Evangelio del 10 de mayo del 2024
Viernes de la VI semana de Pascua
Lectionary: 295
Primera lectura
En aquellos días, Pablo tuvo una visión nocturna en Corinto, en la que le dijo el Señor: “No tengas miedo. Habla y no calles, porque yo estoy contigo y nadie pondrá la mano sobre ti para perjudicarte. Muchos de esta ciudad pertenecen a mi pueblo”. Por eso Pablo se quedó allí un año y medio, explicándoles la palabra de Dios.
Pero cuando Galión era procónsul de Acaya, los judíos, de común acuerdo, se abalanzaron contra Pablo y lo llevaron hasta el tribunal, donde dijeron: “Este hombre trata de convencer a la gente de que den a Dios un culto contrario a la ley”. Iba Pablo a tomar la palabra para responder, cuando Galión dijo a los judíos: “Si se tratara de un crimen o de un delito grave, yo los escucharía, como es razón; pero si la disputa es acerca de palabras o de nombres o de su ley, arréglense ustedes”. Y los echó del tribunal. Entonces se apoderaron de Sóstenes, jefe de la sinagoga, y lo golpearon delante del tribunal, sin que Galión se preocupara en lo más mínimo.
Pablo se quedó en Corinto todavía algún tiempo. Después se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria, con Priscila y Aquila. En Céncreas se rapó la cabeza para cumplir una promesa que había hecho.
Salmo Responsorial
Aplaudan, pueblos todos,
aclamen al Señor, de gozo llenos,
que el Señor, el Altísimo, es terrible,
y de toda tierra, rey supremo.
R. Dios es el rey del universo. Aleluya.
Fue él quien nos puso por encima
de todas las naciones y los pueblos,
al elegirnos como herencia suya,
orgullo de Jacob, su predilecto.
R. Dios es el rey del universo. Aleluya.
Entre voces de júbilo y trompetas,
Dios, el Señor, asciende hasta su trono.
Cantemos en honor de nuestro Dios,
al rey honremos y cantemos todas.
R. Dios es el rey del universo. Aleluya.
Aclamación antes del Evangelio
Cristo tenía que morir y resucitar de entre los muertos,
para entrar así en su gloria.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría.
Cuando una mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero una vez que ha dado a luz, ya no se acuerda de su angustia, por la alegría de haber traído un hombre al mundo. Así también ahora ustedes están tristes, pero yo los volveré a ver, se alegrará su corazón y nadie podrá quitarles su alegría. Aquel día no me preguntarán nada”.
Reflexión
En estos días hemos venido reflexionando sobre los pasajes que hablan de la partida de Jesús y esto se debe a que en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica, estos pasajes se leen con frecuencia durante el tiempo de Pascua, particularmente en la preparación para la Ascensión y Pentecostés. La repetición de temas similares, como la partida de Jesús y la promesa del Espíritu Santo, responde a la intención de profundizar en la comprensión de estos misterios. La Pascua no es solo una celebración de la Resurrección, sino también una preparación para recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, lo que se refleja en la elección de estos textos.
En el evangelio de Juan 16, 20-23 Imaginemos a Jesús y sus discípulos reunidos, en un momento cargado de tensión emocional. Jesús, consciente de su partida, busca ofrecer consuelo a sus amigos más cercanos. Les dice, de forma directa y sencilla, que su tristeza pronto se transformará en alegría. Lo interesante aquí es cómo, a pesar de su propio dolor, Jesús se enfoca en el bienestar emocional de sus discípulos.
El ejemplo que utiliza es universalmente comprensible: el dolor del parto que se desvanece ante la alegría del nacimiento. Jesús no minimiza el dolor; lo reconoce y lo valida, pero también asegura que tiene un propósito y un fin. El mensaje es que el sufrimiento temporal puede dar paso a un gozo duradero, algo nuevo y lleno de vida.
Este intercambio entre Jesús y sus discípulos nos recuerda buscar siempre el significado y la transformación en nuestras propias experiencias de dolor. Nos invita a considerar cómo nuestros momentos más difíciles pueden ser también el comienzo de algo lleno de esperanza y regocijo como lo mencionamos ayer.
La enseñanza es clara: Esto no significa que debemos ignorar el dolor o pretender que no existe, sino más bien reconocer que en el tejido mismo de nuestras pruebas, está entrelazada la posibilidad de un gozo más profundo.
Esto nos desafía a vivir de manera diferente, a sostenernos mutuamente en los momentos difíciles, y a recordar que detrás de cada noche oscura, espera el amanecer de un nuevo día. En la comunidad de fe, nos apoyamos y recordamos constantemente la promesa de Jesús, ayudándonos a avanzar con confianza hacia el futuro, con la fe de que en nuestros momentos más angustiantes pueden ser anuncio de nuestros tiempos más brillantes.
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