El Papa Francisco le dice a los neocardenales: Sean la armonía que representa la sinodalidad de la Iglesia
Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano
Esa Iglesia santa, apostólica y “madre, que habla en todas las lenguas, que es una y es católica”, nacida en Pentecostés, cuando los apóstoles se reunieron en Jerusalén junto a los judíos que allí vivían, pero también con partos, medos, elamitas y otros muchos pueblos de diversos países que los oían hablar en sus propias lenguas, Francisco la vislumbra en el nuevo Colegio Cardenalicio, ampliado hoy con la creación de 21 cardenales, de los que 18 son electores y 3 no electores. Luis Pascual Dri, confesor en el Santuario de Nuestra Señora de Pompeya de Buenos Aires, no ha estado presente entre ellos. En la homilía del Consistorio celebrado en la Plaza de San Pedro iluminada por un cálido sol de finales de septiembre, donde, entre unos 12.000 fieles, destacan los birretes rojos de todo el mundo, el Papa subrayó las distintas procedencias de sus más estrechos colaboradores recordando la imagen de una orquesta.
El Colegio Cardenalicio está llamado a asemejarse a una orquesta sinfónica, que representa la sinfonía y la sinodalidad de la Iglesia.
Una Iglesia sinfónica y sinodal
Para Francisco, “el carácter sinodal de la Iglesia” es como una sinfonía, en la que cada instrumento brinda su propia contribución, “a veces solo, a veces unido a algún otro, a veces con todo el conjunto”. Pero “la diversidad es necesaria, es indispensable”, aunque si, explica el Papa, “cada sonido debe contribuir al proyecto común”, y por eso “es fundamental la escucha recíproca. Cada músico debe escuchar a los demás”. Mientras que ” el director de la orquesta está al servicio de esta especie de milagro que representa cada ejecución de una sinfonía”, a él le corresponde “escuchar más que todos los demás” y “ayudar a cada uno y a toda la orquesta a desarrollar la fidelidad creativa, la fidelidad a la obra que se está ejecutando”. Y es precisamente la imagen de la orquesta la que enseña “mejor a ser Iglesia sinfónica y sinodal”, y por eso Francisco la propone al Colegio Cardenalicio, “en la reconfortante confianza de que tenemos como maestro al Espíritu Santo, maestro interior de cada uno y maestro del caminar juntos”, que “crea la variedad y la unidad” y que “es la misma armonía”.
Ser evangelizadores evangelizados y no funcionarios
El Papa cita varias veces el pasaje evangélico que habla del “bautismo del Espíritu Santo”, del don del Evangelio recibido en varias lenguas, que debe suscitar asombro y gratitud por la Buena Noticia que nos ha llegado “en nuestras lenguas, a través de los labios y los gestos de nuestros abuelos y de nuestros padres, de los catequistas, de los sacerdotes, de los religiosos”, transmitida también “en dialecto, por las madres y las abuelas”.
Somos evangelizadores en la medida que conservamos en el corazón el asombro y la gratitud de haber sido evangelizados; más aún, de ser evangelizados, porque en realidad se trata de un don siempre actual, que requiere ser renovado continuamente en la memoria y en la fe. Evangelizados evangelizadores y no funcionarios.
Pentecostés, un acto creativo que Dios renueva continuamente
Y es aún a Pentecostés a lo que Francisco invita a mirar al continuar su reflexión, un hecho que no es del pasado, sino “un acto creativo que Dios renueva continuamente”, un “misterio siempre actual” del que “vive la Iglesia y cada uno de sus miembros”. Porque la Iglesia “no vive ‘de rentas’ -añadió Francisco-, ni mucho menos de un patrimonio arqueológico”, sino que “vive del presente de Dios, por la acción del Espíritu Santo”.
Hoy, a la luz de la Palabra, podemos comprender esta realidad: ustedes, neocardenales, han venido de diversas partes del mundo y el mismo Espíritu Santo que fecundó la evangelización de sus pueblos ahora renueva en ustedes su vocación y misión en la Iglesia y para la Iglesia.
Al final de su alocución, Francisco creó y proclamó a los nuevos cardenales, pronunciando sus nombres, y después les invitó a profesar su fe en Dios y su fidelidad a la Iglesia. “Prometo y juro, de hoy en adelante y mientras yo viva, permanecer fiel a Cristo ya su Evangelio, constantemente obediente a la Santa Iglesia Apostólica Romana…” a continuación, inclinándose ante el Papa, uno a uno, recibieron el birrete cardenalicio. A partir de este momento, el Colegio Cardenalicio se amplía a 242 cardenales, de los cuales 137 son electores y 105 no electores.
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