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abril 7, 2024 in Evangelios

Evangelio del 8 de abril del 2024

Solemnidad de la Anunciación del Señor

Lectionary: 545

Primera lectura

Is 7, 10-14

En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo: “Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No la pediré. No tentaré al Señor”.

Entonces dijo Isaías: “Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.

Salmo Responsorial

Salmo 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11

R. (8a y 9a) Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Sacrificios, Señor, tú no quisiste,
abriste, en cambio, mis oídos a tu voz.
No exigiste holocaustos por la culpa,
así que dije: “Aquí estoy”.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
En tus libros se me ordena
Hacer tu voluntad;
esto es, Señor, lo que deseo:
tu ley en medio de mi corazón.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
He anunciado tu justicia
en la gran asamblea;
no he cerrado mis labios,
tú lo sabes, Señor.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
No callé tu justicia,
antes bien, proclamé tu lealtad y tu auxilio.
Tu amor y tu lealtad no los he ocultado
a la gran asamblea.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Segunda lectura

Heb 10, 4-10

Hermanos: Es imposible que la sangre de toros y machos cabríos pueda borrar los pecados. Por eso, al entrar al mundo, Cristo dijo conforme al salmo: No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio me has dado un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije –porque a mí se refiere la Escritura–: “Aquí estoy, Dios mío; vengo para cumplir tu voluntad”.

Comienza por decir: No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado –siendo así que es lo que pedía la ley–; y luego añade: Aquí estoy, Dios mío; vengo para cumplir tu voluntad.

Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez por todas.

 

Aclamación antes del Evangelio

Jn 1, 14

R. Aleluya, aleluya.
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros
y hemos visto su gloria.
R. Aleluya.

Evangelio

Lc 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Reflexión

El pasaje de Lucas 1:26-38 nos narra el evento conocido como la Anunciación del Señor, un momento clave en la historia de la salvación según la tradición cristiana. En este relato, el arcángel Gabriel es enviado por Dios a una joven virgen llamada María, que residía en Nazaret, una localidad de escasa importancia en la región de Galilea. La misión del celestial mensajero era comunicarle a María que había sido elegida para ser la madre del Mesías, Jesucristo, prometido desde antiguo.

El inicio de este episodio se caracteriza por la presentación de Gabriel ante María, quien lo recibe con sorpresa y cierta perplejidad. La reacción de María ante las primeras palabras del ángel refleja su humildad y su condición de servidora del Señor, a pesar de no comprender plenamente el alcance de lo que estaba sucediendo. Gabriel, entonces, le revela que concebirá un hijo por obra del Espíritu Santo, quien será llamado Hijo del Altísimo y cuyo reino no tendrá fin, cumpliendo así las profecías del Antiguo Testamento.

Este fragmento del Evangelio de Lucas no solo narra un evento milagroso, sino que también subraya varios temas centrales en la fe cristiana. En primer lugar, destaca la importancia de la fe y la obediencia a la voluntad divina. María, ante un mensaje que desafía toda lógica humana, responde con un “sí” incondicional, mostrando una fe inquebrantable y una disposición total a servir a Dios. Su actitud representa un modelo de entrega y confianza en el plan divino, incluso ante lo incomprensible.

Además, este pasaje resalta la acción del Espíritu Santo como agente de la creación y de la nueva creación en Cristo. La concepción de Jesús en el vientre de María por obra del Espíritu Santo marca el inicio de la encarnación del Verbo, el misterio por el cual Dios se hace hombre para redimir a la humanidad. Este acto de amor divino es fundamental para comprender el nexo entre la divinidad y la humanidad, así como la cercanía de Dios a su creación.

Otro aspecto a considerar es la figura de María como modelo de virtud y de respuesta humana ante el llamado de Dios. Su “fiat” —”hágase en mí según tu palabra”— no solo implica su aceptación del papel que le ha sido encomendado, sino que también simboliza la actitud que todo creyente está llamado a adoptar: una disposición total a seguir el camino que Dios traza, con fe y amor.

Finalmente, la Anunciación del Señor celebra el inicio de la realización de las promesas mesiánicas y la preparación para el nacimiento de Jesucristo, piedra angular de la fe cristiana. Este acontecimiento no solo marca el cumplimiento de las profecías, sino que también abre el camino hacia la salvación y la redención de la humanidad, invitando a todos los creyentes a reflexionar sobre la grandeza del amor de Dios y la importancia de responder a su llamado con fe, esperanza y caridad.




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