abril 15, 2024 in Evangelios

Evangelio del 16 de abril del 2024

Martes de la III semana de Pascua

Lectionary: 274

Primera lectura

Hch 7, 51–8, 1

En aquellos días, habló Esteban ante el sanedrín, diciendo: “Hombres de cabeza dura, cerrados de corazón y de oídos. Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo; ustedes son iguales a sus padres. ¿A qué profeta no persiguieron sus padres? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, al que ahora ustedes han traicionado y dado muerte. Recibieron la ley por medio de los ángeles y no la han observado”.

Al oír estas cosas, los miembros del sanedrín se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”.

Entonces los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a una se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. Diciendo esto, se durmió en el Señor. Y Saulo estuvo de acuerdo en que mataran a Esteban.

Salmo Responsorial

Salmo 30, 3cd-4. 6ab y 7b y 8a. 17 y 21ab

R. (6a) En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
Sé tú, Señor, mi fortaleza y mi refugio,
la muralla que me salve.
Tú, que eres mi fortaleza y mi defensa,
por tu nombre, dirígeme y guíame.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
En tus manos encomiendo mi espíritu
y tú, mi Dios leal, me librarás.
En ti, Señor, deposito mi confianza
y tu misericordia me llenará de alegría.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo
y sálvame, por tu misericordia;
cuídame, Señor, y escóndeme junto a ti,
lejos de las intrigas de los hombres.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 6, 35
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el pan de la vida, dice el Señor;
el que viene a mí no tendrá hambre.
R. Aleluya.

Evangelio

Jn 6, 30-35
En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.

Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”.

Reflexión

El pasaje del Evangelio según Juan, específicamente los versículos 30 al 35, aborda una interacción significativa entre Jesús y la multitud que lo seguía después de la multiplicación de los panes y los peces. En este segmento, la multitud pide a Jesús una señal para poder creer en él, aludiendo al maná que sus antepasados recibieron como milagro en el desierto. Este pedido demuestra una búsqueda constante de confirmación divina y un deseo de vincular las acciones de Jesús con las narrativas y milagros de la tradición judía.

Jesús responde a esta solicitud no solo destacando la diferencia entre el maná, que era un alimento perecedero, y el pan que él ofrece, que es eterno y sustenta de manera espiritual y eterna. Este “pan de vida”, como lo define, no se limita a satisfacer necesidades temporales o físicas, sino que promete una saciedad espiritual y una vida eterna. Esta declaración profundiza la comprensión del ministerio de Jesús, que no se limita a replicar los milagros del pasado sino a cumplir y trascender esas expectativas antiguas.

En esta interacción, también se destaca el desarrollo de la fe. La multitud se enfrenta al desafío de reconocer en Jesús no solo a un proveedor de milagros o necesidades físicas, sino como la encarnación del mensaje divino y la oferta de salvación. Este paso de una fe que busca signos a una fe que reconoce en Jesús la presencia misma de Dios constituye un punto crucial.

Este diálogo entre Jesús y la multitud no solo refleja las tensiones entre las expectativas judías mesiánicas y la revelación de Jesús sobre su naturaleza y misión divina, sino que también plantea cuestiones fundamentales sobre la naturaleza de la fe, la revelación y el reconocimiento de lo divino en medio de lo cotidiano. Jesús, al presentarse como el “pan que ha bajado del cielo”, no solo desafía las comprensiones previas sino que invita a una transformación profunda del entendimiento y la experiencia espiritual de sus seguidores.

En la sociedad actual, plagada de búsqueda constante de satisfacción inmediata y material, el mensaje de Jesús en Juan resuena con una llamada a la profundización espiritual y al sustento eterno que ofrece. Frente a las distracciones y el consumismo que a menudo llenan el vacío existencial, Jesús ofrece el “pan de vida”, que promete no solo llenar nuestros estómagos sino también nuestras almas. Este alimento espiritual desafía a las personas a mirar más allá de lo tangible y lo efímero, invitándolas a encontrar significado y propósito en lo divino. Así, este pasaje bíblico alienta a la sociedad moderna a reevaluar sus prioridades y buscar una plenitud que solo se puede encontrar en la espiritualidad y la conexión con lo eterno.




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