Evangelio del 13 de abril del 2024
Sábado de la II semana de Pascua
Lectionary: 272
Primera lectura
Los Doce convocaron entonces a la multitud de los discípulos y les dijeron: “No es justo que, dejando el ministerio de la palabra de Dios, nos dediquemos a administrar los bienes. Escojan entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encargaremos este servicio. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra”.
Todos estuvieron de acuerdo y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles, y éstos, después de haber orado, les impusieron las manos.
Mientras tanto, la palabra de Dios iba cundiendo. En Jerusalén se multiplicaba grandemente el número de los discípulos. Incluso un grupo numeroso de sacerdotes había aceptado la fe.
Salmo Responsorial
R. (22) El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.
Que los justos aclamen al Señor;
es propio de los justos alabarlo.
Demos gracias a Dios, al son del arpa,
que la lira acompañe nuestros cantos.
R. El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.
Sincera es la palabra del Señor
y todas sus acciones son leales.
El ama la justicia y el derecho,
la tierra llena está de sus bondades.
R. El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen
y en su bondad confían;
los salva de la muerte
y en épocas de hambre les da vida.
R. El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya.
Aclamación antes del Evangelio
Ha resucitado Cristo, el Señor, que creó el mundo,
y que ha salvado a los hombres por su misericordia.
R. Aleluya.
Evangelio
Cuando habían avanzado unos cinco o seis kilómetros, vieron a Jesús caminando sobre las aguas, acercándose a la barca, y se asustaron. Pero él les dijo: “Soy yo, no tengan miedo”. Ellos quisieron recogerlo a bordo y rápidamente la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.
Reflexión
En este relato, los discípulos se encuentran en una barca, navegando por el mar de Galilea. Mientras se enfrentan a fuertes vientos y aguas agitadas, Jesús se les aparece caminando sobre el agua. Este evento ocurre justo después de la alimentación de los cinco mil, un milagro que demuestra la capacidad de Jesús para proveer y cuidar a la multitud.
Los discípulos experimentan miedo al ver a Jesús caminando sobre el mar, pensando que es un fantasma. Este miedo puede ser un reflejo de nuestras propias reacciones ante las dificultades y lo desconocido en nuestra vida. La tormenta representa las diversas tribulaciones y desafíos que enfrentamos. Al igual que los discípulos, a menudo nos sentimos abrumados y asustados por las circunstancias que escapan a nuestro control.
Jesús se dirige a ellos diciendo: “Yo soy; no teman”. En esta afirmación, Jesús no solo revela su identidad divina (eco del “Yo Soy” del Antiguo Testamento), sino que también ofrece una invitación a confiar en Él. La presencia de Jesús trae paz y seguridad, incluso en medio del caos más tempestuoso. Su presencia es un recordatorio constante de que no estamos solos en nuestras luchas.
Como comunidad y como individuos, estamos llamados a reconocer a Jesús en los momentos de miedo y ansiedad. Debemos recordar que Él está siempre con nosotros, listo para calmarnos y guiarnos a través de las tormentas de la vida.
La fe en Jesús nos permite enfrentar nuestros miedos y seguir adelante, incluso cuando las situaciones parecen imposibles. Su palabra “no temáis” es un mandato persistente en nuestras vidas, invitándonos a dejar atrás el temor y confiar en su poder salvador.
Este pasaje nos llama a profundizar nuestra fe y confianza en Jesús. Al hacerlo, podemos encontrar verdadera paz y seguridad, sabiendo que Él camina junto a nosotros, guiando nuestros pasos en cada desafío que enfrentamos.
En la celebración de la Eucaristía, recordamos y actualizamos la presencia de Cristo que calma nuestras tormentas interiores y nos fortalece para seguir adelante con esperanza y coraje.
La presencia de Jesús en nuestras vidas transforma nuestro miedo en fe, y cómo, incluso en los momentos más oscuros, su luz guía nuestros pasos hacia la paz y la confianza.
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