Evangelio del 23 de febrero del 2024
Viernes de la I semana de Cuaresma
Lectionary: 228
Primera lectura
Esto dice el Señor: “Si el pecador se arrepiente de los pecados cometidos, guarda mis preceptos y practica la rectitud y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá; no me acordaré de los delitos que cometió; vivirá a causa de la justicia que practicó. ¿Acaso quiero yo la muerte del pecador, dice el Señor, y no más bien que enmiende su conducta y viva?
Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, no se recordará la justicia que hizo. Por la iniquidad que perpetró, por el pecado que cometió, morirá. Y si dice: ‘No es justo el proceder del Señor’, escucha, casa de Israel: ¿Conque es injusto mi proceder? ¿No es más bien el proceder de ustedes el injusto?
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere; muere por la maldad que cometió. Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”.
Salmo Responsorial
R. (3) Perdónanos, Señor, y viviremos.
Desde el abismo de mis pecados clamo a ti;
Señor, escucha mi clamor;
que estén atentos tus oídos
a mi voz suplicante.
R. Perdónanos, Señor, y viviremos.
Si conservaras el recuerdo de las culpas,
¿quién habría, Señor, que se salvara?
Pero de ti procede el perdón,
por eso con amor te veneramos.
R. Perdónanos, Señor, y viviremos.
Confío en el Señor,
mi alma espera y confía en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
mucho más que la aurora el centinela.
R. Perdónanos, Señor, y viviremos.
Como aguarda a la aurora el centinela,
Aguarde Israel al Señor,
porque del Señor viene la misericordia
y la abundancia de la redención,
y él redimirá a su pueblo
de todas sus iniquidades.
R. Perdónanos, Señor, y viviremos.
Aclamación antes del Evangelio
Purifíquense de todas sus iniquidades;
renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.
Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.
Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.
Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo”.
En el corazón del Sermón de la Montaña, Jesús presenta enseñanzas que profundizan y expanden la comprensión de la Ley mosaica, llevando a sus oyentes hacia una vivencia más plena y auténtica de los mandamientos divinos. Mateo 5, 20-26 se sitúa precisamente en este contexto, donde Cristo establece el requisito de una justicia que supere la de los escribas y fariseos, no solo en la observancia externa, sino en la transformación interna del corazón.
Esta sección del discurso de Jesús ilumina la necesidad de reconciliación y perdón como elementos esenciales en la relación con Dios y con el prójimo. Al abordar el mandamiento “No matarás”, Jesús extiende su aplicación más allá del acto físico de quitar la vida, señalando que el enojo, el insulto y el desprecio hacia los demás son igualmente transgresiones graves contra la ley del amor.
Este pasaje refleja la enseñanza de Jesús sobre la integridad y la coherencia entre los actos y el corazón. No basta con evitar el pecado en su expresión más evidente; es necesario cultivar una actitud de amor, misericordia y compasión que rechace toda forma de violencia, ya sea física o verbal. Jesús invita a sus seguidores a una reflexión profunda sobre sus relaciones, enfatizando que la reconciliación con el hermano debe preceder a la adoración y ofrenda a Dios.
Este mensaje desafiaba las interpretaciones estrictamente legales de la Ley por parte de las autoridades religiosas judías de la época, proponiendo una vivencia de la fe centrada en la transformación del individuo y en la construcción de comunidades basadas en el respeto mutuo y el amor fraterno.
Las palabras de Jesús resuenan con un llamado urgente a examinar las raíces del conflicto y la división en nuestra sociedad. La sociedad de hoy está marcada por la polarización, el resentimiento y la incomprensión, el evangelio nos lleva a pensar en la importancia de trabajar activamente por la paz, iniciando por la reconciliación personal y comunitaria. La enseñanza de Jesús sobre la ira y la reconciliación nos anima a superar nuestras diferencias a través del diálogo, el perdón y la empatía, reconociendo la dignidad intrínseca de cada persona.
Así, Mateo nos llama a una justicia que brota del corazón, invitándonos a vivir de manera coherente con los valores del Reino de Dios. Debemos luchar por ser artífices de paz y constructores de puentes, recordándonos que la verdadera adoración a Dios comienza con la práctica del amor incondicional hacia nuestro prójimo, incluso en las situaciones más difíciles. En este compromiso con el amor y la reconciliación encontramos el camino hacia una justicia que verdaderamente supera la de los escribas y fariseos, abriendo las puertas a una nueva forma de vivir en comunión con Dios y con los demás.
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