Lecturas del día 22 de Octubre de 2021
Primera Lectura
Hermanos: Bien sé yo que nada bueno hay en mí, es decir, en mi naturaleza humana deteriorada por el pecado. En efecto, yo puedo querer hacer el bien, pero no puedo realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero; y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado, que habita en mí.
Descubro, pues, en mí esta realidad: cuando quiero hacer el bien, me encuentro con el mal. Y aunque en lo más íntimo de mi ser me agrada la ley de Dios, percibo en mi cuerpo una tendencia contraria a mi razón, que me esclaviza a la ley del pecado, que está en mi cuerpo.
¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, esclavo de la muerte? ¡La gracia de Dios, por medio de Jesucristo, nuestro Señor!
Salmo Responsorial
R. Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Enséñame a gustar y a comprender, tus preceptos,
pues yo me fío de ellos.
Tú, que eres bueno y haces beneficios,
instrúyeme en tus leyes.
R. Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Señor, que tu amor me consuele,
conforme a las promeses que me has hecho.
Muéstrame tu ternura y viviré,
porque en tu ley he puesto mi contento.
R. Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Jamás olvidaré tus mandamientos,
pues con ellos me diste vida.
Soy tuyo, sálvame,
Pues voy buscando tus leyes.
R. Enséñame, Señor, a gustar tus mandamientos.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Cuando ustedes ven que una nube se va levantando por el poniente, enseguida dicen que va a llover, y en efecto, llueve. Cuando el viento sopla del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Si saben interpretar el aspecto que tienen el cielo y la tierra, ¿por qué no interpretan entonces los signos del tiempo presente? ¿Por qué, pues, no juzgan por ustedes mismos lo que les conviene hacer ahora?
Cuando vayas con tu adversario a presentarte ante la autoridad, haz todo lo posible por llegar a un acuerdo con él en el camino, para que no te lleve ante el juez, el juez te entregue a la policía, y la policía te meta en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de ahí hasta que pagues el último centavo’’.
Palabra de Dios, te alabamos Señor
Reflexión
Hermanas y hermanos
Qué fácil resulta interpretar los fenómenos naturales, las señales del tiempo. Los meteorólogos estudian la atmósfera y saben interpretar cómo estarán las condiciones climáticas. Nosotros mismos, con mucha facilidad predecimos cuándo lloverá y cuando no. Pero, cuánto nos cuesta interpretar los signos de Dios en nuestra vida y en la historia, o lo que técnicamente hemos llamado “signos de los tiempos”. ¿Por qué será? Las palabras de Jesús hoy son fuertes: “hipócritas” nos llama. Quizás sea porque ponemos más atención y más interés a los fenómenos de la naturaleza que a las manifestaciones de Dios.
El evangelio de hoy es precisamente una invitación a tomar conciencia de la realidad que nos rodea y percibir, más allá de lo accidental o aparente, lo que está pasando, el modo como Dios se está haciendo presente y lo que nos invita a hacer. Dios ha irrumpido en la historia en la Persona de Jesús y sus contemporáneos no son capaces de ver, más allá de la realidad, su verdadero sentido: la Salvación, el Reino de Dios. A nosotros nos pasa lo mismo. Con mucha frecuencia, miramos al cielo y nos quedamos bien anclados en nuestros intereses mundanos.
“¿Por qué no interpretan entonces los signos del tiempo presente? ¿Por qué, pues, no juzgan por ustedes mismos lo que les conviene hacer ahora?” Jesús nos invita a que escrutemos el tiempo, y el tiempo para Él consiste en que con su venida hemos llegado a la plenitud: “la plenitud de los tiempos”. Es una plenitud real, no imaginaria, que no hay que confundir con el fin del mundo, sino con la manifestación más clara y plena del amor de Dios por los seres humanos. El primer acto de amor de Dios al ser humano fue la creación y el más importante, el de la plenitud de su amor, es la entrega de su Hijo por nuestra salvación.
¿Puede el ser humano pedir algo más? Lo inteligente en el ser humano es ser consciente del tiempo en que vive y saber decir cada día: “gracias, Padre Dios, por tu amor tan presente y cercano”. Una actitud agradecida que trae consigo la acogida del mensaje de Jesús y su proyecto del Reino de Dios.
Hoy es un buen día para contemplar sin más el amor de Dios que se nos manifiesta en los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana, en las personas que están a nuestro alrededor, en los más necesitados. Como sabiamente decía una persona: Nos podemos equivocar en muchas cosas en nuestra vida, pero en lo que nunca nos equivocamos es si hacemos el bien a quien necesita ayuda. Ella decía con mucha convicción: “el que ayuda a un pobre no se equivoca”.
El último párrafo del evangelio es una llamada a la necesaria reconciliación con Dios y con nuestros hermanos y hermanas, y hacerlo mientras caminamos en esta vida, no esperar a la muerte y el más allá. El Reino Dios ha comenzado ya y con él, nuestra eternidad con Dios. Los signos del ese Reino de Dios están presentes en nuestra vida y en nuestra realidad. Abramos nuestros ojos y veamos a nuestro alrededor.
Es necesario pedir al Señor que nos ayude a “ver” con sus propios ojos. En realidad esa es la fe auténtica que encuentra sentido incluso cuando todo a nuestro alrededor parece desmoronarse. Que, movidos por el Espíritu, discernamos como Iglesia los signos de Salvación que el Señor nos presenta en este nuestro mundo tan amenazado por las fuerzas del mal y que podamos ser signos de esperanza y de Verdad.
Que Dios los bendiga y los proteja.
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