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enero 1, 2022 in Evangelios

Lecturas del día 1 de Enero de 2022

Primera Lectura

Nm 6, 22-27

En aquel tiempo, el Señor habló a Moisés y le dijo:
“Di a Aarón y a sus hijos:
‘De esta manera bendecirán a los israelitas:
El Señor te bendiga y te proteja,
haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor.
Que el Señor te mire con benevolencia
y te conceda la paz’.

Así invocarán mi nombre sobre los israelitas
y yo los bendeciré”.

Salmo Responsorial

Salmo 66, 2-3. 5. 6 y 8

R. (2a) Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.
Ten piedad de nosotros, y bendícenos;
vuelve, Señor , tus ojos a nosotros.
Que conozca la tierra tu bondad
y los pueblos tu obra savadora. R.
R. Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.
Las naciones con júbilo te canten,
porque juzgas al mundo con justicia;
con equidad tú juzgas a los pueblos
y riges en la tierra a las naciones.. R.
R. Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.
Que te alaben, Señor , todos los pueblos,
que los pueblos te aclamen todos juntos.
Que nos bendiga Dios
y que le rinda honor el mundo entero. R.
R. Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.

Segunda Lectura

Gal 4, 4-7

Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos.

Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama “¡Abbá!”, es decir, ¡Padre! Así que ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Aclamación antes del Evangelio

Heb 1, 1-2

R. Aleluya, aleluya.
En distintas ocasiones y de muchas maneras
habló Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas.
Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.

Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.

Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.

Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Reflexión

Hermanas y hermanos

Iniciamos el año civil con la Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Es un título de la Virgen María que la Iglesia le dio prácticamente por deseo y aclamación del propio pueblo cristiano. Con este título se proclama la fe en la encarnación de Dios, que tuvo una madre, como cualquier ser humano. También, hoy celebramos la Jornada Mundial de oración por la paz, ya que al comenzar el año siempre se celebra esta jornada de la paz, cuyo mensaje no puede ser ignorado por los cristianos que debemos trabajar arduamente por la paz amenazada en el mundo.

La maternidad es una forma de ser y de vivir a la que Dios nos convoca a todos. Acoger, escuchar, consolar, reír con el que ríe, llorar con quien llora, sufrir con quien sufre, aconsejar, perdonar, callar… todo eso y más es necesario en la nueva normalidad que buscamos, en la fraternidad social que nos propone el papa Francisco.

Y sobre todo necesitamos paz. Son muchas las tribulaciones pasadas y presentes. Necesitamos un futuro distinto. Podemos forjarlo desde la educación y la formación a las nuevas generaciones. Desde la creación de empleos y la transformación de las condiciones de trabajo en otras más estables, con tasas de desempleo más bajas y con remuneración suficiente y digna. Y desde el diálogo entre las distintas generaciones orientado a que crezca la solidaridad entre ellas y la confianza en el futuro. Educación, trabajo y diálogo son tres contextos que el papa Francisco considera herramientas para construir una paz duradera, en su mensaje para esta ocasión.

En el evangelio que hemos escuchado se nos propone la continuación del relato del nacimiento de Jesús, que se leyó en Noche Buena. El relato está centrado en los pastores. Su actitud muestra la respuesta humana al momento anterior que es todo él revelador, divino, angelical y extraordinario. Los pastores ¿qué harán? ¿buscarán al Salvador? ¿dónde? ¿es suficiente la señal que se les ha dado? ¡Desde luego que si! lo buscarán y lo encontrarán. Pero lo buscarán y lo encontrarán con el instinto de los sencillos, de los que no se obsesionan con grandezas; diríamos que lo encontrarán, más bien, por instinto profético.

Los pastores, al llegar, encontraron la “señal” que le habían dado los ángeles, aunque algo distinta: encontraron a sus padres, de lo que no había hablado la voz celeste. Podría pensarse o podrían pensar que encontrarían un niño abandonado, pero no; están sus padres con Él. Y ya no se mencionan los “pañales”, sino el niño acostado en un pesebre. Lo más curioso de todo esto es que los pastores son los que vienen a interpretar el hecho a todos los que lo escuchan. Son como los intérpretes del mensaje que han recibido del cielo. El evangelista deja claro que son precisamente estos pastores, de mala fama y mal vistos en aquellos ambientes religiosos, los que anuncien la alegría del cielo a todo el pueblo. Los pastores son garantía de la inculturación del mensaje divino en el pueblo sencillo.

¡Hasta María se asombra de esta noticia!, como si ella no supiera nada, después de lo que le había “anunciado” el ángel Gabriel. No obstante, san Lucas quiere ser solidario hasta el final. María también es del pueblo sencillo que, de unos extraños pastores, sabe recibir noticias de parte de Dios. Y las guarda en su corazón. Dios tiene sus propios caminos y de ahora en adelante veremos a María “acogiendo” todo lo que se dice de su Hijo (como en el caso de Simeón y Ana) y lo que le dice su mismo Hijo al dedicarse a las cosas que tiene que hacer y anunciar, desde el momento de la escena de Jerusalén en el Templo.

El relato termina con la circuncisión y ponerle nombre al Niño. Un nombre que no es cualquier cosa, ya que en la Biblia los nombres significan mucho. Entonces, el que se le ponga el nombre que se le había anunciado, y no el que María elige, quiere decir que acepta que este niño, este su Hijo, ha de ser el Salvador del pueblo que anhela la salvación y que los poderosos le han negado. El relato termina proclamando que ese Niño recién nacido es el Salvador del mundo.

El año nuevo es abierto por María como un signo de lo que fue su vida y de lo que puede ser la nuestra: apertura, confianza, entrega. ¡Feliz año nuevo! ¡Feliz día de María!

En el comienzo de este nuevo año,
junto a María, madre de Dios y madre de la Iglesia,
te ofrezco lo que soy para que, como en ella,
mi vida sirva a esta historia de amor con la humanidad
que tienes pensada desde siempre y para siempre.




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