Lecturas del 13 de enero del 2024 :: Sábado de la I semana del Tiempo ordinario
Sábado de la I semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 310
Primera lectura
Había un hombre de la tribu de Benjamín, llamado Quis. Era de gran valor. Tenía un hijo llamado Saúl, joven y de buena presencia. Entre los israelitas no había nadie más apuesto que él. Era el más alto de todos y ninguno le llegaba al hombro.
Un día se le perdieron las burras a Quis y éste le dijo a su hijo Saúl: “Toma contigo a uno de los criados y vete a buscar las burras”. Recorrieron los montes de Efraín y la región de Salisá, pero no las encontraron; atravesaron el territorio de Saalín y no estaban allí; después, la tierra de Benjamín y tampoco las hallaron. Entonces se dirigieron a la ciudad donde vivía Samuel, el hombre de Dios. Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le dijo: “Éste es el hombre de quien te he hablado. Él gobernará a mi pueblo”.
Saúl se acercó a Samuel, que se encontraba en la puerta de la ciudad, y le dijo: “Indícame, por favor, dónde está la casa del vidente”. Samuel le respondió: “Yo soy el vidente. Sube delante de mí al lugar sagrado y quédate a cenar conmigo. Mañana temprano te despediré, después de decirte todo lo que está en tu corazón”.
Al día siguiente, muy temprano, Samuel tomó el cuerno donde guardaba el aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Después lo besó y le dijo: “El Señor te ha ungido como jefe de Israel, su pueblo. Tú reinarás sobre el pueblo del Señor y lo librarás de los enemigos que lo rodean”.
Salmo Responsorial
R. (2a) De tu poder, Señor, se alegra el rey.
De tu poder, Señor, se alegra el rey,
con el triunfo que le has dado.
Le otorgaste lo que él tanto anhelaba,
no rechazaste el ruego de sus labios. R.
R. De tu poder, Señor, se alegra el rey.
Lo colmaste, Señor, de bendiciones,
con oro has coronado su cabeza
La vida te pidió, tú se la diste,
una vida por siglos duradera. R.
R. De tu poder, Señor, se alegra el rey.
Tu victoria, Señor, le ha dado fama,
lo has cubierto de gloria y de grandeza.
Sin cesar le concedes tus favores
y lo colmas de gozo en tu presencia. R.
R. De tu poder, Señor, se alegra el rey.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado
para llevar a los pobres la buena nueva
y anunciar la liberación a los cautivos.
R. Aleluya.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”
Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Reflexión
En Marcos 2, 13-17, encontramos un episodio que desvela aspectos fundamentales de la misión y el mensaje de Jesús. La escena se desarrolla con Jesús enseñando a orillas del mar y luego llamando a Leví, un recaudador de impuestos, a seguirle. Lo notable de este evento es la posterior comida en la casa de Leví, donde Jesús se sienta a la mesa con recaudadores de impuestos y pecadores, lo que suscita la crítica de los fariseos y los maestros de la ley.
Es esencial comprender el estigma asociado a los recaudadores de impuestos en la sociedad judía de la época. Considerados traidores y corruptos por colaborar con el imperio romano, su presencia junto a Jesús rompe radicalmente con las normas sociales y religiosas establecidas. Este acto de Jesús no es solo un gesto de inclusión, sino también un desafío directo a las estructuras de poder y a las percepciones sociales de pureza y pecado.
El texto bíblico revela la esencia del ministerio de Jesús: traer la buena nueva no a los justos, sino a los pecadores. La respuesta de Jesús a los fariseos, “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”, subraya su enfoque en la misericordia y la redención. Esto va más allá de un simple acto de bondad; representa una redefinición radical de lo que significa ser parte del Reino de Dios. Jesús muestra que la gracia divina está disponible para todos, independientemente de su estatus social o moral.
El encuentro en la casa de Leví nos habla del poder transformador del amor y la aceptación. Al sentarse a comer con pecadores y recaudadores de impuestos, Jesús manifiesta que la verdadera espiritualidad no se halla en la rigidez de la ley, sino en la compasión y la comprensión. Este acto es un llamado a romper las barreras que nos separan, a reconocer la dignidad inherente de cada persona y a abrir nuestros corazones a la inclusión y la misericordia.
El relato también nos invita a reflexionar sobre nuestra actitud hacia aquellos que son marginados o considerados indignos. En la actitud acogedora de Jesús hacia Leví y sus amigos, se nos interpela a examinar nuestros prejuicios y a preguntarnos si estamos extendiendo la misma mano de inclusión y amor que Jesús mostró. La esencia del mensaje cristiano se refleja en esta apertura y disposición a abrazar a todos, sin importar su pasado o su condición social.
Finalmente, este pasaje nos impulsa a considerar cómo nuestras comunidades de fe pueden ser más acogedoras y menos excluyentes. Al igual que Jesús, estamos llamados a ser agentes de cambio, promoviendo un espacio donde todos se sientan bienvenidos y valorados. Este enfoque inclusivo es un poderoso testimonio del amor y la misericordia de Dios, demostrando que la gracia divina no conoce límites.
Marcos, nos presenta un retrato conmovedor de Jesús, un líder que trasciende las barreras sociales y religiosas para abrazar a todos. Nos enseña sobre la naturaleza inclusiva del Reino de Dios, la importancia de la misericordia sobre el juicio y nos reta a vivir una espiritualidad que se manifiesta en amor, aceptación y compasión.
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