Lecturas del día 1 de noviembre de 2023
Primera lectura
Vi luego una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca; llevaban palmas en las manos y exclamaban con voz poderosa: “La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero”.
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro en tierra delante del trono y adoraron a Dios, diciendo: “Amén. La alabanza, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza, se le deben para siempre a nuestro Dios”.
Entonces uno de los ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de dónde han venido los que llevan la túnica blanca?” Yo le respondí: “Señor mío, tú eres quien lo sabe”. Entonces él me dijo: “Son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero”.
Salmo Responsorial
Del Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el orbe todo y los que en él habitan,
pues él lo edificó sobre los mares
el fue quien lo asentó sobre los ríos.
R. Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
¿Quién subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién podrá estar en su recinto santo?
El de corazón limpio y manos puras
y que no jura en falso.
R. Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
Ese obtendrá la bendición de Dios,
y Dios, su salvador, le hará justicia.
Esta es la clase de hombres que te buscan
y vienen ante ti, Dios de Jacob.
R. Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor.
Segunda lectura
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan puro como él.
Aclamación antes del Evangelio
Vengan a mí todos los que están fatigados
y agobiados por la carga,
y yo los aliviaré, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
“Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos los que lloran,
porque serán consolados.
Dichosos los sufridos,
porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Dichosos los misericordiosos,
porque obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón,
porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque se les llamará hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.
Reflexión
Introducción sobre la Solemnidad de Todos los Santos
La Solemnidad de Todos los Santos es una conmemoración litúrgica que la Iglesia celebra cada año el primero de noviembre. Esta festividad, con raíces que se remontan a los primeros siglos del cristianismo, honra a todos aquellos santos y santas, conocidos y desconocidos, que con su vida han dado testimonio de la fe y han seguido los pasos de Cristo. Es una oportunidad para recordar a aquellos que, aunque no han sido oficialmente canonizados, vivieron vidas heroicas de virtud y son considerados como intercesores ante Dios.
Reflexión sobre el Evangelio de Mateo 5, 1-12
El Evangelio según Mateo nos presenta el famoso discurso de las bienaventuranzas, un conjunto de declaraciones pronunciadas por Jesús que ofrecen una visión revolucionaria de la felicidad y la santidad. Estas palabras, pronunciadas en el monte, presentan un contraste con las expectativas mundanas y trazan un camino hacia una auténtica realización espiritual.
Las bienaventuranzas rompieron con las concepciones tradicionales de éxito y prosperidad en la sociedad judía de la época. En lugar de exaltar el poder, la riqueza o el prestigio, Jesús eleva a aquellos que son pobres de espíritu, mansos, afligidos o perseguidos. Este mensaje era radical en su tiempo y sigue siendo igualmente provocador hoy en día.
Las bienaventuranzas reflejan la naturaleza del Reino de Dios y su justicia. A diferencia de los reinos terrenales, donde a menudo se valora la fuerza y la ambición, el Reino de Dios premia la humildad, la misericordia y el deseo de justicia. Estas actitudes, lejos de ser pasivas, requieren una firme determinación para resistir las tentaciones del mundo y seguir la voluntad de Dios. Los que las cultivan no solo reciben consuelo y recompensa en el cielo, sino que también experimentan una profunda paz y gozo en la tierra.
Nos invitan a una introspección y a una transformación interna. Nos retan a evaluar nuestras prioridades y a alinearlas con las de Dios. Ser “pobre de espíritu” no significa carecer de bienes materiales, sino reconocer nuestra dependencia total de Dios. Ser “manso” no implica debilidad, sino fuerza interior y confianza en la providencia divina. Aquellos que “lloran” son conscientes del sufrimiento humano y anhelan la redención que solo Dios puede ofrecer.
Es relevante notar que las bienaventuranzas no son meras recomendaciones o consejos, sino promesas. Cada una de ellas lleva consigo una recompensa que se manifestará plenamente en la vida eterna. Sin embargo, mientras esperamos ese día, podemos experimentar un anticipo de esas bendiciones aquí en la tierra.
En conclusión, la Solemnidad de Todos los Santos y las bienaventuranzas nos recuerdan que la santidad está al alcance de todos. No se trata de realizar grandes hazañas o milagros, sino de vivir cada día con amor, humildad y fidelidad a Dios. Al hacerlo, no solo encontraremos la verdadera felicidad, sino que también seremos luz para el mundo y sal para la tierra, inspirando a otros a seguir el mismo camino.
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