el padre comió; también le trajo vino y bebió. Entonces le dijo Isaac a Jacob: “Hijo, acércate y bésame”. El se acercó y lo besó; y al aspirar Isaac el olor de su ropa, lo bendijo, diciendo:

“El aroma de mi hijo es como el aroma de un campo,
bendecido por el Señor.
Que Dios te conceda la lluvia del cielo
y la fertilidad de la tierra,
y trigo y vino en abundancia.
Que los pueblos te sirvan
y las naciones se postren ante ti;
que seas señor de tus hermanos
y que se postren ante ti los hijos de tu madre.
Maldito sea el que te maldiga
y bendito el que te bendiga”.

Salmo Responsorial

Salmo 134. 1-2. 3-4. 5-6
R.(3a) Te alabamos, Señor, porque eres bueno.
Alaben el nombre del Señor,
alábenlo, siervos del Señor,
los que están en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
R. Te alabamos, Señor, porque eres bueno.
Alaben al Señor, porque es bueno;
alaben su nombre, porque es amable.
El escogió a Jacob,
a Israel como posesión suya.
R. Te alabamos, Señor, porque eres bueno.
Yo sé que el Señor es grande,
nuestro Dios, más que todos los dioses.
El Señor hace todo lo que quiere
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.
R. Te alabamos, Señor, porque eres bueno.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 9, 14-17
En aquel tiempo, los discípulos de Juan fueron a ver a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí ayunamos?” Jesús les respondió: “¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos? Pero ya vendrán días en que les quitarán al esposo, y entonces sí ayunarán.

Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge, rompe la tela vieja y así se hace luego más grande la rotura. Nadie echa el vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rasgan, se tira el vino y se echan a perder los odres. El vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan’’.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

El Señor, tu Dios, me la puso al alcance

La oración colecta del domingo décimo tercero del tiempo ordinario, recogía una petición dirigida a Dios: “permanecer siempre en el esplendor de la verdad.” Y la verdad, dice Jesús, nos hace libres. Y siendo él la Verdad, reconocemos que solamente él puede liberarnos y mantenernos como seres humanos libres.

La historia de Isaac nos sitúa ante la absoluta libertad de Dios que nunca se verá mermada por los procedimientos humanos. Abrahán engendra dos hijos: Ismael, tenido con la esclava, e Isaac, el hijo de la promesa. El primero alejado, por la presión de Sara, pero no abandonado por Dios, pues de él hará un gran pueblo también. Pero los planes de Dios van por otra vía, que no es la elegida por Sara. La promesa de un hijo le afecta a ella. Ocurre lo mismo con los hijos de Isaac: dos hermanos gemelos. Sus movimientos en el seno materno son tenidos como enfrentamiento ya en ese momento. Nos cuenta el autor sagrado que Esaú cambió la primogenitura por un plato de lentejas que pidió a su hermano Jacob. Poco valoraba la primogenitura Esaú y Jacob con gran viveza, le exige que se la entregue, si quiere la comida que le pide. No lo pensó dos veces, sin medir las consecuencias, la cede.  Es lo que hemos escuchado hoy. Las consecuencias. Llega el momento de impartir su bendición Isaac, con las limitaciones propias de la vejez: ceguera.  Con esa bendición única, pasará a su hijo la Promesa hecha por Dios. Esaú está en la intención de Isaac y le pide que cace y prepare la comida para luego bendecirlo.

Pero lo que vemos en el texto de hoy es, por un lado, la bendición que ofrece Isaac a Esaú. El ocultamiento de la renuncia a la primogenitura por parte de los dos hermanos y la actuación de Rebeca, en  favor de Jacob, propiciando que suplante a Esaú en el acto formal de la bendición, deja entrever que es en esta historia humana, con sus luces y sombras donde se va abriendo camino la actuación de Dios. Dios elige al menor de los dos y deja claro que no se ve condicionado por nada y nadie, siendo fiel a su promesa a Abrahán.

Las respuestas de Jacob a Isaac, entremezclan lo artificial de la suplantación y cómo Dios le ha favorecido en la caza y preparación de la comida que ofrece a su padre. La bendición la otorga Isaac a Esaú, sin descubrir del engaño. Pero la palabra pronunciada en irrevocable: “Aroma de un campo que bendijo el Señor es el aroma de mi hijo; que Dios te conceda el rocío del cielo, la fertilidad de la tierra, abundancia de trigo y vino. Que te sirvan los pueblos, y se postren ante ti las naciones. Sé señor de tus hermanos, que ellos se postren ante ti. Maldito quien te maldiga, bendito quien te bendiga.»

¿De qué modo puede servirnos a nosotros estos episodios del Génesis? Ciertamente como invitación a valorar lo esencial y no entrar en negociaciones con ello. La sinceridad y la honestidad como valores irrenunciables, que inciden y se revelan en la vida y conducta del cristiano. El andar en una vida nueva cimentada en la Verdad, entendiendo que ella nos hace libres.

A vino nuevo, odres nuevos

Los discípulos de Juan el Bautista acuden a preguntar a Jesús, extrañados ante la conducta de los discípulos de Jesús: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Por la cercanía con Jesús algo va cambiando en la vivencia de los discípulos. Vivencia que genera una cierta libertad de espíritu, que sin duda han observado en Jesús. Este pasaje está situado una vez finalizado el sermón de la montaña, en el cual Jesús ha explicado con sentido nuevo todas las enseñanzas y prácticas de Israel. Lo que él anuncia y hace presente lleva a plenitud la ley y los profetas, porque en él se da el cumplimiento de lo que ellas anunciaban. De ahí que llame la atención de algo que debiera ser obvio: mientras el novio está presente no tiene cabida la práctica penitencial. Ya habrá tiempo para ello, en los días en que les arrebaten al Maestro. Pero sin duda la advertencia definitiva se encuentra en la afirmación: A vino nuevo, odres nuevos.

Naturalmente la comprensión de esta enseñanza tiene que situarse en la novedad de vida a la que somos llamados y esa novedad la revelan las actitudes y criterios con los que nos manejamos en el mundo de relaciones y compromisos que establecemos. Los discípulos de Juan debieran tenerlo claro, porque el Bautista ha afirmado que era preciso que él se opacara ante la presencia del Mesías del que era precursor y para quien preparaba el camino.

Lo sorprendente en nuestros días es, que habiendo superado el tiempo de colocar parches y remiendos en los trajes, sigamos poniéndolos a la hora de afrontar los problemas y situaciones en la que vivimos a diario. A los grandes temas que afectan al ser humano, nos cuesta ofrecer soluciones novedosas y eficaces. Parece que no hemos entendido lo que Jesús ha dicho como respuesta a la pregunta formulada y yendo más allá. No vale ir repitiendo, sin discernir si es válido y oportuno, lo que ofrecemos en nombre del Evangelio.

¿Nos va la propuesta novedosa de Jesús o preferimos repetir lo de siempre sin caer en la cuenta de lo que el Espíritu va sugiriendo en nuestros días?




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