Evangelio del 20 de marzo del 2024
Miércoles de la V semana de Cuaresma
Lectionary: 253
Primera lectura
En aquellos días dijo el rey Nabucodonosor: “¿Es cierto, Sedrak, Mesak y Abednegó, que no quieren servir a mis dioses, ni adorar la estatua de oro que he mandado levantar? Pues bien, si no es cierto, estén dispuestos para que, al oír sonar el cuerno, la flauta, la cítara, el salterio, la chirimía y toda clase de instrumentos, se postren y adoren la estatua que he mandado hacer. Pero si no la adoran, serán arrojados inmediatamente a un horno encendido. ¿Y qué dios podrá librarlos entonces de mis manos?”
Pero Sedrak, Mesak y Abednegó contestaron al rey Nabucodonosor: “No es necesario responder a tu pregunta, pues el Dios a quien servimos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos; y aunque no lo hiciera, sábete que de ningún modo serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro, que has mandado levantar”.
Entonces Nabucodonosor se enfureció y la expresión de su rostro cambió para Sedrak, Mesak y Abednegó. Mandó encender el horno y aumentar la fuerza del fuego siete veces más de lo acostumbrado. Después ordenó que algunos de los hombres más fuertes de su ejército ataran a Sedrak, Mesak y Abednegó y los arrojaran al horno encendido.
Pero el ángel del Señor bajó del cielo, se puso junto a ellos, apartó las llamas y produjo en el horno un frescor como de brisa y de rocío, y el fuego no los atormentó, ni los hirió, ni siquiera los tocó. El rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó precipitadamente y dijo a sus consejeros: “¿Acaso no estaban atados los tres hombres que arrojamos al horno?” Ellos contestaron: “Sí, señor”. El rey replicó: “¿Por qué, entonces, estoy viendo cuatro hombres sueltos, que se pasean entre las llamas, sin quemarse? Y el cuarto, parece un ángel”.
Nabucodonosor los hizo salir del horno y exclamó: “Bendito sea el Dios de Sedrak, Mesak y Abednegó, que ha enviado a su ángel para librar a sus siervos, que confiando en él, desobedecieron la orden del rey y expusieron su vida, antes que servir y adorar a un dios extraño”.
Salmo Responsorial
R. (52b) Bendito seas, Señor, para siempre.
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres.
Bendito sea tu nombre santo y glorioso.
Bendito seas en el templo santo y glorioso.
Bendito seas en el trono de tu reino.
Bendito eres tú, Señor,
que penetras con tu mirada los abismos
y sientas en un trono rodeado querubines.
Bendito seas, Señor, en la bóveda.
Aclamación antes del Evangelio
Dichosos los que cumplen la palabra del Señor
con un corazón bueno y sincero,
y perseveran hasta dar fruto.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús dijo a los que habían creído en él: “Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderamente discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Ellos replicaron: “Somos hijos de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ‘Serán libres’?”
Jesús les contestó: “Yo les aseguro que todo el que peca es un esclavo del pecado y el esclavo no se queda en la casa para siempre; el hijo sí se queda para siempre. Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres. Ya sé que son hijos de Abraham; sin embargo, tratan de matarme, porque no aceptan mis palabras. Yo hablo de lo que he visto en casa de mi Padre: ustedes hacen lo que han oído en casa de su padre”.
Ellos le respondieron: “Nuestro padre es Abraham”. Jesús les dijo: “Si fueran hijos de Abraham, harían las obras de Abraham. Pero tratan de matarme a mí, porque les he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Ustedes hacen las obras de su padre”. Le respondieron: “Nosotros no somos hijos de prostitución. No tenemos más padre que a Dios”.
Jesús les dijo entonces: “Si Dios fuera su Padre me amarían a mí, porque yo salí de Dios y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino enviado por él”.
Juan 8:31-42 es un pasaje lleno de riquezas tanto teológicas como históricas, que nos invita a adentrarnos en la comprensión profunda de la libertad verdadera y la identidad que Jesús propone a sus seguidores. En este fragmento de las Escrituras, Jesús sostiene un diálogo intenso con los judíos que creían en él, y también con aquellos que cuestionaban su autoridad y su origen.
Al comenzar, Jesús establece una condición para conocer la verdad: “Si ustedes se mantienen fieles a mi palabra, verdaderamente serán mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (vv. 31-32). Aquí, la idea de permanecer en la palabra de Jesús se presenta como el camino hacia una libertad auténtica, que no es simplemente la ausencia de esclavitud física, sino una liberación profunda del alma y del espíritu.
Los oyentes de Jesús, confiados en su linaje abrahámico, se defienden argumentando que nunca han sido esclavos de nadie, lo cual es irónico dada la historia de esclavitud de Israel en Egipto y su subyugación por varias potencias extranjeras a lo largo de su historia. Jesús, sin embargo, eleva la conversación a un plano más profundo, señalando que la verdadera esclavitud es la del pecado. En este sentido, la liberación que Jesús ofrece no es meramente política o social, sino fundamentalmente espiritual.
El diálogo se intensifica cuando Jesús contrasta la libertad que él ofrece con la “esclavitud” del pecado en la que viven sus interlocutores. La confrontación alcanza su clímax cuando Jesús afirma su relación única con el Padre, lo cual le otorga la autoridad para hablar de libertad verdadera. Al hacerlo, Jesús no solo desafía las nociones preconcebidas de sus oyentes sobre libertad y esclavitud, sino que también les invita a reconsiderar su relación con Dios.
Este pasaje es central para entender la noción de libertad en el cristianismo. No se trata de una libertad que se obtiene mediante el cumplimiento de la ley o por el linaje, sino una que se logra a través de la relación personal y la fe en Jesucristo. La verdad de la que habla Jesús es él mismo, el revelador del Padre y el camino hacia la liberación del pecado y la muerte.
El diálogo refleja las tensiones dentro del judaísmo del siglo I sobre la identidad, la autoridad, y la expectativa mesiánica. Jesús se presenta como la culminación de las promesas hechas a Abraham, no solo restaurando la relación entre Dios y su pueblo, sino también redefiniendo los criterios de pertenencia a este pueblo elegido. No es el nacimiento físico lo que cuenta, sino la fe en la palabra de Jesús.
Este pasaje nos invita a examinar nuestras vidas: ¿En qué aspectos nos sentimos “libres”, y en cuáles somos esclavos sin reconocerlo? Jesús nos llama a vivir en la verdad que él nos ofrece, una verdad que transforma y libera. Este llamado resuena a través de los siglos, invitándonos a encontrar en Cristo la verdadera libertad y a vivir como hijos e hijas del Padre, en una relación de amor y obediencia.
Juan no solo despliega un rico tapiz teológico sobre la libertad y la verdad, sino que también nos sumerge en las aguas profundas de la historia del pueblo de Israel, recordándonos que la verdadera libertad se encuentra en la fe y en la constancia en la palabra de Jesús. Este mensaje es esencial para todos, independientemente del nivel de conocimiento teológico o histórico, pues toca el corazón de la experiencia humana y nuestra profunda necesidad de redención.
marzo 20, 2024 at 6:09 am
Gela Rius
Juan Miranda, Padres Jesuitas: ¡Bravo por la presentación nueva de su portal! ¡Está maravillosa! Dios les siga bendiciendo en abundancia para poder llegar a todos los corazones, que nos cuestionemos, confrontados con la Palabra de Dios, a verdaderamente vivir como cristianos en verdad!!!
Gracias mil
marzo 20, 2024 at 10:07 pm
JR Miranda
Saludos, poco a poco vamos cambiando la imagen, tenga paciencia si encuentra algo extraño, pronto será solicionado. Gracias por sus visitas diarias al portal.