Publicaciones Diarias

febrero 20, 2024 in Evangelios

Evangelio del 21 de febrero del 2024

Miércoles de la I semana de Cuaresma

Lectionary: 226

Primera lectura

Jn 3, 1-10
En aquellos días, el Señor volvió a hablar a Jonás y le dijo: “Levántate y vete a Nínive, la gran capital, para anunciar ahí el mensaje que te voy a indicar”.

Se levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor. Nínive era una ciudad enorme: hacían falta tres días para recorrerla. Jonás caminó por la ciudad durante un día, pregonando: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”.

Los ninivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Llegó la noticia al rey de Nínive, que se levantó del trono, se quitó el manto, se vistió de sayal, se sentó sobre ceniza y en nombre suyo y de sus ministros, mandó proclamar en Nínive el siguiente decreto: “Que hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban; que todos se vistan de sayal e invoquen con fervor a Dios y que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos”.

Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles.

Salmo Responsorial

Salmo 50, 3-4. 12-13. 18-19
R. (19b) A un corazón contrito, Señor, no lo desprecias.
Por tu inmensa compasión y misericordia,
Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas.
Lávame bien de todos mis delitos,
y purifícame de mis pecados.
R. A un corazón contrito, Señor, no lo desprecias.
Crea en mí, Señor, un corazón puro,
un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de ti,
ni retires de mí ti santo espíritu.
R. A un corazón contrito, Señor, no lo desprecias.
Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios
y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría.
Un corazón contrito te presento,
y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias.
R. A un corazón contrito, Señor, no lo desprecias.

Aclamación antes del Evangelio

Joel 2, 12-13
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todavía es tiempo, dice el Señor.
Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí,
que soy compasivo y misericordioso.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Lc 11, 29-32
En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y comenzó a decirles: “La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará más señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo.

Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”.

Reflexión

El pasaje de Lucas 11, 29-32 nos confronta con un momento en el que Jesús, ante una multitud que crecía en número, emite una crítica hacia la generación de su tiempo por buscar una señal del cielo para creer, declarando que no se les dará otra señal que la del profeta Jonás. Jesús utiliza la figura de Jonás y la reina del Sur como ejemplos para ilustrar su punto, destacando la fe y la conversión de los ninivitas ante la predicación de Jonás y el viaje de la reina del Sur para escuchar la sabiduría de Salomón. Él señala que algo mayor que Jonás y Salomón está aquí, refiriéndose a sí mismo y al mensaje del Reino de Dios que proclama.

Este pasaje revela la insistencia de Jesús en la fe y el arrepentimiento como respuestas auténticas al mensaje divino, más que la búsqueda de milagros espectaculares. Jesús se presenta como el cumplimiento y superación de las figuras de Jonás y Salomón, señalando que su presencia y enseñanzas son la verdadera señal a la que se debe prestar atención. La crítica a la necesidad de signos palpables para creer desafía a la audiencia a una conversión basada en la fe en su palabra y en el reconocimiento de su identidad mesiánica.

En la época de Jesús, la expectativa de señales milagrosas era común entre algunos grupos judíos que esperaban manifestaciones poderosas del Mesías. La respuesta de Jesús a esta demanda refleja una tensión entre las expectativas populares y su misión de revelar el Reino de Dios no a través de actos de poder conforme a las expectativas mesiánicas tradicionales, sino mediante el llamado al arrepentimiento, la enseñanza y el actuar ético.

En la actualidad, este pasaje nos interpela sobre nuestra propia búsqueda de “señales” y la naturaleza de nuestra fe. Vivimos en una era donde la demanda de pruebas y la necesidad de verificación tangible a menudo eclipsan la simplicidad y profundidad de una fe genuina. Este texto nos invita a reflexionar sobre cómo nuestra cultura de la inmediatez y el espectáculo puede alejarnos de la esencia de una relación espiritual profunda y comprometida con Dios.

La enseñanza de Jesús nos anima a redescubrir la fe como una confianza en su palabra y presencia entre nosotros, más allá de la necesidad de evidencias milagrosas. Nos llama a ser una comunidad que, como los ninivitas, se convierte y se vuelve hacia Dios no por signos sobrenaturales, sino por el poder transformador de su mensaje de amor, justicia y misericordia.

Este pasaje, por tanto, nos conduce a examinar la calidad de nuestra fe y nuestra respuesta al llamado de Dios en nuestra vida diaria. ¿Buscamos señales espectaculares para creer o encontramos a Dios en la cotidianidad de nuestra existencia, en el amor al prójimo, en la belleza de la creación, y en la voz silenciosa pero persistente de nuestra conciencia?

 Lucas nos ofrece una oportunidad para profundizar en nuestra comprensión de lo que significa seguir a Jesús hoy, recordándonos que la verdadera fe surge de nuestro encuentro personal con Él y de nuestra respuesta a su llamado a vivir de acuerdo con los valores del Reino de Dios. 




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