Lecturas del día 22 de Febrero de 2022
Primera Lectura
Hermanos: Me dirijo ahora a los pastores de las comunidades de ustedes, yo, que también soy pastor como ellos y además he sido testigo de los sufrimientos de Cristo y participante de la gloria que se va a manifestar.
Apacienten el rebaño que Dios les ha confiado y cuiden de él no como obligados por la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino con entrega generosa; no como si ustedes fueran los dueños de las comunidades que se les han confiado, sino dando buen ejemplo. Y cuando aparezca el Pastor supremo, recibirán el premio inmortal de la gloria.
Salmo Responsorial
R. (1) El Señor es mi pastor, nada me faltará.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace reposar
y hacia fuentes tranquilas me conduce
para reparar mis fuerzas.
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Por ser Dios fiel a sus promesas,
me guía por el sendero recto;
Así, aunque camine por cañadas oscuras,
Nada temo, porque tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Tú mismo me preparas la mesa,
a despecho de mis adversarios;
me unges la cabeza con perfume
y llenas mi copa hasta los bordes.
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán
todos los días de mi vida;
y viviré en la casa del Señor
por años sin término.
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
y los poderes del infierno
no prevalecerán sobre ella, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.
Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hermanas y hermanos
Hoy celebramos la fiesta de la Cátedra de San Pedro. Una de las celebraciones más antiguas del cristianismo y tiene como objetivo destacar la misión de san Pedro como maestro de la Iglesia de Jesucristo. Cada apóstol, y sus sucesores los obispos, es el maestro de la fe en su Iglesia particular, y Pedro, y sus sucesores en la sede de Roma, lo son de la Iglesia universal. Se trata pues, de la celebración del Primado de Pedro sobre la Iglesia Universal, que Cristo le prometió: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, que hemos escuchado en el evangelio de hoy; y le confirió, ya resucitado, junto al lago de Tiberíades: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”.
La escena del evangelio de hoy se sitúa este pasaje en Cesarea de Filipo. Es su marco geográfico. Hoy diríamos que su marco sociológico era el de una ciudad pagana, donde se adoraba a varios dioses con un culto especial al emperador Cesar. Pensando en nuestras sociedades hoy, y, sabiendo las distintas realidades de países y culturas, bien pudieran parecerse algunas ciudades a Cesarea de Filipo aunque se haya cambiado el nombre de los ídolos.
Jesús, ve próximo el final de su misión, ha elegido un grupo de personas que ha ido formando, han sido testigos de su vida, sus milagros, sus enseñanzas y, en ese contexto con fuerte sabor idolátrico Jesús hizo unas preguntas, una pequeña encuesta.
“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Una pregunta que da paso a la pregunta fundamental: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
Simón Pedro, impetuoso como siempre, tocado por la luz del Espíritu, iluminado por el Padre, confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías, y Jesús le premia haciéndole cabeza de su Iglesia, con potestad para atar y desatar.
Sin embargo, conviene, tal vez, que tengamos en cuenta el concepto de Mesías. Pedro está esperando, como todo Israel, la llegada del libertador, pero no tiene mucha idea de cómo va a ser la liberación que Jesús representa. Así vamos a asistir al episodio de las negaciones y a otras muchas actitudes a lo largo del seguimiento, que parecen apuntar al deseo de un Cristo reinante, poderoso y dispensador de premios.
A Pedro, y a nosotros, se nos hace un poco difícil aceptar al Jesús servidor, que nos anuncia la bondad suprema del Padre, su infinita misericordia y el amor sin medida a todas sus criaturas. Serán necesarias la Resurrección y la iluminación de Pentecostés para que Pedro, los discípulos en general y todos los cristianos, lleguemos a entender quién es Jesús, cuál es su acción salvadora y, sobre todo, cómo nos afecta y compromete en nuestra vida.
Pedro reconoció en Jesús al Hijo de Dios. Nosotros confesamos que Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador, pero, ¿Somos conscientes del significado para nuestras vidas de esta confesión? ¿Estamos dispuestos a vivir como Cristo quiere que vivamos?, ¿o solo son palabras bonitas con las que salimos del paso y a nada nos comprometen?
Es fundamental que sepamos responder, de una manera personal, a la pregunta de quién es Jesús. Y es indispensable que vivamos coherentemente con la respuesta que demos. Que nuestra fe en Jesús esté fundada en nuestro conocimiento de Él. Y que nuestro seguimiento sea el de un Mesías que se nos ha revelado en el Evangelio.
Que Dios los bendiga y los proteja.
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