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marzo 20, 2024 in Evangelios

Evangelio del 21 de marzo del 2024

Jueves de la V semana de Cuaresma

Lectionary: 254

Primera lectura

Gn 17, 3-9

Cuando Dios se le apareció, Abram se postró con el rostro en el suelo y Dios le dijo:

“Aquí estoy. Ésta es la alianza que hago contigo: Serás padre de una multitud de pueblos. Ya no te llamarás Abram, sino Abraham, porque te he constituido como padre de muchas naciones.

Te haré fecundo sobremanera; de ti surgirán naciones y de ti nacerán reyes. Contigo y con tus descendientes, de generación en generación, establezco una alianza perpetua para ser el Dios tuyo y de tus descendientes. A ti y a tus descendientes les daré en posesión perpetua toda la tierra de Canaán, en la que ahora vives como extranjero; y yo seré el Dios de ustedes’’.

Después le dijo Dios a Abraham: “Cumple, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación”.

Salmo Responsorial

Salmo 104, 4-5. 6-7. 8-9

R. (8a) El Señor nunca olvida sus promesas.
Recurran al Señor y a su poder,
búsquenlo sin descanso.
Recuerdan los prodigios que él ha hecho,
sus portentos y oráculos.
R. El Señor nunca olvida sus promesas.
Descendientes de Abrahán, su servidor,
estirpe de Jacob, su predilecto,
escuchen: el Señor es nuestro Dios,
y gobiernan la tierra sus decretos.
R. El Señor nunca olvida sus promesas.
Ni aunque transcurran mil generaciones,
se olvidará el Señor de sus promesas,
de la alianza pactada con Abraham,
del juramento a Isaac, que un día le hiciera.
R. El Señor nunca olvida sus promesas.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Sal 94, 8

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice:
“No endurezcan su corazón”.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Jn 8, 51-59

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo les aseguro: el que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”.

Los judíos le dijeron: “Ahora ya no nos cabe duda de que estás endemoniado. Porque Abraham murió y los profetas también murieron, y tú dices: ‘El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre’. ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?”

Contestó Jesús: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, aquel de quien ustedes dicen: ‘Es nuestro Dios’, aunque no lo conocen. Yo, en cambio, sí lo conozco; y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se regocijaba con el pensamiento de verme; me vio y se alegró por ello”.

Los judíos le replicaron: “No tienes ni cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?” Les respondió Jesús: “Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy”.

Entonces recogieron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo.

Reflexión

En este pasaje de Juan 8, 51-59, Jesús hace una declaración impactante y llena de esperanza: aquel que vive siguiendo sus enseñanzas nunca experimentará la muerte tal como la conocemos. Esta promesa va más allá de la mera supervivencia física, invitándonos a una existencia enriquecida y eterna en comunión con lo divino.

La interacción de Jesús con los judíos nos muestra un contraste revelador entre las percepciones limitadas de la humanidad y la comprensión infinita de lo sagrado. Al afirmar que él existía antes de Abraham, Jesús no solo se identifica con el “Yo Soy” bíblico, sino que también nos reta a expandir nuestra comprensión de lo posible y lo eterno.

Este diálogo nos sumerge en las profundidades de la fe cristiana, donde Jesús no es visto solo como un líder espiritual, sino como la presencia viva de Dios entre nosotros. Nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra relación con lo divino, no como algo externo o distante, sino como una realidad íntima y transformadora.

La resistencia que Jesús enfrenta nos habla también de los desafíos inherentes al cambio y a la aceptación de verdades que trascienden nuestras concepciones tradicionales. En aquel tiempo, sus palabras desafiaban el orden religioso establecido, provocando debate y confrontación. Este choque de ideas resalta la dificultad de abrir nuestras mentes y corazones a nuevas dimensiones de la fe.

Ahora bien, la pregunta que este pasaje plantea a nuestra generación es clara: ¿Estamos dispuestos a dejar que las enseñanzas de Jesús transformen nuestra visión del mundo y de nosotros mismos? ¿O preferimos aferrarnos a interpretaciones más cómodas y menos exigentes de la fe?

Esta reflexión nos alienta a examinar la autenticidad de nuestra espiritualidad. ¿Vivimos de manera coherente con la promesa de vida eterna que Jesús nos ofrece? ¿O nuestras acciones reflejan una fe superficial, más arraigada en la costumbre que en la convicción verdadera?

El desafío que Jesús nos presenta es tan relevante hoy como lo fue hace dos mil años. Nos invita a una exploración profunda de nuestro ser, a cuestionar nuestras certezas y a abrirnos a una relación más auténtica y transformadora .

Al reflexionar sobre este texto en Juan, se nos ofrece una oportunidad para renovar nuestro compromiso con una vida de profundidad espiritual, desafiando nuestras limitaciones y explorando el potencial infinito de una existencia en comunión con Dios. 

Que esta reflexión nos inspire a todos a considerar no solo el significado histórico y teológico de estas palabras, sino también su impacto transformador en nuestras vidas cotidianas. Que pueda encender una chispa de curiosidad y deseo de profundizar en nuestra relación con Dios, llevándonos a vivir de manera más plena y consciente.




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