junio 24, 2024 in Evangelios

Evangelio del 24 de junio del 2024

Solemnidad de Natividad de san Juan Bautista
Misa del día

Lectionary: 587

Primera Lectura

Is 49, 1-6

Escúchenme, islas;
pueblos lejanos, atiéndanme.
El Señor me llamó desde el vientre de mi madre;
cuando aún estaba yo en el seno materno,
él pronunció mi nombre.

Hizo de mi boca una espada filosa,
me escondió en la sombra de su mano,
me hizo flecha puntiaguda,
me guardó en su aljaba y me dijo:
“Tú eres mi siervo, Israel;
en ti manifestaré mi gloria”.
Entonces yo pensé: “En vano me he cansado,
inútilmente he gastado mis fuerzas;
en realidad mi causa estaba en manos del Señor,
mi recompensa la tenía mi Dios”.

Ahora habla el Señor,
el que me formó desde el seno materno,
para que fuera su servidor,
para hacer que Jacob volviera a él
y congregar a Israel en torno suyo
–tanto así me honró el Señor
y mi Dios fue mi fuerza–.
Ahora, pues, dice el Señor:
“Es poco que seas mi siervo
sólo para restablecer a las tribus de Jacob
y reunir a los sobrevivientes de Israel;
te voy a convertir en luz de las naciones,
para que mi salvación llegue
hasta los últimos rincones de la tierra”.

Salmo Responsorial

Salmo 138, 1-3. 13-14ab. 14c-15

R. (14a) Te doy gracias, Señor, porque me has formado maravillosamente.
Tú me conoces, Señor, profundamente:
tú conoces cuándo me siento y me levanto,
desde lejos sabes mis pensamientos,
tú observas mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
 R.
R. Te doy gracias, Señor, porque me has formado maravillosamente.
Tú formaste mis entrañas,
me tejiste en el seno materno.
Te doy gracias por tan grandes maravillas;
soy un prodigio y tus obras son prodigiosas.
 R.
R. Te doy gracias, Señor, porque me has formado maravillosamente.
Conocías plenamente mi alma;
no se te escondía mi organismo,
cuando en lo oculto me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra.
 R.
R. Te doy gracias, Señor, porque me has formado maravillosamente.

Segunda Lectura

Hch 13, 22-26

En aquellos días, Pablo les dijo a los judíos: “Hermanos: Dios les dio a nuestros padres como rey a David, de quien hizo esta alabanza: He hallado a David, hijo de Jesé, hombre según mi corazón, quien realizará todos mis designios.

Del linaje de David, conforme a la promesa, Dios hizo nacer para Israel un salvador: Jesús. Juan preparó su venida, predicando a todo el pueblo de Israel un bautismo de penitencia, y hacia el final de su vida, Juan decía: ‘Yo no soy el que ustedes piensan. Después de mí viene uno a quien no merezco desatarle las sandalias’.

Hermanos míos, descendientes de Abraham, y cuantos temen a Dios: Este mensaje de salvación les ha sido enviado a ustedes”.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 1, 76

R. Aleluya, aleluya.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 1, 57-66. 80

Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.

Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.

Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel.

Reflexión

En este día especial, celebramos la Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista, en el evangelio de Lucas 1, 57-66. 80, un evento lleno de significado y relevancia para nuestra fe. Pensemos por un momento en la figura de Juan Bautista, un hombre cuya vida y misión estuvieron marcadas por la valentía, la integridad y una profunda conexión con Dios. Su nacimiento, anunciado por el ángel y recibido con asombro por sus padres, Zacarías y Elisabet, nos ofrece una rica lección histórica y contemporánea.

En la sociedad de aquel entonces, el nacimiento de Juan era visto como un milagro y una intervención divina en medio de la desesperanza. Zacarías, un sacerdote respetado, y Elisabet, su esposa, eran ancianos y sin hijos, una condición que, en aquella cultura, se consideraba una desventura. Sin embargo, la llegada de Juan rompió con todas las expectativas humanas, mostrando que para Dios no hay imposibles.

Reflexionemos sobre cómo esta historia se relaciona con nuestra realidad actual. Vivimos en una época donde la desesperanza y el desencanto a menudo dominan nuestras vidas. Las noticias diarias están llenas de conflictos, injusticias y desafíos que parecen insuperables. Sin embargo, la historia de Juan Bautista nos recuerda que la esperanza siempre tiene lugar, incluso en los momentos más oscuros.

Juan, cuyo nombre significa “Dios es misericordioso”, se convierte en un símbolo de renovación y cambio. Su misión de preparar el camino para el Señor nos invita a ser agentes de cambio en nuestro mundo. ¿Cómo podemos, como individuos y comunidad, preparar el camino para la paz, la justicia y el amor en nuestro entorno? Tal vez, como Juan, estamos llamados a levantar nuestras voces contra la injusticia, a vivir con integridad y a ser faros de esperanza para quienes nos rodean.

En este mundo que a menudo parece perderse en el ruido y la confusión, la vida de Juan Bautista nos insta a encontrar momentos de silencio y reflexión. Zacarías, quien quedó mudo tras la visita del ángel, recupera su voz para proclamar un mensaje de esperanza. De la misma manera, necesitamos momentos de introspección para encontrar nuestra voz y nuestro propósito en el mundo.

La historia de Juan Bautista no es solo un relato del pasado, sino una llamada urgente a la acción en el presente. Nos reta a vivir con valentía y fe, a ser testigos de la misericordia de Dios y a trabajar activamente por un mundo más justo y compasivo. Que esta celebración renueve nuestra esperanza y nos inspire a ser, como Juan, heraldos de un futuro lleno de promesas y posibilidades.

Que Dios los bendiga y les conceda la fortaleza para ser luz en tiempos de oscuridad.




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