Lecturas del día 15 de Febrero de 2022
Primera Lectura
Hermanos: Dichoso el hombre que sufre la tentación, porque después de superarla, recibirá en premio la corona de la vida, que Dios ha prometido a los que lo aman.
Que nadie diga, cuando sufre una tentación, que es Dios el que lo tienta, porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni pone él mismo a nadie en tentación. Más bien, cuando alguno es tentado, es su propia concupiscencia la que lo arrastra y lo seduce. La concupiscencia concibe y da a luz al pecado; y el pecado, cuando madura, engendra la muerte.
No se equivoquen, queridos hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de lo alto, del creador de la luz, en quien no hay ni cambios ni sombras. Por su propia voluntad nos engendró mediante la palabra de la verdad, para que fuéramos, en cierto modo, primicias de sus creaturas.
Salmo Responsorial
R. (12a) Señor, dichoso aquel a quien tú educas.
Señor, dichoso aquel a quien tú educas,
y enseñas a cumplir tus mandamientos;
cuando lleguen las horas de desgracia,
no perderá el sosiego. R.
R. Señor, dichoso aquel a quien tú educas.
Jamás rechazará Dios a su pueblo
ni dejará a los suyos sin amparo.
Hará justicia al justo
y dará un porvenir al hombre honrado. R.
R. Señor, dichoso aquel a quien tú educas.
Cuando me hallaba al borde del sepulcro,
tu amor, Señor, me conservó la vida;
cuando se multiplican mis problemas,
en tus consuelos hallo mi delicia. R.
R. Señor, dichoso aquel a quien tú educas.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará
y haremos en él nuestra morada, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, cuando los discípulos iban con Jesús en la barca, se dieron cuenta de que se les había olvidado llevar pan; sólo tenían uno. Jesús les hizo esta advertencia: “Fíjense bien y cuídense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes”. Entonces ellos comentaban entre sí: “Es que no tenemos panes”.
Dándose cuenta de ello, Jesús les dijo: “¿Por qué están comentando que no trajeron panes? ¿Todavía no entienden ni acaban de comprender? ¿Tan embotada está su mente? ¿Para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen? ¿No recuerdan cuántos canastos de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres?” Ellos le contestaron: “Doce”. Y añadió: “¿Y cuántos canastos de sobras recogieron cuando repartí siete panes entre cuatro mil?” Le respondieron: “Siete”. Entonces él dijo: “¿Y todavía no acaban de comprender?”
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hermanas y hermanos
Para ayudar a crecer hay que combinar el amor con la firmeza. Para educar es necesario el cariño y la cercanía, a la vez que la orientación y la guía. Jesús, como buen maestro, combina sabiamente ambos principios. Muchas veces le vemos con palabras de paciencia y comprensión. Y otras, cuestiona y confronta.
En el Evangelio de hoy, Jesús comienza advirtiendo a los discípulos. Tras el diálogo del pasaje de ayer, en que discutía con los fariseos, les indica a los suyos que se guarden de su “levadura”, así como de la de Herodes. Les previene del peligro que suponen, unos desde el ámbito religioso y el otro desde su estilo de vida personal y socio-política. Ambos son un “fermento” dañino para la masa del pueblo de Israel. Pero los discípulos no entienden y creen que se refiere al pan material. Y entonces Jesús les reprende y les confronta con severidad, haciéndoles una serie de preguntas, mediante las cuales pretende que reconozcan su mesianismo, desde los “signos” que le han visto hacer.
La conversación de los discípulos se centra en la falta de pan, suponemos que por un olvido. A Jesús no le pasa desapercibido el tema de su conversación y aprovecha la circunstancia para hacerles caer en la cuenta del riesgo que corren, no por el pan que han olvidado, sino por la posibilidad de dejarse llevar por otras “levaduras”.
La levadura es un elemento imprescindible para que la masa fermente. Es lo que aprovecha Jesús, valiéndose de este elemento para recordarles las veces en que ha hecho el milagro de proporcionar pan allí donde no lo había. Partiendo de ese punto su discurso toma otra dirección e invita a los apóstoles a algo mucho más peligroso que la falta de pan. Desde ahí insta a sus seguidores a huir de dos actitudes que percibe con frecuencia en aquella sociedad. No tienen nada que ver la una con la otra. La levadura de los fariseos equivale a vivir una vida donde el legalismo, la hipocresía, la piedad desenfocada están presentes en muchos de estos hombres considerados piadosos.
La levadura de Herodes equivale a una sociedad donde Dios está ausente y, por lo mismo, proliferan elementos destructivos donde para conseguir un fin no se valoran los medios. No es raro que ahí crezcan la mentira, la corrupción, la insolidaridad, el individualismo egoísta.
Esas “levaduras” no pueden hacer fermentar el “pan”, ese pan que es el mismo Jesús y su mensaje. Contra esa levadura, tan cercana a todos y en todos los tiempos, les previene Jesús. Él nos insta a alejarnos de esas dos actitudes que van contra el Reino de Dios que Él nos propone. Es la levadura que podemos contemplar en nuestra sociedad y, ¡ojo! en nosotros mismos: la levadura de la comodidad, de dejarnos llevar por los mensajes publicitarios, del qué dirán, del individualismo egoísta. Todo ese mundo oscuro y que va dejando a Dios en la penumbra olvidando su amor y devolviéndole lo contrario de lo que Él espera de cada uno. De esa levadura debemos huir, si queremos sentirnos auténticos seguidores suyos.
Lo que ocurre en el evangelio puede también ocurrirnos a nosotros. Las palabras de Jesús nos recuerdan hoy que nosotros también podemos ser de los que, a pesar de llevar tiempo con el Señor, podemos no entender aún algunas cosas. Y que debemos guardarnos de las “levaduras” dañinas, que nos separan de Dios y de su proyecto sobre nosotros, en lo religioso o en nuestra vida personal y social.
Que Dios los bendiga y los proteja.
Deja una respuesta