febrero 14, 2024 in Evangelios

Evangelio del 15 de febrero del 2024

Jueves después de ceniza

Lectionary: 220

Primera lectura

Dt 30, 15-20
Esto dice el Señor: “Mira: Hoy pongo delante de ti la vida y el bien o la muerte y el mal. Si cumples lo que yo te mando hoy, amando al Señor tu Dios, siguiendo sus caminos, cumpliendo sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y te multiplicarás. El Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla. Pero si tu corazón se resiste y no obedeces, si te dejas arrastrar y te postras para dar culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que perecerás sin remedio y que, pasado el Jordán para entrar a poseer la tierra, no vivirás muchos años en ella.

Hoy tomo por testigos al cielo y a la tierra de que les he propuesto la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Elige la vida y vivirás, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a él; pues en eso está tu vida y el que habites largos años en la tierra que el Señor prometió dar a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob”.

Salmo Responsorial

Salmo 1, 1-2. 3. 4 y 6

R. (Sal 39, 5a) Dichoso el hombre que confiá en el Señor.
Dichoso el hombre que no se guía
por mundanos criterios,
que no anda en malos pasos
ni se burla del bueno,
que ama la ley de Dios
y se goza en cumplir sus mandamientos.
R. Dichoso el hombre que confiá en el Señor.
Es como un árbol plantado junto al rio.
que da fruto a su tiempo
y nunca se marchita.
En todo tendrá éxito.
R. Dichoso el hombre que confiá en el Señor.
En cambio los malvados
serán como la paja barrida por el viento.
Porque el Señor protege el camino del justo
y al malo sus caminos acaban por perderlo.
R. Dichoso el hombre que confiá en el Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 4, 17
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Arrepiéntanse, dice el Señor,
porque ya está cerca el Reino de los cielos.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Lc 9, 22-25
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.

Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga.

Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?”

Reflexión

Las palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas 9, 22-25 resuenan con un timbre particular en el inicio de la Cuaresma, un tiempo de introspección y renovación. El “sufrir mucho” y “ser reprobado” que anuncia no solo nos recuerdan su sacrificio por la humanidad, sino que también nos invitan a reflexionar sobre nuestro propio camino de fe.

En una sociedad donde la búsqueda del placer y la comodidad es omnipresente, la invitación a “negarse a sí mismo” y “tomar su cruz cada día” puede parecer un llamado radical. Sin embargo, lejos de ser una imposición, es una propuesta de libertad. Renunciar a lo superfluo nos permite enfocarnos en lo esencial, en aquello que realmente nos llena y nos da vida.

El “perder la vida” por Jesús no se refiere a un acto de masoquismo, sino a un desprendimiento del egoísmo y la autocomplacencia. Es abrirnos a la posibilidad de amar y servir a los demás, de construir un mundo más justo y fraterno.

En este contexto, la Cuaresma se convierte en una oportunidad para discernir qué cruces estamos dispuestos a cargar. No se trata de buscar el sufrimiento por el sufrimiento mismo, sino de identificar las pequeñas y grandes renuncias que nos acercan a la plenitud de la vida.

Es un tiempo para preguntarnos: ¿Qué estamos dispuestos a dejar de lado para seguir a Jesús? ¿Qué nos impide comprometernos con la construcción de un mundo mejor? ¿Qué podemos hacer para aliviar el sufrimiento de los demás?

La Cuaresma no se limita al miércoles de ceniza. Es un camino de 40 días que nos invita a la conversión personal y social. Es un tiempo para despojarnos de lo viejo y revestirnos de lo nuevo, para abrazar la vida con un corazón renovado.

Al igual que Jesús, que después de su muerte resucitó glorioso, también nosotros podemos esperar una nueva vida si nos atrevemos a seguirlo.  Recordando las palabras del Papa Francisco  en su homilía del miércoles de ceniza dice:mientras sigas usando una armadura que cubre el corazón, camuflándote con la máscara de las apariencias, exhibiendo una luz artificial para mostrarte invencible, permanecerás vacío y árido. En cambio, cuando tengas la valentía de inclinar la cabeza para mirar tu interior, entonces podrás descubrir la presencia de un Dios que te ama desde siempre; finalmente se harán añicos las corazas que te has construido y podrás sentirte amado con un amor eterno”.

 La Cuaresma es un tiempo propicio para iniciar ese camino de transformación, para descubrir la verdadera alegría que brota del amor y del servicio.




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