Evangelio del 23 de junio del 2024
XII Domingo Ordinario
Lectionary: 95
Primera Lectura
El Señor habló a Job desde la tormenta y le dijo:
“Yo le puse límites al mar,
cuando salía impetuoso del seno materno;
yo hice de la niebla sus mantillas
y de las nubes sus pañales;
yo le impuse límites con puertas y cerrojos y le dije:
‘Hasta aquí llegarás, no más allá.
Aquí se romperá la arrogancia de tus olas’”.
Salmo Responsorial
R. (1b) Demos gracias al Señor por sus bondades.
Los que la mar surcaban con sus naves,
por las aguas inmensas negociando,
el poder del Señor y sus prodigios
en media del abismo contemplaron. R.
R. Demos gracias al Señor por sus bondades.
Habló el Señor y un viento huracanado
las olas encrespó;
al cielo y al abismo eran lanzados,
sobrecogidos de terror. R.
R. Demos gracias al Señor por sus bondades.
Clamaron al Señor en tal apuro
y él los libró de sus congojas
Cambió la tempestad en suave brisa,
y apaciguó las olas. R.
R. Demos gracias al Señor por sus bondades.
Se alegraron al ver la mar tranquila
y el Señor los llevó al puerto anhelado.
Den gracias al Señor por los prodigios
que su amor por el hombre ha realizado. R.
R. Demos gracias al Señor por sus bondades.
Segunda Lectura
Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al pensar que si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Por eso nosotros ya no juzgamos a nadie con criterios humanos. Si alguna vez hemos juzgado a Cristo con tales criterios, ahora ya no lo hacemos. El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Un gran profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo.
R. Aleluya.
Evangelio
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.
De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!” Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”
Reflexión
Este pasaje del Evangelio de Marcos nos presenta una escena poderosa y rica en simbolismo, que invita a una profunda reflexión sobre la fe, el miedo y el poder divino.
La historia comienza con Jesús invitando a sus discípulos a cruzar el lago. Este viaje puede verse como una metáfora de los obstáculos y transiciones en nuestra propia vida espiritual. A menudo, Dios nos llama a “cruzar a la otra orilla”, a salir de nuestra zona de confort y enfrentar lo desconocido.
La tormenta que se desata representa las dificultades y crisis que todos enfrentamos en la vida. Estas pueden surgir de repente, amenazando con “hundir nuestra barca”. Es interesante notar que la presencia de Jesús en la barca no impide que la tormenta ocurra. Esto nos recuerda que la fe no nos exime de enfrentar problemas, pero sí nos proporciona los medios para superarlos.
El contraste entre Jesús durmiendo tranquilamente y sus discípulos aterrorizados es llamativo. Mientras los discípulos se dejan llevar por el pánico, Jesús muestra una confianza total. Su sueño en medio de la tormenta es un poderoso símbolo de paz interior y confianza en Dios, incluso en las circunstancias más adversas.
La reacción de los discípulos al despertar a Jesús revela su angustia y, quizás, un toque de reproche: “¿No te importa que nos hundamos?” Cuántas veces en nuestras propias crisis nos sentimos tentados a cuestionar si Dios se preocupa por nosotros, si está presente en nuestro sufrimiento.
La respuesta de Jesús es asombrosa. Con una simple orden, calma la tormenta, demostrando su autoridad sobre las fuerzas de la naturaleza. Este acto no solo revela su poder divino, sino que también simboliza su capacidad para traer paz a las tormentas de nuestra vida: nuestros miedos, ansiedades y luchas internas.
La pregunta de Jesús a sus discípulos, “¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?”, nos llev a examinar nuestra propia fe. ¿Confiamos realmente en Dios cuando enfrentamos dificultades, o nos dejamos dominar por el miedo?
La reacción final de los discípulos, su asombro y su pregunta “¿Quién es éste?”, nos recuerda que conocer verdaderamente a Jesús es un proceso continuo. Cada nueva experiencia, cada “tormenta” superada, nos revela más sobre su naturaleza y poder.
En conclusión, este pasaje nos invita a:
- Confiar en Dios incluso en medio de las tormentas de la vida.
- Reconocer que la presencia de Dios no nos exime de dificultades, pero nos da la fuerza para superarlas.
- Cultivar una paz interior basada en la fe, como Jesús durmiendo en la barca.
- No dejar que el miedo domine nuestra vida, sino acudir a Dios en busca de ayuda.
- Continuar creciendo en nuestro conocimiento y relación con Jesús, asombrándonos de su poder y amor.
Este evangelio nos recuerda que, con fe, podemos enfrentar cualquier tormenta en nuestra vida, sabiendo que Aquel que tiene poder sobre el viento y las olas está con nosotros.
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