enero 13, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 13 de Enero de 2022

Primera Lectura

2 Tm 4, 9-17

Querido hermano: Haz lo posible por venir a verme cuanto antes, pues Dimas, prefiriendo las cosas de este mundo, me ha abandonado y ha partido a Tesalónica. Crescencio se fue a Galacia, y Tito, a Dalmacia. El único que me acompaña es Lucas. Trae a Marcos contigo, porque me será muy útil en mis tareas. A Tíquico lo envié a Éfeso.

Cuando vengas, tráeme el abrigo que dejé en Tróade, en la casa de Carpo. Tráeme también los libros y especialmente los pergaminos.

Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho daño. El Señor le dará su merecido. Cuídate de él, pues se ha opuesto tenazmente a nuestra predicación.

La primera vez que me defendí ante el tribunal, nadie me ayudó. Todos me abandonaron. Que no se les tome en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos.

Salmo Responsorial

Salmo 144, 10-11. 12-13. 17-18

R. (12a) Señor, que todos tus fieles te bendigan. 
Que te alaben, Señor, todas tus obras
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
R. Señor, que todos tus fieles te bendigan.
Que muestren a los hombres tus proezas,
el esplendor y la gloria de tu reino.
Tu reino, Señor, es para siempre
y tu imperio, por todas las generaciones.
R. Señor, que todos tus fieles te bendigan.
Siempre es justo el Señor en sus designios
y están llenas de amor todas sus obras.
No está lejos de aquellos que lo buscan;
muy cerca está el Señor, de quien lo invoca.
R. Señor, que todos tus fieles te bendigan.

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Jn 15, 16

R. Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor,
para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 10, 1-9

En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero ni morral ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’ ”.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Hermanas y hermanos

Hoy el evangelio nos habla de enfermedad. Una de las comunes en el tiempo de Jesús era la lepra. En el antiguo Israel, los que tenían esta enfermedad eran apartados de la sociedad, siendo considerados malditos. Puede representar a cualquier dolencia, en el cuerpo o en el alma, que afecta al ser humano y le disminuye en su actividad y en sus relaciones con los demás, hasta llegar a oscurecer la vida recibida.

Jesús aparece como el que se acerca a toda enfermedad y dolencia, y atreviéndose a tocar a la persona, puede aliviarla y reconfortarla de una manera impensable. Porque es el Hijo del Dios que rompe las barreras y quiere traer vida, y vida para todos y todas.

El leproso, consciente de su situación marginal, movido por la fe, se pone en camino, se acerca a Jesús. Este acercamiento evidencia su fe: cree realmente en Jesús. Junto a su puesta en camino, va la súplica humilde “Si quieres, puedes curarme.” Pide a Jesús su sanación, pero sujetándola a la voluntad de Jesús. Y Jesús, como ha salido del Padre y ha venido al mundo justamente para esto, la respuesta que se le da al que así suplica, no puede ser otra que esta: “Sí quiero, sana.”  El evangelista señala la disposición de ánimo de Jesús: “Compadecido.” Revela en sí mismo la compasión de Dios que ya no guarda distancia, pues no solamente de palabra, sino que, tocándolo, manifiesta su voluntad de sanarlo.

En efecto, la actitud misericordiosa de Jesús le lleva a saltar incluso las mismas leyes.  Era prohibido acercarse a un leproso; y mucho más tocarlo.  Al tocarlo, Jesús quedaba también impuro.  Sin embargo, a Jesús no le importa esto.  Lo que le importa es la persona que tiene delante de sí y que está sufriendo.  A Jesús le interesa más la necesidad y el dolor que cualquier ley.

Ha hecho lo más, que es asumir la condición humana, hacerse en todo semejante a nosotros (excepto en el pecado). No mantiene distancias quien se ha unido a todo ser humano y en la situación en la que cada uno se encuentra, por eso el tocarlo con su mano, expresa la cercanía que supera las barreras, en este caso, de la enfermedad. Al que estaba marginado lo reintegra en la comunidad. Esto va más allá de lo puramente legal. Ello no significa que deje de lado el precepto legal: certificado de sanación del leproso, emitido por el sacerdote. Le manda buscarlo y que no cuente lo ocurrido a nadie.

El comportamiento del leproso es a la inversa: “cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.”  Al hombre curado le importa más lo ocurrido que el certificado. Por eso cuenta la misericordia que Jesús le ha manifestado. Es tan importante que no puede ser silenciada. Comprende que las obras por sí mismas proclaman la grandeza de Dios y él lo único que hace es sumarse a ellas agradecido.

Cada uno de nosotros sufre de distintas enfermedades, lepras espirituales; supliquémosle pues al Señor con un corazón humilde y confiado que nos limpie, que nos cure, con esa hermosa oración: “Si quieres, puedes limpiarme”.

Que Dios los bendiga y los proteja.




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