Evangelio del 12 de octubre del 2024 según Lucas 11, 27-28
Sábado de la XXVII semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 466
Primera lectura
Hermanos: Si la ley dada por medio de Moisés fuera capaz de dar la vida, su cumplimiento bastaría para hacer justos a los hombres. Pero, en realidad, la ley escrita aprisionó a todos bajo el pecado para que, por medio de la fe en Jesucristo, los creyentes pudieran recibir los bienes prometidos.
Antes de que llegara la etapa de la fe, estábamos presos y bajo la custodia de la ley, en espera de la fe que estaba a punto de manifestarse. De modo que la ley se hizo cargo de nosotros, como si fuéramos niños, para conducirnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe. Pero una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sujetos a la ley.
Así pues, todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes.
Salmo Responsorial
R. (8a) El Señor nunca olvida sus promesas.
Entonen en su honor himnos y cantos;
celebren sus portentos.
Del nombre del Señor enorgullézcanse
y siéntase feliz el que lo busca. R.
R. El Señor nunca olvida sus promesas.
Recurran al Señor y a su poder
y a su presencia acudan.
Recuerden los prodigios que él ha hecho,
sus portentos y oráculos. R.
R. El Señor nunca olvida sus promesas.
Descendientes de Abraham, su servidor;
estirpe de Jacob, su predilecto,
escuchen: el Señor es nuestro Dios
y gobiernan la tierra sus decretos. R.
R. El Señor nunca olvida sus promesas.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los que escuchan la palabra de Dios
y la ponen en práctica, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
Reflexión
En el evangelio de Lucas 11, 27-28, una mujer entre la multitud alza la voz para bendecir a la madre de Jesús diciendo: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Pero Jesús responde: “Dichosos, más bien, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Con estas palabras, Jesús nos está mostrando algo importante: la verdadera bendición no depende de los lazos de sangre, sino de escuchar y obedecer la voluntad de Dios.
Jesús quiere enseñarnos que lo esencial no es venerar externamente, sino vivir la Palabra de Dios de manera activa. El vínculo con Él no se basa solo en una relación emocional o biológica, sino en la decisión de seguir la voluntad de Dios cada día. Así como María aceptó con valentía lo que Dios le pidió, nosotros también estamos llamados a aceptar y vivir lo que Dios nos pide.
Este pasaje también nos habla de la comunidad. Jesús no está desvalorizando a su madre, sino invitándonos a todos a ser parte de la familia de Dios, una familia que se forma escuchando y cumpliendo la Palabra. De esta manera, todos podemos ser parte de esa comunidad del Reino, independientemente de nuestra situación o condición.
Hoy en día, cuando tantas cosas nos distraen, es fundamental saber qué voz escuchar. Jesús nos invita a enfocarnos en la Palabra de Dios, que nos lleva a la verdadera felicidad. No se trata solo de escuchar, sino de poner en práctica lo que escuchamos, porque en esa obediencia encontraremos la dicha verdadera y una relación profunda con Dios, que sigue hablándonos hoy.
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