Evangelio del 27 de mayo del 2024
Lunes de la VIII semana del Tiempo ordinario
Lectionary: 347
Primera lectura
Por esta razón, alégrense, aun cuando ahora tengan que sufrir un poco por adversidades de todas clases, a fin de que su fe, sometida a la prueba, sea hallada digna de alabanza, gloria y honor, el día de la manifestación de Cristo. Porque la fe de ustedes es más preciosa que el oro, y el oro se acrisola por el fuego.
A Cristo Jesús no lo han visto y, sin embargo, lo aman; al creer en él ahora, sin verlo, se llenan de una alegría radiante e indescriptible, seguros de alcanzar la salvación de sus almas, que es la meta de la fe.
Salmo Responsorial
Quiero alabar a Dios, de corazón,
en las reuniones de los justos.
Grandiosas son las obras del Señor,
y para todo fiel, dignas de estudio.
R. El Señor se acuerda siempre de su alianza.
Ha hecho inolvidables sus prodigios.
El Señor es piadoso y es clemente.
Acordándose siempre de su alianza,
él le da de comer al que lo teme.
R. El Señor se acuerda siempre de su alianza.
El redimió a su pueblo
y estableció su alianza para siempre.
Dios es santo y terrible
y su gloria perdura eternamente.
R. El Señor se acuerda siempre de su alianza.
Aclamación antes del Evangelio
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre,
para enriquecernos con su pobreza.
R. Aleluya.
Evangelio
Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.
Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: “Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios”.
Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: “Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible”.
Reflexión
En este pasaje de Marcos 10, 17-27, Jesús es abordado por un hombre que le pregunta qué debe hacer para heredar la vida eterna. La respuesta de Jesús, primero recordando los mandamientos, es seguida por un reto más profundo: “Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”. Esta demanda sorprende al hombre, que se aleja triste, pues era muy rico. Jesús entonces comenta la dificultad para los ricos de entrar en el Reino de Dios, comparándola con un camello pasando por el ojo de una aguja.
La riqueza, en este contexto, no es solo una acumulación de bienes materiales, sino también todo aquello que ocupa el lugar de Dios en nuestros corazones. La invitación de Jesús no es simplemente a despojarse de bienes, sino a liberarse de ataduras que impiden una entrega total a Dios. El joven rico representa a aquellos que, aunque buscan la vida eterna, no están dispuestos a sacrificar sus seguridades terrenales.
En una sociedad que valora la riqueza y el éxito material, este pasaje nos desafía a reconsiderar nuestras prioridades. Jesús no condena la riqueza en sí misma, sino la actitud del corazón que pone la confianza en las posesiones más que en Dios. Nos invita a un desprendimiento radical que permita una libertad interior para seguirlo.
La frase “Para los hombres es imposible, pero no para Dios” resalta que la salvación es un don de Dios, no una conquista humana. No se trata de lo que podemos hacer por Dios, sino de lo que Dios puede hacer en nosotros y a través de nosotros. Este pasaje nos recuerda que el verdadero tesoro está en una relación profunda y auténtica con Dios, quien nos llama a vivir con generosidad y desapego, confiando plenamente en su providencia.
De esta manera, el mensaje de Jesús sigue siendo actual: en este mundo que valora lo material, somos invitados a buscar lo eterno, a dejar que Dios transforme nuestro corazón para que, en libertad, podamos seguirlo y encontrar la verdadera vida.
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