Evangelio del 4 de mayo del 2024
Sábado de la V semana de Pascua
Lectionary: 290
Primera lectura
En todas las ciudades por donde iban pasando, daban a conocer las decisiones tomadas por los apóstoles y los presbíteros de Jerusalén, para que las pusieran en práctica. De esta manera las comunidades cristianas se fortalecían en la fe y el número de creyentes aumentaba cada día más.
Como el Espíritu Santo les había prohibido predicar la palabra en la provincia de Asia, Pablo y Timoteo atravesaron Frigia y Galacia. Al llegar a los límites de Misia, se propusieron ir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Entonces atravesaron Misia y llegaron a Tróade. Por la noche, Pablo tuvo una aparición: vio a un macedonio, que de pie ante él, le rogaba: “¡Ven a Macedonia y ayúdanos!”
Después de esta visión, determinamos salir para Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba a predicar allí el Evangelio.
Salmo Responsorial
R. (2a) El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.
Alabemos a Dios todos los hombres,
sirvamos al Señor con alegría
y con júbilo entremos en su templo.
R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.
Reconozcamos que el Señor es Dios,
que él fue quien nos hizo y somos suyos,
que somos su pueblo y su rebaño.
R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.
Porque el Señor es bueno, bendigámoslo,
porque es eterna su misericordia
y su fidelidad nunca se acaba.
R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.
Aclamación antes del Evangelio
Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas del cielo,
donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios.
R. Aleluya.
Evangelio
Acuérdense de lo que les dije: ‘El siervo no es superior a su señor’. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán, y el caso que han hecho de mis palabras lo harán de las de ustedes. Todo esto se lo van a hacer por mi causa, pues no conocen a aquel que me envió”.
En Juan 15, 18-21, Jesús ofrece una visión clara de la tensión entre el discípulo y el mundo. “Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a ustedes”, dice. Este segmento del Evangelio despliega un tema recurrente del contraste entre la acogida divina y el rechazo mundano.
La hostilidad del mundo hacia los seguidores de Jesús es presentada no como un posible inconveniente, sino como una certeza anticipada. Este rechazo es un reflejo del conflicto más amplio entre los valores celestiales y los terrenales. Jesús aclara que este antagonismo es inherente al compromiso con Él, porque no pertenecen al mundo, así como Él tampoco pertenece.
Este mensaje es tanto una advertencia como una afirmación. Jesús previene a sus discípulos sobre las dificultades inminentes, pero simultáneamente los consolida, recordándoles su elección y separación del mundo. Este estatus especial como elegidos, si bien los coloca en una posición de vulnerabilidad frente a la hostilidad, también les confiere una identidad y un propósito claros.
La idea de no ser “del mundo” implica una llamada a vivir con estándares distintos, aquellos que reflejan las enseñanzas y el carácter de Cristo. En la práctica, esto significa encarnar la justicia, la misericordia y el amor incondicional, principios a menudo en desacuerdo con las normas prevalentes en la sociedad.
Finalmente, este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestra propia interacción con el entorno que nos rodea. ¿Cómo respondemos al antagonismo o a la incomprensión por parte de aquellos que no comparten nuestra fe? La respuesta de Jesús sugiere un modelo de resiliencia arraigada no en la confrontación, sino en la convicción de nuestra identidad como personas llamadas y sostenidas por Él.
La enseñanza de Jesús en estos versículos nos motiva a reexaminar nuestras respuestas ante la resistencia y a fortalecer nuestra dedicación a vivir de manera auténtica y coherente con los valores del Evangelio. En lugar de buscar la aprobación del mundo, estamos invitados a enfocar nuestra energía y nuestras acciones en lo que realmente perdura y trasciende.
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