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noviembre 23, 2021 in Evangelios

Lecturas del día 23 de Noviembre de 2021

Primera Lectura

Dn 2, 31-45

En aquellos días, Daniel le dijo al rey Nabucodonosor: “Tú, rey, has tenido esta visión: viste delante de ti una estatua, una estatua gigantesca, de un brillo extraordinario y de aspecto imponente. La cabeza de la estatua era de oro puro; el pecho y los brazos, de plata; el vientre y los muslos, de bronce; las piernas, de hierro; y los pies, de hierro mezclado con barro.

Tú la estabas mirando, cuando de pronto una piedra que se desprendió del monte, sin intervención de mano alguna, vino a chocar con los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo pedazos. Entonces todo se hizo añicos: el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro; todo quedó como el polvo que se desprende cuando se trilla el grano en el verano y el viento se lo lleva sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte, que llenó toda la tierra.

Este fue tu sueño y ahora te lo voy a interpretar. Tú, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado el reino y el poder, el dominio y la gloria, pues te ha dado poder sobre todos los hombres, sobre las bestias del campo y las aves del cielo, para que reines sobre ellos, tú eres la cabeza de oro.

Después de ti surgirá un reino de plata, menos poderoso que el tuyo. Después vendrá un tercer reino, de bronce, que dominará toda la tierra. Y habrá un cuarto reino, fuerte como el hierro; así como el hierro destroza y machaca todo, así él destrozará y aplastará a todos.

Los pies y los dedos de hierro mezclado con barro que viste, representan un reino dividido; tendrá algo de la solidez del hierro, porque viste el hierro mezclado con el barro. Los dedos de los pies, de hierro y de barro, significan un reino al mismo tiempo poderoso y débil. Y el hierro mezclado con el barro quiere decir que los linajes se mezclarán, pero no llegarán a fundirse, de la misma manera que el hierro no se mezcla con el barro.

En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, ni dominado por ninguna otra nación. Destruirá y aniquilará a todos estos reinos y él durará para siempre. Eso significa la piedra que has visto desprenderse del monte, sin intervención de mano humana, y que redujo a polvo el barro, el hierro, el bronce, la plata y el oro.

El Dios grande ha manifestado al rey lo que va a suceder. El sueño es verdadero, y su interpretación, digna de crédito”.

Salmo Responsorial

Daniel 3, 57. 58. 59. 60. 61

R. (59b) Bendito seas para siempre, Señor.
Todas sus obras, bendigan al Señor.
Todos sus ángeles, bendigan al Señor.
R. Bendito seas para siempre, Señor.
Cielos, bendigan al Señor.
Todas las aguas del cielo, bendigan al Señor.
R. Bendito seas para siempre, Señor.
Todos sus ejércitos, bendigan al Señor.
R. Bendito seas para siempre, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Apoc 2, 10

R. Aleluya, aleluya.
Sé fiel hasta la muerte
y te daré como premio la vida, dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 21, 5-11

En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”.

Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”

Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”.

Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles”.

Palabra de Dios, Te alabamos Señor.

Reflexión

Hermanas y hermanos

La inmensa mayoría de los seres humanos vivimos preocupados por algo.  Siempre hay algo que nos inquieta: si no es una cosa, es otra.  Muy pocas veces podemos decir que estamos tranquilos y serenos.  Es parte de nuestra condición humana.  Ahora bien, ¿cuáles son nuestras principales preocupaciones? O dicho de otra manera, ¿Qué cosas en la vida nos inquietan y preocupan?  Y a esto podríamos añadir: ¿Hay razón para estar preocupados?

Casi siempre la causa de nuestras preocupaciones son cuestiones de la vida cotidiana y algunas son cómo satisfacer nuestras necesidades básicas.  Jesús conoce bien nuestra condición humana y las causas de nuestras inquietudes.  Probablemente había observado en la gente la gran preocupación por sobrevivir, por satisfacer sus necesidades básicas, en aquellas condiciones de pobreza y miseria en que vivían la gran mayoría de la gente.  Los había visto afanarse y trabajar arduamente para satisfacer mínimamente dichas necesidades.

Jesús comprende el motivo de las preocupaciones de la gente.  Sin embargo, en el evangelio de hoy nos invita a confiar en la providencia de Dios: “No se inquieten pensando ¿qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos?  Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas”.  Se trata, por una parte, de ver la vida como algo más profundo que la mera satisfacción instintiva de necesidades de supervivencia.  Las aspiraciones del ser humano deben ir más allá que la mera búsqueda de llenar su estómago o tener algo con qué cubrir su cuerpo.  El ser humano trasciende la búsqueda de satisfacer las necesidades básicas.

Por otra parte, se trata de vivir con la consciencia de que somos hijos e hijas de un Padre bueno que cuida de nosotros y que, en su providencia, nos dará aquello que realmente necesitamos.  Dios no es ajeno a nuestras preocupaciones, aspiraciones y luchas.  Como buen Padre que es, está atento a nuestros sufrimientos, búsquedas y esfuerzos.  Él conoce bien nuestras necesidades.  Y si se ocupa de vestir a los lirios del campo y de alimentar a las aves, cuánto más se ocupa de nosotros sus hijos e hijas amados.

“Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia y todas estas cosas se les darán por añadidura”.  Ante esta afirmación de Jesús, lo primero que debemos decir es que no se trata de desentenderse de las responsabilidades que tenemos; no se trata de vivir desocupados esperando que todo nos caiga de arriba.  No.  Se trata más bien de jerarquizar nuestras preocupaciones y nuestras búsquedas.  Y en esa jerarquización, el Reino de Dios debe ocupar el primer lugar.  Efectivamente, para un seguidor y una seguidora de Jesús, la principal preocupación debe ser construir el Reino de Dios.

Jesús nos ha dado ejemplo de ello: su vida, su afán, su deseo más profundo era el Reino de Dios.  Todo lo que hacía estaba en función de ese Reino.  Y así debe ser la vida de los cristianos.  Todo debe hacerse para ese Reino.  La vida cotidiana, con sus afanes y dificultades, las aspiraciones y búsquedas, los esfuerzos y luchas… todo debe estar en función del Reino de Dios.  De esta manera, todo lo que hacemos tiene sentido y nuestra vida trasciende la preocupación por lo material, haciendo presente a Dios y llenando de Dios nuestra vida y nuestra realidad.

En fin, nuestra vida está en las manos de Dios.  Él, como un Padre bueno que nos ama, cuida de cada una y cada uno de nosotros.  Por eso, debemos vivir confiados a su providencia divina.  Y nuestro afán principal debe ser hacer presente a Dios en nuestro mundo, para que su Reino se vaya haciendo visible y nuestra sociedad vaya siendo cada vez mejor.

Que Dios los bendiga y los proteja.




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