marzo 7, 2024 in Evangelios

Evangelio del 8 de marzo del 2024

Viernes de la III semana de Cuaresma

Lectionary: 241

Primera lectura

Os 14, 2-10
Esto dice el Señor Dios:
“Israel, conviértete al Señor, Dios tuyo,
pues tu maldad te ha hecho sucumbir.
Arrepiéntanse y acérquense al Señor para decirle:
‘Perdona todas nuestras maldades,
acepta nuestro arrepentimiento sincero,
que solemnemente te prometemos.

Ya no nos salvará Asiria,
ya no confiaremos en nuestro ejército,
ni volveremos a llamar “dios nuestro”
a las obras de nuestras manos,
pues sólo en ti encuentra piedad el huérfano’.

Yo perdonaré sus infidelidades, dice el Señor;
los amaré aunque no lo merezcan,
porque mi cólera se ha apartado de ellos.
Seré para Israel como rocío;
mi pueblo florecerá como el lirio,
hundirá profundamente sus raíces, como el álamo,
y sus renuevos se propagarán;
su esplendor será como el del olivo
y tendrá la fragancia de los cedros del Líbano.

Volverán a vivir bajo mi sombra,
cultivarán los trigales y las viñas,
que serán tan famosas como las del Líbano.
Ya nada tendrá que ver Efraín con los ídolos.

Yo te he castigado, pero yo también te voy a restaurar,
pues soy como un ciprés, siempre verde,
y gracias a mí, tú das frutos.

Quien sea sabio, que comprenda estas cosas
y quien sea prudente, que las conozca.
Los mandamientos del Señor son rectos
y los justos los cumplen;
los pecadores, en cambio, tropiezan en ellos y caen”.

Salmo Responsorial

Salmo 80, 6c-8a. 8bc-9. 10-11ab. 14 y 17

R. (cf 11 y 9a) Yo soy tu Dios, escúchame.
Oyó Israel palabras nunca oídas:
“He quitado la carga de tus hombros
y el pesado canasto de tus manos.
Clamaste en la aflicción y te libré.
R. Yo soy tu Dios, escúchame.
Te respondí, oculto entre los truenos,
y te probé en Meribá, junto a la fuente.
Escucha, pueblo mío, mi advertencia.
¡Israel, si quisieras escucharme!
R. Yo soy tu Dios, escúchame.
No tendrás otro Dios, fuera de mí.
ni adorarás a dioses extranjeros,
porque yo el Señor, soy el Dios tuyo,
que te sacó de Egipto, tu destierro.
R. Yo soy tu Dios, escúchame.
¡Ojalá que mi pueblo me escuchara
y cumpliera Israel mis mandamientos!
Comería de lo mejor de mi trigo
y yo lo saciaría con miel silvestre”.
R. Yo soy tu Dios, escúchame.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 4, 17
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Conviértanse, dice el Señor,
porque ya está cerca el Reino de los cielos.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Mc 12, 28-34
En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”.

El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.

Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Reflexión

En el pasaje del Evangelio según Marcos, capítulo 12, 28 al 34, somos testigos de una enseñanza fundamental que Jesucristo ofrece no solo a sus contemporáneos sino a todos nosotros, trascendiendo los confines del tiempo y del espacio. Este fragmento de las Sagradas Escrituras nos invita a reflexionar sobre la esencia misma de nuestra fe y de nuestra relación con Dios y con el prójimo. En este diálogo, un escriba se acerca a Jesús con una pregunta que, más allá de su aparente simplicidad, encierra una profundidad insondable: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?

La respuesta de Jesús sintetiza toda la Ley y los Profetas en dos mandamientos que, en esencia, son inseparables: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Este precepto divino no solo constituye el fundamento de la moral cristiana, sino que también nos desafía a vivir de acuerdo con unos principios de amor incondicional y de entrega desinteresada hacia los demás, lo que resulta especialmente relevante en el contexto de la sociedad contemporánea, a menudo marcada por el individualismo y la fragmentación.

Al abordar este texto bíblico desde una perspectiva teológica, es fundamental reconocer que el amor al que Jesús nos llama no es un sentimiento superficial ni pasajero, sino un compromiso activo y constante que se manifiesta en acciones concretas de bondad, misericordia y justicia hacia los demás. Este amor se convierte en el criterio último de autenticidad de nuestra fe y en el motor que debe impulsar nuestras vidas hacia una mayor plenitud y santidad.

En este tiempo de Cuaresma, somos invitados a profundizar en nuestra conversión personal y comunitaria, más allá de las prácticas exteriores como el ayuno, la oración y la limosna. La Cuaresma nos llama a una renovación interior que nos permita vivir más plenamente el mandato del amor. 

Así, el mensaje del evangelio de Marcos no solo es una invitación a reflexionar sobre la primacía del amor en nuestra vida espiritual y social, sino también un llamado a vivir de manera coherente con ese amor, transformando nuestras relaciones y nuestra sociedad de acuerdo con los valores del Reino de Dios. En este camino cuaresmal hacia la Pascua, que nuestro esfuerzo y nuestra oración nos lleven a una mayor cercanía con el Señor y con todos nuestros prójimos, testimoniando así la fuerza transformadora del amor divino.




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