Lecturas del 8 de ener del 2024 :: Fiesta del Bautismo del Señor
Fiesta del Bautismo del Señor
Lectionary: 21
Primera Lectura
Esto dice el Señor:
“Miren a mi siervo, a quien sostengo,
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi espíritu
para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles;
no romperá la caña resquebrajada,
ni apagará la mecha que aún humea.
Promoverá con firmeza la justicia,
no titubeará ni se doblegará
hasta haber establecido el derecho sobre la tierra
y hasta que las islas escuchen su enseñanza.
Yo, el Señor,
fiel a mi designio de salvación,
te llamé, te tomé de la mano, te he formado
y te he constituido alianza de un pueblo,
luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión
y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”.
O bien:
Is 55, 1-11
Esto dice el Señor:
“Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua;
y los que no tienen dinero,
vengan, tomen trigo y coman;
tomen vino y leche sin pagar.
¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan
y el salario, en lo que no alimenta?
Escúchenme atentos y comerán bien,
saborearán platillos sustanciosos.
Préstenme atención, vengan a mí,
escúchenme y vivirán.
Sellaré con ustedes una alianza perpetua,
cumpliré las promesas que hice a David.
Como a él lo puse por testigo ante los pueblos,
como príncipe y soberano de las naciones,
así tú reunirás a un pueblo desconocido,
y las naciones que no te conocían acudirán a ti,
por amor del Señor, tu Dios,
por el Santo de Israel, que te ha honrado.
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar,
invóquenlo mientras está cerca;
que el malvado abandone su camino,
y el criminal, sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad;
a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes,
sus caminos no son mis caminos.
Porque así como aventajan los cielos a la tierra,
así aventajan mis caminos a los de ustedes
y mis pensamientos a sus pensamientos.
Como bajan del cielo la lluvia y la nieve
y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer,
así será la palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí sin resultado,
sino que hará mi voluntad
y cumplirá su misión’’
O bien:
En aquellos días, Pedro se dirigió a Cornelio y a los que estaban en su casa, con estas palabras: “Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere. Él envió su palabra a los hijos de Israel, para anunciarles la paz por medio de Jesucristo, Señor de todos.
Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
O bien:
1 Jn 5, 1-9
Queridos hijos: Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo. Porque, ¿quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios.
Jesucristo es el que vino por medio del agua y de la sangre; él vino, no sólo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Así pues, los testigos son tres: el Espíritu, el agua y la sangre. Y los tres están de acuerdo.
Si aceptamos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios vale mucho más y ese testimonio es el que Dios ha dado de su Hijo.
Salmo Responsorial
R. (11b) Te alabamos, Señor.
Hijos de Dios, glorifiquen al Señor,
denle la gloria que merece.
Postrados en su templo santo,
alabemos al Señor. R.
R. Te alabamos, Señor.
La voz del Señor se deja oír
sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es poderosa,
la voz del Señor es imponente. R.
R. Te alabamos, Señor.
El Dios de majestad hizo sonar
el trueno de su voz.
El Señor se manifestó sobre las aguas
desde su trono eterno. R.
R. Te alabamos, Señor.
O bien:
Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6
R. (3) Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
El Señor es mi Dios y salvador,
con él estoy seguro y nada temo.
El Señor es mi protección y mi fuerza
y ha sido mi salvación.
Sacarán agua con gozo
de la fuente de salvación. R.
R Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
Den gracias al Señor,
invoquen su nombre,
cuenten a los pueblos sus hazañas,
proclamen que su nombre es sublime. R.
R Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
Alaben al Señor por sus proezas,
anúncienlas a toda la tierra.
Griten jubilosos, habitantes de Sión,
porque el Dios de Israel
ha sido grande con ustedes. R.
R Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Se abrió el cielo y resonó la voz del Padre, que decía:
“Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”.
R. Aleluya.
O bien:
Cfr Jn 1, 29
R. Aleluya, aleluya.
Vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó:
“Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.
Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”.
Reflexión
La solemnidad del Bautismo del Señor narrada por Marcos 1, 7-11 marca una transición crucial en el calendario litúrgico, termina el período de la Navidad donde nos centramos en la celebración del nacimiento de Jesús y ahora con la fiesta del Bautismo del Señor damos paso al Tiempo Ordinario, donde las lecturas de la misa nos llevan a través de la enseñanza y vida de Jesús. Es un tiempo para crecer en nuestra fe y aplicar las lecciones del Evangelio a nuestra vida diaria.
Este evento es más que un simple cambio en el calendario litúrgico; simboliza un viaje espiritual profundo, desde la contemplación en la gruta de Belén hasta la acción y testimonio en el mundo.
El bautismo de Jesús, como se describe en el Evangelio de Marcos, es un momento fundamental tanto en su vida como en la historia de la salvación. Juan el Bautista, una figura central en la preparación del camino para Jesús, lo presenta no solo como el Mesías esperado, sino como el “más poderoso” que bautizará con el Espíritu Santo. Esta afirmación de Juan resalta la singularidad de Jesús y anticipa la naturaleza transformadora de su misión.
Cuando Jesús es bautizado, los cielos se abren y el Espíritu desciende sobre Él como una paloma, mientras una voz celestial proclama: “Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco”. Este momento es una manifestación trinitaria, donde la presencia de Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se revela simultáneamente. Este evento no solo confirma la identidad divina de Jesús, sino que también ilustra su papel como el mediador entre Dios y la humanidad.
El bautismo era un rito de purificación en el judaísmo, y el bautismo de Jesús por Juan marcó el comienzo de su misión pública. Este acto de humildad y obediencia simboliza la aceptación de Jesús de su rol en el plan redentor de Dios. A través de su bautismo, Jesús se identifica con nosotros, tomando sobre sí nuestras debilidades y pecados, y abriendo el camino para nuestra propia transformación espiritual.
El bautismo de Jesús nos invita a reflexionar sobre nuestro propio bautismo y lo que significa para nuestra vida espiritual. No es solo un acto ceremonial, sino un llamado a una vida de discipulado activo y testimonio. Así como el bautismo de Jesús marcó el inicio de su ministerio, nuestro bautismo nos llama a ser testigos de Cristo en nuestro entorno diario. Somos llamados a vivir una vida de caridad y servicio, alimentados por la Palabra de Dios y la Eucaristía, y guiados por el Espíritu Santo hacia nuestro destino final en el cielo.
En este sentido, el Bautismo del Señor es un recordatorio de nuestra propia identidad y misión como cristianos. Nos desafía a salir de la comodidad de nuestra fe privada y a vivir el Evangelio de manera activa y visible. Al igual que Jesús emergió del agua para comenzar su misión, nosotros estamos llamados a emerger de nuestras propias aguas bautismales para vivir y proclamar el amor y la misericordia de Dios en un mundo que anhela la esperanza y la renovación espiritual.
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