Lecturas del 30 de noviembre del 2023
Fiesta de San Andrés, Apóstol
Lectionary: 684
Primera lectura
Hermanos: Basta que cada uno declare con su boca que Jesús es el Señor y que crea en su corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, para que pueda salvarse. En efecto, hay que creer con el corazón para alcanzar la santidad y declarar con la boca para alcanzar la salvación.
Por eso dice la Escritura: Ninguno que crea en él quedará defraudado, porque no existe diferencia entre judío y no judío, ya que uno mismo es el Señor de todos, espléndido con todos los que lo invocan, pues todo el que invoque al Señor como a su Dios, será salvado por él.
Ahora bien, ¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Y cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes lo anuncien, si no son enviados? Por eso dice la Escritura: ¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que trae buenas noticias!
Sin embargo, no todos han creído en el Evangelio. Ya lo dijo Isaías: Señor, ¿quién ha creído en nuestra predicación? Por lo tanto, la fe viene de la predicación y la predicación consiste en anunciar la palabra de Cristo.
Entonces yo pregunto: ¿Acaso no habrán oído la predicación? ¡Claro que la han oído!, pues la Escritura dice: La voz de los mensajeros ha resonado en todo el mundo y sus palabras han llegado hasta el último rincón de la tierra.
Salmo Responsorial
R. (5a) El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Los cielos proclaman la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día comunica su mensaje al otro día
y una noche se lo transmite a la otra noche.
R. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Sin que pronuncien una palabra,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra llega su sonido
y su mensaje hasta el fin del mundo.
R. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Aclamación antes del Evangelio
Síganme, dice el Señor,
y yo los haré pescadores de hombres.
R. Aleluya.
Evangelio
Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.
Reflexión
En la Fiesta de San Andrés, Apóstol, el Evangelio de Mateo 4:18-22 nos presenta una escena clave: el llamado de Jesús a Andrés y Pedro, dos humildes pescadores. Este pasaje es mucho más que un relato sobre el inicio del ministerio de Jesús; es una invitación profunda a reflexionar sobre el llamado a seguir a Cristo y la naturaleza del discipulado.
La imagen de Jesús caminando por la orilla del mar de Galilea y llamando a Andrés y Pedro es poderosa. Él los encuentra en su rutina diaria, en el trabajo común de la pesca. Su llamado, “Síganme y los haré pescadores de hombres”, simboliza una transformación de la vida y la misión. Jesús no solo invita a Andrés y a su hermano a seguirlo, sino que les promete una nueva identidad y propósito: de ser pescadores de peces a ser pescadores de hombres.
La respuesta inmediata de Andrés y Pedro, dejando las redes, es un testimonio de fe y confianza en Jesús. Esta disposición a dejarlo todo y seguir a Cristo es un modelo de respuesta al llamado divino. Nos desafía a considerar qué estamos dispuestos a dejar atrás para seguir a Jesús y abrazar plenamente nuestra identidad cristiana.
El llamado de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, refuerza este mensaje. Ellos también responden con prontitud, dejando su barca y a su padre. Este acto simboliza la renuncia a la seguridad y las relaciones familiares en pos del seguimiento de Jesús. Nos recuerda que el discipulado puede requerir sacrificios personales y la disposición a priorizar a Cristo por encima de todo.
La historia de San Andrés y los demás apóstoles nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestro propio llamado. Como cristianos, estamos llamados a ser discípulos en nuestro entorno, transformando nuestra vida cotidiana mediante nuestra fe y testimonio. Nos anima a buscar maneras de ser “pescadores de hombres”, es decir, a compartir el amor y el mensaje de Cristo con los demás.
En conclusión, la Fiesta de San Andrés es una oportunidad para recordar el llamado continuo de Cristo a cada uno de nosotros. Nos alienta a responder con fe y coraje, dispuestos a dejar atrás nuestras propias redes y seguir a Jesús. En un mundo que a menudo valora el éxito material y la seguridad personal, el llamado de Jesús a Andrés, Pedro, Santiago y Juan es un recordatorio inspirador de que nuestra verdadera misión y propósito se encuentran en el seguimiento de Cristo y en la construcción del Reino de Dios.
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